InfoCatólica / Liturgia, fuente y culmen / Archivos para: 2022

1.05.22

La piadosa intercesión de los mártires (Mártires - VII)

marítres

Combatieron bien el combate de la fe y lucharon hasta el final, por lo que fueron coronados con la corona de gloria prometida. Ahora son intercesores ante Dios y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Anclado en el alma humana siempre ha estado el respeto a los propios difuntos y un cierto culto en torno a ellos; así a partir de este dato, nació el culto a los mártires, pero cobrando una fisonomía nueva y bien distinta.

“Los primeros honores otorgados a los mártires fueron simplemente los que los parientes cercanos rendían a sus muertos. Pero, en lugar del círculo restringido de la familia, se asocia la comunidad entera, para cumplir su deber y dar a la expresión de su veneración y de su reconocimiento una solemnidad en relación con el rango conquistado por el martirio” (Delehaye, Les origines du culte des martyrs, p. 33).

La piedad de los fieles se manifestó pronto invocando a los mártires, encomendándose a ellos, dirigiéndoles sus oraciones –y más tarde todos los santos en general-. San Ambrosio exhorta a los fieles a dirigir sus plegarias a los mártires, ya que son nuestros intercesores y obtienen para nosotros el perdón de los pecados (cf. De Viduis 9,55: “possit rogare pro nobis… nunc iam possunt pro nobis, et pro omnibus impetrare…”).

Leer más... »

25.04.22

La universalidad del Calendario general de la Iglesia (Mártires - VI)

san carlos lwanga En el calendario universal hay santos y mártires especialmente relevantes, de culto más extendido en toda la Iglesia, de todos los estados de vida cristianos, tanto de los primeros siglos como del siglo XX, y de todas las naciones:

  • Policarpo de Esmirna, a principios del siglo II, o la carmelita descalza Teresa Benedicta de la Cruz, en 1942, en un campo de concentración nazi;
  • santa Cecilia, mártir romana, o san Bonifacio en Alemania, en el siglo VIII;
  • Cipriano de Cartago, África romana, en el siglo III, o Tomás Moro en Inglaterra en el siglo XVI;
  • san Vicente o san Lorenzo, diáconos en el siglo III, o las carmelitas descalzas de Compiègne (Francia) con la Revolución Francesa, en 1792;
  • los protomártires de la Iglesia romana, bajo el emperador Nerón, san Pedro de Verona, dominico, en el norte de Italia (1252) o en Uganda, san Carlos Luanga y compañeros en el siglo XIX;
  • el polaco Maximiliano Mª Kolbe en un campo de concentración nazi o Lorenzo Ruiz, dominico, y compañeros mártires en Japón, en 1637;
  • Águeda, en Sicilia, en el siglo IV, o Andrés Kim Taegón y 102 compañeros en Corea, en 146, o los mártires de Vietnam Andrés Dung-Lac y compañeros también a lo largo del siglo XIX;
  • Ireneo y los mártires de Lyon (Francia) en el siglo III o Pablo Miki y 26 compañeros mártires en Nagasaki (Japón), en el siglo XVI;
  • Catalina de Alejandría (Egipto) a principios del siglo IV o Adalberto, obispo de Praga, mártir en el 997;
  • Blas, obispo de Sebaste (Armenia), en el 316 o Fidel de Sigmaringa, capuchino, martirizado en Suiza en 1622;

    Leer más... »

18.04.22

El calendario litúrgico: nacimiento y desarrollo (Mártires - V)

“El culto de los santos comenzó por el culto de los mártires” (Garrido, M., Curso de liturgia romana, Madrid 1961, 519)

cristo El culto a los mártires nació localmente: cada Iglesia (diócesis) veneraba la memoria de sus mártires, en sus sepulcros (o memorias), junto a sus reliquias.

El hecho de reunirse junto al sepulcro del mártir en su dies natalis o el día de su depositio, dio lugar a los calendarios litúrgicos: se anotaba el nombre del mártir, el día de su memoria y el lugar de la depositio de sus restos, donde se celebraba la Eucaristía. Por ello, la celebración del aniversario de los mártires hace que cada Iglesia tenga una lista que se elabora cuidadosamente.

