InfoCatólica / Tal vez el mundo es Corinto / Categoría: sacerdotes

14.07.25

TEMAS DE FONDO 02: ¿Cuál sacerdote para el hoy y el mañana de la Iglesia?

* Uno de los temas arduos en este momento de la Iglesia es la identidad y misión del sacerdote. Tema que se ha venido destiñendo y nublando especialmente a partir de la Reforma Protestante, que convirtió el ministerio ordenado en un oficio que depende más de factores como la preparación académica, el liderazgo, el carisma personal o la simple elocuencia.

Presiones “de siempre”

* El Papa León XIV recibirá, una vez más, alta presión para que hombres casados sean ordenados sacerdotes y también para que haya mujeres sacerdotisas, o por lo menos diaconisas.

Formación

* Se necesitará mayor claridad en cuanto a los contenidos de la formación básica del seminario. Si bien los términos que usó el Papa Francisco (discipulado y consolidación) son muy significativos desde el punto de vista vocacional, el descuido en la dimensión propiamente intelectual trae graves consecuencias.

* Por otra parte, sigue siendo actual el tema de la admisión de personas con arraigadas tendencias homosexuales a la vida sacerdotal.

Poder y dignidad

* El Papa Francisco habló prácticamente siempre en tono derogatorio del poder, cosa muy razonable cuando se trata de atacar vicios muy establecidos como el clericalismo y la arrogancia que sólo mira por los propios privilegios. Sin embargo, ese modo de hablar hace que parezcan como remedios el igualitarismo y la democratización de la Iglesia. La dinámica final del Sínodo de la Sinodalidad apuntaba ciertamente en esa dirección.

* Sin embargo, un ministro ordenado que no represente a su grey es una contradicción con el modelo de “pastoreo” que propone la Escritura. De modo que el igualitarismo es en el fondo una forma de claudicar frente a las presiones de la mundanización de la Iglesia.

19.08.24

Hablemos de homosexualidad en la Iglesia

Hablemos de un tema incómodo: homosexualidad en la Iglesia; concretamente, en la jerarquía católica.

No voy a dar nombres ni porcentajes nuevos. Yo no tengo fuentes privadas ni datos confidenciales. Tengo los datos que todos conocemos; por ejemplo, que siempre que se hace una estadística de abuso de menores (sobre todo, si se incluye adolescentes), se encuentra que la mayor parte de los abusados sexualmente son varones que han sido abusados por varones. En cualquier otro campo de la estadística o la sociología, un dato así llamaría poderosamente la atención y acarrearía las acciones pertinentes. En la Iglesia Católica de hoy, el dato se omite mayormente, no se toman medidas enfocadas a enfrentar esa realidad y todo se cubre bajo un manto común (que también es real) de “clericalismo".

Así que nadie espere de este breve escrito revelaciones insospechadas o un destapar de escándalos inéditos.

Quiero enfocarme más bien en un serio malentendido que ha sido difundido por varios conferencistas y predicadores de bastante renombre, entre los que se cuenta un antiguo Maestro de la Orden de Predicadores (esto es, superior general de mi propia comunidad): Fr. Timothy Radcliffe. Solo por citar un texto suyo: en Noviembre de 2005, él publicó un extenso artículo en The Tablet bajo el título “Can Gays be Priests?” (¿Pueden ser sacerdotes los gays?). Citemos una de sus frases:

A vocation is a call from God. Having worked with bishops and priests all over the world, I have no doubt that God does call homosexuals to the priesthood, and they are among the most dedicated and impressive priests I have met.

Una vocación es un llamado de Dios. Habiendo trabajado con obispos y sacerdotes de todo el mundo, no tengo ninguna duda de que Dios llama a los homosexuales al sacerdocio, y ellos están entre los más dedicados e impresionantes sacerdotes que he conocido.

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7.03.24

¿Eres sacerdote? ¿Quieres ser sacerdote?

21 pensamientos provechosos

1. Descuidar la oración es la derrota de la que nacen las demás derrotas.

2. Ten presente que lo que esperas de la Eucaristía mide exactamente lo que amas de tu vocación y tu ministerio. Nos lo han enseñado y es verdad: celebra cada Eucaristía como si fuera la primera, la última, la única.

