Miseria y misericordia
Noticias como el “reality” macabro en que se ha convertido el asesinato programado de Eluana, la obstinación cínica del jesuita Masiá, o la avalancha de progresismo gay que cobra un nuevo país en Suecia, son capaces de amargarle la vida a cualquiera.
A ellas hay que sumar otras, que no paran: baja en la natalidad en el primer mundo; natalidad alta e irresponsable en buena parte del tercer mundo; crisis económica mundial; científicos jugando a ser Dios con embriones humanos; extensión de un socialismo cutre por Sur América; avance de sectas protestantes y empantanamiento de las conversaciones con Comunidades de larga historia; y si faltaran novedades, también un obispo que niega la Shoa.

Al comienzo de la Misa confesamos públicamente que somos pecadores de pensamiento, palabra, obra… y omisión. Siempre he creído que la parte de la omisión la omitimos demasiado en demasiadas consideraciones relativas a nuestra fe y nuestra vida cristiana. por definición lo omitido es aquello a lo que uno no ha prestado la atención, el cuidado o el esfuerzo que se merece; ello mismo hace que uno esté como predispuesto a seguir ignorando lo que ya ha empezado a ignorar, y así las omisiones se apilan unas sobre otras, endureciendo de paso la conciencia.
Todos somos conscientes del enorme poder e influencia que el presidente de los Estados Unidos de América tiene en razón de su oficio y del múltiple liderazgo de su país. No se trata sólo de economía o política. Se trata de ciencia, entretenimiento, educación, seguridad social, pero sobre todo: derechos humanos, empezando por el derecho fundamental a la vida.
Hace varios años tuve ocasión de predicar un retiro espiritual a un grupo de religiosas en Loja. Ya con ocasión de ese viaje aprendí, como colombiano que soy, a amar a nuestro vecino y hermano país, el Ecuador. Mi sentimiento de afecto y mi deseo de toda bendición para esa querida nación han aumentado con motivo de la