El óleo de catecúmenos, aceite que fortalece

uncion catecumenoFinalmente, un tercer óleo, llamado algunas veces “óleo de exorcismo” y comúnmente ahora “óleo de los catecúmenos” –en Oriente, óleo de alegría-, destinado a las unciones de aquellos que se preparan a la Iniciación cristiana.

Es ésta una unción de combatiente; fortifica al catecúmeno para la lucha suprema contra las potencias del mal, disponiéndolo a la renuncia a Satanás, a la profesión de fe cristiana y a sumergirse en las aguas bautismales.

Antes de bendecir el agua bautismal, los catecúmenos reciben una unción pre-bautismal; “los ritos sirio, maronita y caldeo tienen en este momento una primera unción con óleo en la frente, uso ya atestiguado en el ritual de Teodoro de Mopsuestia… El rito copto, que ha desnudado a los catecúmenos desde su entrada en el bautisterio, sitúa la gran unción prebautismal antes de la consagración del agua”[1].

En el rito hispano-mozárabe, el Domingo de Ramos es un día de especial intensidad para los catecúmenos. Durante el oficio matutino se les realizará el rito del epheta, un exorcismo, la signación y serán ungidos con el óleo trazando el signo de la cruz en las orejas y en la boca mientras el Obispo recita la fórmula Epheta[2]; “por esta razón la epístola del día siguiente, lunes, comienza con estas palabras de San Juan: unctionem quam accepistis[3]. La importancia del óleo para los catecúmenos este Domingo de Ramos hace que se le llame a esta Domínica “dies unctionis”[4].

Se asocia la unción con el óleo al rito del epheta en los oídos y en la boca; “en los oídos para que el catecúmeno reciba la facultad de oír el anuncio de la fe y se abra de verdad a las doctrinas espirituales; se le unge también en la boca, para que, una vez que se le entregue el símbolo de la fe, con el corazón crea para conseguir la justicia y con la boca la confiese para obtener la salvación”[5].

Actualmente, en los libros litúrgicos del rito romano, reciben una unción con este óleo de catecúmenos los párvulos que van a ser bautizados. Después de recitar una oración de exorcismo sobre los niños, el celebrante dice:

Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca, os ungimos con este óleo de salvación en el nombre del mismo Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos” (RBN 120).

A continuación unge a cada niño en el pecho.

En el catecumenado, tal como lo diseña la Iglesia en su Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, el óleo de los catecúmenos se aplica en diversos momentos.

La unción con el óleo de catecúmenos acompaña el proceso: así son favorecidos con el auxilio divino en el combate que están viviendo. Se confiere al final de la celebración de la Palabra de Dios, y pueden ser ungidos varias veces en casos razonables (cf. RICA 128), lo cual parece más lógico. La naturaleza de esta unción merece que sea repetida a lo largo del catecumenado, tal vez, por ejemplo, al inicio de cada curso. Tras una oración de exorcismo, el celebrante unge el catecúmeno “en el pecho, o en ambas manos, o también en otras partes del cuerpo, si parece oportuno” (RICA 130), acompañado de la fórmula ritual.

 
El sentido y fin de esta unción quedan expresados en la oración de bendición del óleo recitada por el Obispo en la Misa crismal (o pro necessitate, por el sacerdote antes de ungir):
 
“dígnate bendecir este óleo y concede tu fortaleza a los catecúmenos que han de ser ungidos con él, para que, al aumentar en ellos el conocimiento de las realidades divinas y la valentía en el combate de la fe, vivan más hondamente el Evangelio de Cristo, emprendan animosos la tarea cristiana, y, admitidos entre tus hijos de adopción, gocen de la alegría de sentirse renacidos y de formar parte de la Iglesia”.

Se les unge con la siguiente fórmula:

Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca, os ungimos con este óleo de salvación en el nombre del mismo Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos” (RICA 130).

Ya la mañana del Sábado Santo, como un retiro previo a la Vigilia pascual en la que serán bautizados y confirmados, se realizan unos ritos litúrgicos: la devolución del Credo, recitando el Símbolo de la fe; el rito del Effetá; la elección del nombre cristiano (si ha de cambiarse su nombre actual por uno cristiano). El cuarto y último rito es la unción con el óleo de los catecúmenos que, si a juicio de la Conferencia episcopal cada país ha de conservarse, se puede conferir en esta mañana (cf. RICA 206). Si se hace en la mañana del Sábado santo, “se puede administrar, o separadamente, o también juntamente con la recitación del Símbolo, o antes de ésta, como su preparación, o bien después, como su ratificación” (Ibíd.). Y así quedan preparados para celebrar por la noche, en la santa Vigilia Pascual, los sacramentos de la Iniciación cristiana.



[1] Cf. I.-H. DALMAIS, Las Liturgias Orientales…, p. 80.

[2] Cf. G. RAMIS, La iniciación cristiana…, p. 69; J. M. HORMAECHE BASAURI, La pastoral de la iniciación cristiana…, p. 90. El rito, después de la bendición del óleo, las lecturas y los exorcismos prosigue por la signación a los catecúmenos hecha por el obispo y los presbíteros, la unción con el óleo bendito y repetida tres veces, imposición de manos acompañada de tres oraciones y sermón.

[3] J. M. HORMAECHE BASAURI, La pastoral de la iniciación cristiana…, p. 85.

[4] S. ILDEFONSO, De cognitione baptismi, 34 (PL 96,127).

[5] J. M. HORMAECHE BASAURI, La pastoral de la iniciación cristiana…, p. 95.

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