3. Amar a Cristo con gratitud y servir a la Iglesia con prontitud: hacen rima y son inseparables.

4. Predica con la fuerza del León de Judá; escucha con la mansedumbre del Cordero de la Pascua.

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28.08.23

De nuevo, la ordenación de mujeres

En su cuenta de TikTok, la religiosa Xiskya Valladares (@xiskya) presenta como razón fundamental para la no admisión de las mujeres al sacramento del orden una limitación cultural. Este tipo de argumento se escucha con alguna frecuencia, en dos vertientes.

Algunas veces se presenta al mismo Cristo como limitado interiormente por la cultura que le rodeaba: algo así como que en él permanecía larvadamente una especie de “machismo” que hacía que él no considerara la posibilidad de mujeres que cumplieran la función que asignó a los Doce Apóstoles, todos varones. Podemos llamar a este argumento “machismo intrínseco” de Cristo.

En otras ocasiones, la cuestión cultural se presenta como una especie de argumento de conveniencia práctica. Es lo que parece sugerir la Hna. Xiskya cuando dice que la designación de una mujer con tarea de Apóstol hubiera supuesto “ponerla en riesgo". Según este modo de ver las cosas, aunque Cristo interiormente (quizás) sí hubiera querido que hubiera mujeres en el grupo de los Doce, se dio cuenta que no era conveniente por el ambiente de aquel tiempo y lugar. Obsérvese de paso el grado de especulación sin base bíblica que esto supone. En tal supuesto, estaríamos frente a un “machismo extrínseco” de Cristo. Algo así como que “por dentro” Cristo no quería excluir a las mujeres pero que tomó aquella decisión en razón de las circunstancias de su tiempo.

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19.02.19

McCarrick: ¿Demasiado tarde?

Padre Nelson Medina: con motivo de la condena del Vaticano al excardenal Theodore McCarrick me he sentido un poco desconcertada y no termino de aclararme. Por momentos pienso: ¿qué sentido tienen condenar a un anciano de 88 años? Y casi me parece que es más una especie de “ajuste de cuentas” o de crueldad con un anciano, o como ganas de aparentar que en la Iglesia sí se está haciendo algo frente a tantos escándalos en tantos países. ¿No hay algo de fariseismo en esa especie de show que se ha montado por todas partes y en todos los medios? Yo no le quito importancia a sus crímenes sino que simplemente pregunto. Tal vez usted me pueda ayudar a entender. – C.G.

* * *

Yo encuentro explicable que muchos laicos–y entre ellos, Ud.–tengan una actitud de profunda desconfianza ante las medidas que toman las autoridades de la Iglesia, estando a la vista tantos errores y escándalos. Invito, sin embargo, a tener también una actitud crítica frente a la propia mirada, no sea que terminemos creyendo que juzgamos de lo de fuera cuando solo estamos viendo la acumulación de nuestros propios prejuicios y dolores.

Un modo interesante de discernir algunas situaciones morales difíciles es hacerse la pregunta por el caso opuesto. Este tipo de ejercicio funciona así: cuando Ud. esté frente a un caso complejo en el que es posible tomar uno de dos caminos, pregúntese: Manteniendo todas las circunstancias iguales, ¿es preferible tomar la opción primera o la segunda?

Voy a dar un ejemplo que no tiene que ver directamente con la situación que sirve de tema a su pregunta. Pensemos en una familia. Quedó una herencia considerable cuando murieron los papás y el hermano mayor fue depositario de la confianza de todos los menores para hacer todas las diligencias legales. Resulta que ese hermano mayor abusó de esa confianza y, simplificando las cosas, logró manipular las cosas para quedarse con más del doble de lo que legalmente le hubiera correspondido. Un tiempo después, estando enfermo de mucha gravedad, en su lecho de muerte confiesa su fechoría, con la gravedad de que sus irresponsabilidades financieras habían malgastado lo que tenía y lo que usurpó a sus hermanos, de modo que en la práctica no hubo restitución alguna. Pregunta: ¿sirve de algo esa confesión de su pésimo proceder?