“Nadie olvidará la fecha de un acontecimiento glorioso entre todos, y, al año siguiente, la comunidad, obispo a la cabeza, se reunirá junto a la tumba, para celebrar el aniversario; ahora será así todos los años, en el día de la deposición. Este día se quedó grabado en la memoria de la generación contemporánea, que lo enseñará a sus descendientes. Evidentemente, cuando las víctimas se multiplicaron, esto condujo a tomar nota, como san Cipriano prescribió hacerlo en Cartago, de los días de la muerte o de la deposición de cada uno. Cerrada definitivamente la era de las persecuciones, el martirologio de cada Iglesia se encontraba sino escrito, al menos constituido y en pleno vigor por la práctica y la observancia de los aniversarios” (Delehaye, Les origines du culte des martyrs, pp. 68-69).

Interesante es el mandato que prescribe san Cipriano:

“Finalmente, debéis tomar nota también del día en que fallecen, para que podamos celebrar su memoria entre los mártires; aunque Tértulo, nuestro hermano, tan entregado y fiel, en medio de sus ocupaciones, con el cuidado y el celo que pone en toda clase de servicio a los hermanos, sin olvidar tampoco lo que se refiere a los cuerpos, me ha ido escribiendo los días en que, encontrándose en prisión, nuestros hermanos bienaventurados salen de este mundo con muerte gloriosa hacia la eternidad, y nosotros ofrecemos aquí oblaciones y sacrificios en su conmemoración, cosa que pronto, con la ayuda de Dios, celebraremos también junto a vosotros” (Ep. 12,2).

Leer más... »

6.04.22

Las «Actas de los mártires» y las «Passiones» hispanas, origen y uso en la liturgia (Mártires - IV)

Mártires cristianos en el Coliseo, Konstantin Flavitsky

La redacción de las Actas de los mártires y de las “Pasiones” atestigua la consolidación y expansión del culto a los mártires a partir del siglo III.

Con amor, la Iglesia procuró conservar las Actas judiciales de los martirios siempre que fuera posible y que hubiesen sido sometidos a juicio; también se desarrolló el género hagiográfico de la “Passio” o Pasión del mártir, en la cual, aportando datos de su vida, narra con detalle los sufrimientos que padecieron, su glorioso martirio y en muchos casos la deposición de sus restos en las sepulturas, con el honor de la Iglesia. Estas Pasiones son un relato pensado para ser leído eclesialmente, en la liturgia.

Las Pasiones se empleaban ya en Cartago y de ahí fácilmente se difundió su uso litúrgico en España (como muchos otros elementos que dejaron su impronta en el rito hispano-mozárabe). “Se atribuye, generalmente, la buena calidad de la hagiografía africana al uso de leer las Pasiones en las reuniones litúrgicas, circunstancia que les aseguraba, al menos en cierta medida, la estabilidad propia a los textos consagrados por el uso eclesiástico” (Delehaye, Les origines du culte des martyrs, p. 372).

Leer más... »

28.03.22

El origen del ciclo santoral en el año litúrgico (Mártires - III)

Diácono del Liber Testamentorum

El germen histórico del culto a los santos nació, así pues, con los mártires. El concepto de “santo” ha sido tomado de modo diverso en el curso de la historia. Cuando hablamos hoy de un santo, entendemos generalmente una persona de una fe y una conducta moral extraordinarias, y que la Iglesia así lo reconoce y propone a todos, lo canoniza, es decir, lo presenta como “canon”, norma de vida cristiana, aprobando su culto e intercesión. Sin embargo “hasta mediados del siglo IV los cristianos consideraban santos propiamente sólo a los mártires, los que habían dado la vida por la confesión de la fe” (Olivar, A., “La historia del culto a los santos y de los martirologios”, en Phase 42 (2002), p. 287).

El culto a los santos comenzó con el honor tributado a los mártires porque se veía en el mártir al perfecto imitador de Cristo (Cf. S. Clemente de Alejandría, Stromata IV, 4, 15; 9, 75).

En el mártir, de modo eminente, se ha realizado en su plenitud el Misterio pascual del Señor, su muerte y su resurrección. Vivieron y reprodujeron el Misterio pascual de Cristo:

“Estos mártires son hombres y mujeres que han realizado plenamente en su vida real la presencia de Cristo y de su Cruz que se les había dado por el Misterio sacramental. Y son también hombres y mujeres que han cumplido, como podemos verlo, este “paso” definitivo, por medio de la Cruz, del mundo de hoy al mundo del futuro, al mundo de la Resurrección. La celebración de la “memoria de los mártires”, tal como la llamaba la Iglesia antigua, es por tanto la celebración en la que el Misterio de la Cabeza se cumple en el Cuerpo, es la verificación, si podemos emplear este término, de la afirmación de san Pablo: “si sufrimos con él, seremos glorificados con él”” (Bouyer, L., La vie de la liturgie, Paris 1960, p. 268).

Leer más... »