476 - JUAN PABLO II: DISCURSO AL CUERPO DIPLOMÁTICO (I)

JUAN PABLO II: DISCURSO AL CUERPO DIPLOMÁTICO (I)

El jueves 10 enero Juan Pablo II hizo un balance de la situación internacional ante los embajadores de los 172 países acreditados ante la Santa Sede en el Vaticano. Transcribimos el discurso íntegro:

Excelencias, Señoras y Señores:

1. Agradezco vivamente los votos que vuestro Decano, el Embajador Giovanni Galassi, me ha presentado en nombre de todos Ustedes, sobre todo porque se ofrecen también en nombre de los gobiernos y de los pueblos que representan.

Correspondo a ello dirigiendo a Ustedes, así como a sus familias y a sus seres queridos, los deseos que brotan de lo más profundo de mi corazón para que Dios les bendiga y conceda a todos los pueblos un año de serenidad, de felicidad y de paz.

Señor Embajador, sus delicadas expresiones han ido acompañadas de un profundo análisis de la actualidad internacional del año pasado. El horizonte se presenta ciertamente oscuro y muchos de quienes han conocido el gran movimiento hacia la libertad y el cambio de los años noventa se sorprenden hoy al verse afectados por el miedo de un futuro cada vez más incierto.

Sin embargo, para quienes han puesto su fe y su esperanza en Jesús, nacido en Belén para hacerse uno de nosotros, el mensaje angélico ha resonado en la noche de Navidad: "No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy os ha nacido un Salvador" (Lc 2,10-11). ¡El futuro está plenamente abierto, Dios asume nuestros destinos!

2. La luz de la Navidad da sentido a todos los esfuerzos humanos realizados para que nuestra tierra sea más fraterna y más solidaria, para que se pueda vivir bien en ella y que la indiferencia, la injusticia y el odio no tengan jamás la última palabra. Y aquí podría citar una larga lista de acciones orientadas hacia el bien por parte de gobernantes, negociadores o voluntarios que, en estos últimos tiempos, han sabido poner su experiencia y su entrega al servicio de la causa del hombre.

La Unión Europea margina a los creyentes

Entre los motivos de complacencia se han de mencionar sin duda la progresiva unificación de Europa, simbolizada recientemente por la adopción de una moneda única por parte de doce países. Se trata de una etapa decisiva en la larga historia de este continente. Pero es tan importante que la ampliación de la Unión Europea sigue siendo una prioridad. Sé también que se piensa en la oportunidad de una Constitución de la Unión. A este respecto, es fundamental que se aclaren cada vez mejor los objetivos de esta construcción europea y los valores sobre los que ha de apoyarse. Es por esto que, no sin cierta pena, he visto que, entre los miembros que deberían contribuir a la reflexión sobre la "Convención" instituida durante la cumbre de Laeken el mes pasado, las comunidades de creyentes no han sido mencionadas explícitamente. La marginación de las religiones que han contribuido y todavía contribuyen a la cultura y al humanismo de lo que Europa está legítimamente orgullosa, me parece que son al mismo tiempo una injusticia y un error de perspectiva. ¡Reconocer un hecho histórico innegable no significa en absoluto ignorar toda la exigencia moderna de una justa laicidad de los Estados y, por tanto, de Europa!

Señales de esperanza

Me es grato recordar también la noticia tan esperada del inicio de un diálogo directo entre los responsables de las dos comunidades de la isla de Chipre. Un Parlamento legítimo en Kosovo es igualmente un buen augurio para un futuro más democrático de la región. Desde el pasado mes de noviembre, las delegaciones de la República Popular de China y de la República de China tienen un puesto en el seno de la Organización Mundial del Comercio. ¡Que este proceso positivo contribuya a hacer fecundos todos los esfuerzos realizados por la vía ardua del acercamiento! Se han de alentar las conversaciones actuales entre las partes en conflicto que deterioran desde hace tantos años el Sri Lanka. Se dan, en definitiva, unos avances significativos en el proceso de pacificación entre los hombres y los pueblos.

3. Pero la luz que emana de la gruta de Belén ilumina también, y de modo implacable, las ambigüedades y los fracasos de nuestras iniciativas. En este principio de año, constatamos que la humanidad se encuentra en una situación de violencia, de desesperación y de pecado.

Tierra Santa

En la noche de Navidad, hemos acudido espiritualmente a Belén y nos hemos entristecido al constatar que la Tierra Santa, dónde el Redentor vio la luz, es siempre, por culpa de los hombres, una tierra de fuego y de sangre. Nadie puede permanecer insensible ante la injusticia de la que es víctima el pueblo palestino desde hace más de cincuenta años. Nadie puede negar el derecho del pueblo israelí a vivir en la seguridad. Pero nadie puede olvidar tampoco a las víctimas inocentes que, de una parte y de otra, caen todos los días bajo los golpes y los tiros. Las armas y los atentados sangrientos nunca serán instrumentos adecuados para hacer llegar mensajes políticos a unos interlocutores. La lógica de la ley del talión tampoco es adecuada para preparar los procesos de paz.

Como ya he dicho muchas veces, sólo el respeto del otro y de sus legítimas aspiraciones, la aplicación del derecho internacional, la evacuación de los territorios ocupados y un estatuto especial garantizado internacionalmente para los lugares más sagrados de Jerusalén, son capaces de ofrecer un principio de pacificación en esta parte del mundo y de romper el ciclo infernal del odio y de la venganza. Y yo deseo que la comunidad internacional, con medios pacíficos y apropiados, sea capaz de desempeñar su papel insustituible, siendo aceptada por todas las partes en conflicto. Unos contra otros, israelíes y palestinos no ganarán la guerra. Los unos con los otros, pueden ganar la paz.