Novedades y rúbricas en el Misal (y IV)

El Capítulo VI de la Ordenación General del Misal Romano se titula «Requisitos para la celebración de la Misa».

Ninguno de los cambios introducidos son sustanciales, sino algunas modificaciones, adiciones y supresiones. Veámoslo para ajustarnos, con fidelidad, a lo que la Iglesia determina.

El pan para la Eucaristía es descrito en OGMR 320-321: El pan eucarístico ha de ser de trigo tal como Cristo lo empleó. La Iglesia considera esto de institución divina y, por tanto, inmutable. La Iglesia latina, además, emplea pan ázimo, pan sin levadura.

Por la forma, color, e incluso grosor, se pide que «aparezca como verdadero alimento», porque esta característica pertenece a la esencia del sacramento. Debe confeccionarse de modo y tamaño que pueda realmente partirse en varios fragmentos. Dice entero este número 321 de la OGMR:

«La naturaleza del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, con el cual sencillamente se designaba la Eucaristía en los tiempos apostólicos, manifestará claramente la fuerza y la importancia de signo: de unidad de todos en un único pan y de caridad por el hecho de que se distribuye un único pan entre hermanos».

La OGMR 322 señala que el vino ha de ser de uva, natural y puro, sin mezcla de sustancias extrañas.

Para la Santa Misa hay que tener sumo cuidado en cuidar el pan y el vino. Dice OGMR 323 sobre el cuidado sobre la materia eucarística: siempre en perfecto estado, «que el vino no se avinagre y que el pan no se corrompa ni se endurezca tanto como para que sea difícil luego partirlo».

Importante la afirmación de OGMR 328: Los vasos sagrados deben hacerse con metales nobles, por respeto y honor al Cuerpo y Sangre del Señor. La parte interior debe cubrirse con oro si no son de metales nobles o pueden oxidarse. Por tanto, ni cálices ni patenas de cristal, madera, cerámica o barro… que son porosos y frágiles…

Y añade OGMR 329: Se pueden usar otras materias si son sólidas, no se rompen fácilmente ni se corrompan, pero estas materias, según las culturas, debe determinarlo la Conferencia de Obispos y la Sede Apostólica.

Sobre la patena, OGMR 331: La patena debe ser suficientemente amplia para contener hostias, no sólo la del sacerdote, sino para los demás ministros y fieles. Por tanto, mejor el uso de una patena grande y no meramente una patena con la forma del sacerdote y otro vaso sagrado con las demás formas: «Para las hostias que serán consagradas puede utilizarse provechosamente una patena más amplia en la que se ponga el pan, tanto para el sacerdote y el diácono, como para los demás ministros y para los fieles».

La patena y el cáliz tienen un uso santo: contener el Cuerpo y Sangre de Cristo. Por eso OGMR 332 señala que la forma de los vasos sagrados debe significar su función y la patena asemejarse a un plato o fuente y el cáliz a una copa, pero deben distinguirse de los que se destinan al uso cotidiano.

El sentido de santidad de la liturgia y su sacralizad se expresan, entre otras formas, con el uso obligatorio de las vestiduras sagradas para los ministros. A ese punto se dedica la OGMR 335. Trata de las vestiduras sagradas –obligatorias para la celebración de la Santa Misa, siempre, incluida la casulla para el celebrante- ejercen una función pedagógica por ser signo de una realidad interior (cada ministro se reviste según su grado y función) y actuar in persona Christi y también contribuyen al decoro de la celebración; su dignidad y belleza manifiestan el valor o importancia de la Eucaristía.

Por último dos números de la OGMR, 349-350, para algunos elementos importantes de la celebración de la Santa Misa, dedicados al leccionario y al Evangeliario y a la cruz (procesional y de altar).

El leccionario y el Evangeliario contienen la Palabra de Dios escrita y siempre han sido tratados con dignidad, cuidando incluso su encuadernación, con miniaturas, etc. Se pide ahora que sean «verdaderamente dignos, nobles y bellos». Hay que eliminar cualquier uso de folletos, subsidios, fotocopias, etc.

La cruz procesional y la cruz de altar se deben cuidar, por estar en especial vinculación con el altar.

Y en general, y para todo lo que se emplee en la liturgia, deberá regir esta norma: «Procúrese diligentemente que también en las cosas de menor importancia, se observen oportunamente los postulados del arte y que siempre se asocie la noble sencillez con la elegancia» (OGMR 351).

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