En términos puramente económicos, no parece que una confesión así sirva de algo pero apliquemos el criterio mencionado: ¿qué es mejor, que se vaya a la tumba sin decir nada de lo que se robó, o que lo confiese a sus hermanos como de hecho lo hizo? Pocas personas dirán que da lo mismo una cosa que otra, y menos aún dirán que era mejor que no hubiera dicho nada. Su acto humilde, y presumiblemente sincero, no arregla muchas cosas pero parece que quedarse callado sería moralmente peor.

Si aplicamos ese criterio a McCarrick llegamos a una pregunta como esta: Supongamos que este corrupto ex-cardenal muere dentro de dos años. Situémonos en dos posibles escenarios. En el escenario UNO, nadie lo expulsó del sacerdocio, y murió sin ninguna pena canónica con respecto al Orden Sagrado. En el escenario DOS, que es el que se ha dado, una sentencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ratificada como inapelable por el Papa Francisco, lo declara, en términos sencillos, expulsado de las obligaciones y derechos propios del sacerdocio. Pregunta: En 20, 30 o 50 años, ¿va a dar lo mismo una cosa que la otra? En 20, 30 o 100 años, ¿dará lo mismo que se diga: “Theodore McCarrick cometió tales crímenes y murió sin ser nunca castigado” o que se diga: “A pesar de numerosos errores y complicidades que Theodore McCarrick supo utilizar con astucia para su beneficio, finalmente se realizó un proceso canónico completo en contra suya, que condujo a su expulsión del orden clerical"?

Por supuesto hay muchísimas cosas que sucedieron en la historia de McCarrick y que jamás debieron suceder. De seguro, hay muchas complicidades agazapadas que deberían ser castigadas con seriedad comparable. Pero si la pregunta es: ¿se debió o no se debió pronunciar esta sentencia particular?, yo pienso que la respuesta es clara.

Uno puede dedicarse a renegar y desconfiar, y decir que es demasiado poco y demasiado tarde; o puede hacer el juego de las conjeturas sobre las intenciones, pero nada de eso cambia que un poco de bien puede ser el comienzo de más bien; mientras que otro poco de maldad, en este caso de impunidad, en nada ayuda al bien de la Iglesia.


Addendum sobre una posible excomunión

En cuanto a la excomunión, recordemos que esta tiene dos formas en la Iglesia Católica: “latae sententiae” y “ferendae sententiae” La primera, a veces llamada “automática,” no requiere intervención explícita ni pública de la autoridad eclesiástica y, para todos los efectos prácticos, obra en la conciencia de la persona. Por el tipo de hechos gravísimos en que parece comprobado que estuvo envuelto el ex-cardenal cabe suponer que él haya estado bajo este tipo de excomunión pero, por el mismo argumento, también es posible que haya recibido la absolución de la misma excomunión–cosa que tampoco tendría que ser pública en modo alguno. Así que para los efectos de esta conversación, la “latae sententiae” no entra.

En cuanto a una excomunión “ferendae sententiae,” que es una sentencia pública emanada de la autoridad competente, hay dos problemas. Primero, para que la pena sea aplicada debe haber resistencia o contumacia (canon 1347). En el caso presente, la actitud de aceptación de McCarrick difícilmente puede contar como rebeldía. Uno puede sentir indignación hacia él y lo que hizo pero hablar de contumacia frente a las acciones que se han tomado, incluyendo ya la pena canónica de la expulsión del Colegio Cardenalicio, no es algo que corresponda a los hechos.

Suponiendo que de alguna manera se construyera el argumento de que en el presente hay contumacia, el segundo problema con la pena ferendae sententiae es que por su propia naturaleza una pena así no puede ser perpetua (véanse los cánones 1336 y 1342 § 2.). Esto implica que la misma excomunión podría ser levantada ante las señales externas de obediencia y aceptación. Tal levantamiento de la excomunión debería suceder en un tiempo previsiblemente corto, dada la edad de McCarrick, y ello nos pondría en la situación casi ridícula de producir una condena y meses después reivindicar a la misma persona.

Por todo ello es evidente que las excomuniones, en cuanto penas canónicas, de ninguna manera eran instrumentos correctivos apropiados en el caso que estudiamos.