Es preciso orar por los Estados Unidos de America
Todos somos conscientes del enorme poder e influencia que el presidente de los Estados Unidos de América tiene en razón de su oficio y del múltiple liderazgo de su país. No se trata sólo de economía o política. Se trata de ciencia, entretenimiento, educación, seguridad social, pero sobre todo: derechos humanos, empezando por el derecho fundamental a la vida.
Delicados temas como el aborto, la investigación con células de embriones humanos y la integridad de la familia pasarán por el despacho de Barack Obama desde el primer momento. Sus decisiones, por ejemplo en lo que concierne a la Corte Suprema de ese país, tendrán un efecto que irá mucho más allá del periodo constitucional de cuatro años. No es un engaño para nadie que quienes se autodenominan “pro-choice” han preparado largamente sus armas y argumentos para ejercer un máximo de presión sobre Obama, en quien ven un aliado de su causa. Todo ello indica que estamos en momentos decisivos para el futuro de ese país y en realidad del mundo entero.

Supongo que alguien tiene que decir alguna vez algunas disculpas en público. Sí: voy a hablar de Obama. Y sí: sé que su carrera política es desastrosa para la lucha Pro-Vida. Y sí: espero que los ánimos tiene que haberse calmado algo después de dos semanas de su elección. Es decir, espero que ganadores y perdedores puedan reflexionar sobre los hechos acaecidos.
La popular Wikipedia define EMO ante todo como un estilo de música, “derivado del hardcore punk nacido a finales de los años 80 y que se diferencia de éste por su sonido más lento y melódico. También está considerado una corriente del rock alternativo.” Originalmente alude a “EMOtional Hardcore,” algo así como rock duro pero capaz de expresar la complejidad propia de las emociones, y no simplemente los estallidos de ira, pasión o locura que suelen caracterizar al rock pesado. La mutilación, o por lo menos, el hacerse cortaduras no es ajeno a sus prácticas porque supuestamente, “un dolor físico ayuda a olvidar un dolor emocional.”
Es muy curioso que en medio de tantas discusiones acerca de acabar con la pobreza en el mundo pocas veces se menciona la codicia como una de sus causas. Nos venden la idea de que un conjunto de leyes o un sistema económico van a lograr que el umbral de la pobreza desaparezca.
He aquí lo que encuentra un católico en un día cualquiera en Europa, y particularmente en España: el cinismo de un gobierno socialista para el cual el cuerpo es objeto de uso; la avanzada imparable del secularismo, que compite con el renacer de la superchería y la superstición; la presión de los medios de comunicación, vendidos al hedonismo barato y al comercio sin alma; la traición visible de un número de miembros del clero y de los religiosos, unido a la escasez de vocaciones; el laicismo rampante que parece no saciarse en su ansia de extinguir la vida débil, haciendo así de esta tierra un escenario grotesco y cruel; el abandono masivo de la práctica de la fe en los jóvenes; la fractura de la familia, que hace todo más duro, más sordo, más aciago; la complicidad mediocre de la mayoría de los centros de estudio, que a menudo consagran como única fuente de verdad el materialismo cientificista. No es para quedarse tranquilo.