Herejías...

San Josemaría, escribió un artículo sobre la Virgen María -haciendo hincapié como colofón, en la Devoción a la Virgen del Pilar-, expresamente para la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja; entidad que lo publicó en 1976 con otros artículos de diversos autores, bajo el título de: “Libro de Aragón". 

Como es lógico, el escrito del Fundador del Opus Dei debió ser firmado, como mínimo, tiempo antes del 26 de junio de 1975, ya que, en tal fecha, fue llamado por el Señor a su Presencia.

En él, aparece nítido el dolor de su alma -fruto de su profundo e incondicional amor-, por la Santa Madre Iglesia, de la que se sentía verdadero hijo.

Desde el último Concilio (finaliza en 1965), la Iglesia, estaba sufriendo ya fuertes embates, no sólo del mundo anticatólico: un mundo que tradicionalmente, y con una inquina tan verdadera y perseverante como demoníaca, la ha atacado siempre; sino también por los ambientes antieclesiales que se estaban desarrollando en su seno: mucho más corruptores y devastadores que los provenientes de fuera. Por esto España ya no es católica.

De ahí que, en un por demás sincero desahogo, no exento de lúcida advertencia -aviso de navegantes -, escribiera: 

“Tampoco puedo dejar de preveniros ante las circunstancias de estos momentos actuales, cuando en la Santa Madre Iglesia suenan voces confusas -digamoslo con la sinceridad de mi tierra: herejías- (las negritas son mías), que intentan arrancar la verdad de las inteligencias de los fieles".

Un inciso aclaratorio: “arrancar la verdad” es “arrancar a Cristo". Para situarnos por dónde van los tiros, y con qué finalidad.

Esto, escrito y publicado por esas fechas, era no sólo de una audacia preñada de valentía y sinceridad, sino también un grito de hijo fiel -bueno y fiel como muy pocos-, para atajar el mal presente ya en la propia Iglesia, e intentar ir a contracorriente de lo que se estaba fraguando en su contra.

Es posible que muchos, eclesiásticos o no, pensasen que eran desvaríos o exageraciones de san Josemaría -un sambenito que ya le habían colgado en Zaragoza, por sus años de seminario: bien se podía repetir la historia-; pero eso ya depende de cada uno: de sus entendederas, o de su falta; y de sus juicios e intenciones.

Hay que precisar que los Santos, entre otras cosas, tienen la “vista larga". Es el caso, muy en particular de san Josemaría.

Y son, a la vez y en muchos casos, muy “proféticos”: cosa que también se da en los santos en general, y en este caso en particular. A las pruebas me remito.

Hace unas pocas semanas -y ha sido la causa de recoger todo lo anterior, pues me lo ha recordado-, el Cardenal Sarah, cuya trayectoria es bien conocida por significada -sabe lo que es amar y, por tanto, sufrir por la Iglesia: alma probada desde crío, y espíritu fuerte-, ha declarado hace unas semanas, públicamente, lo siguiente: 

“Fiducia supplicans es una herejía (el subrayado vuelve a ser mío), que socava gravemente a la Iglesia, y contradice la Fe y la Tradición…”.

No se corta un pelo, el Sr. Cardenal, y eso que no es aragonés. Pero es también de los de “con la verdad por delante”; muy en especial cuando están en juego el Honor de Cristo y de su Iglesia.

Así actúan los verdaderos Pastores, los que buscan encarnar al Buen Pastor; aquellos que no dudan en denunciar, con el Señor e imitando su ejemplo: “Fuera de aquí! Habéis convertido mi Casa, que es casa de Oración, en casa de contratación”.

Y los echó “con cajas destempladas". No “a patadas", pero sí a zurriagazos; además de echarles por tierra todos sus tenderetes.

Que el Señor, cuando está por medio el celo por las cosas de Dios, no se cortaba un pelo. De entrada, para que no pudiese luego venir gente “de iglesia” -al menos en nómina-, y escandalizarse por esas “impropias brusquedades", tan lejanas del buen tono, de la amabilidad siempre y en todo, del amor incondicional que nos tiene, y que están en las antípodas del Señor, desfigurado por sus falsas e irreverentes ensoñaciones.

No es casualidad que, dos personas de Iglesia, lejanas en el tiempo, en su formación y en su lugar en esa misma Iglesia, hayan coincidido en el diagnóstico y en la denuncia, de un modo tan exacto. En su exacta literalidad.

No puede ser casualidad. Igual viene de Dios…, para quien crea en Él.

El Santo Fundador del Opus Dei, siguiendo ese horizonte de la “vista larga” y el “profetismo” -es lo que tienen los Santos-, ya había escrito mucho tiempo atrás: 

“Convengo contigo en que hay católicos, practicantes y aún piadosos a los ojos de los demás, y quizá  sinceramente convencidos, que sirven ingenuamente a los enemigos de la Iglesia…

-Se les ha colado en su propia casa, con nombres distintos mal aplicados -ecumenismo, pluralismo, democracia-, el peor adversario: la ignorancia"  (Surco, 359).

Podríamos añadir perfectamente otras muchas cosas -la maldad, por ejemplo, que también existe-, aunque no vamos a ir más allá del propio san Josemaría.

Son toda esa pléyade de “tontos útiles” -asi los califica el dicho popular-, que “ni oyen, ni ven ni entienden", como denuncia Jesucristo; o aquéllos que, por afanes que no son de Dios, se venden al sistema, civil y/o eclesial.

Son todos los que, con denominación bien actual, he calificado tantas veces de “católicos a lo Biden".

Claro que son mucho peor los jerarcas que los bendicen…

Nos volvemos al Fundador de la Obra que, de la misma, completa y anima:

“(…) Atesora formación, llénate de claridad de ideas, de la plenitud del mensaje cristiano, para poder después transmitirlo a los demás" (Forja, 841).

Porque “nadie da lo que no tiene". Lo mismo que uno recoge lo que siembra. No tiene vuelta de hoja.

La Descristianización se ha obrado, entre otras cosas, por la abultada falta de formación de los fieles católicos.

Sí a esto le unimos la desasistencia a la hora de la Disciplina de los Sacramentos, más la falta de vigilancia y de gobierno por parte de la Jerarquía -hay obispos que sólo se enteran de lo que pasa con sus sacerdotes de sus Diócesis por la prensa; da la impresión de que ésto es lo más en Obispo, dizque “católico"-, tendremos un cuadro bastante ajustado de lo que ha pasado.

La solución está en sus manos, en las de los pastores: hacer todo al revés de como se han hecho las cosas, en todos los ordenes.

Y rezando y desagraviando pero que mucho.

Amén.