InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: Agosto 2019

26.08.19

Hay un océano escondido de bien

Como hijo obediente de la Iglesia, colaboro en la difusión del Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común. Si pinchan el enlace lo pueden leeer completo. Pego aquí un par de párrafos. Pero les recomiendo que lean el documento completo:

Nos dirigimos a los intelectuales, a los filósofos, a los hombres de religión, a los artistas, a los trabajadores de los medios de comunicación y a los hombres de cultura de cada parte del mundo, para que redescubran los valores de la paz, de la justicia, del bien, de la belleza, de la fraternidad humana y de la convivencia común, con vistas a confirmar la importancia de tales valores como ancla de salvación para todos y buscar difundirlos en todas partes.

Yo pensaba y creía firmemente que la salvación para todos venía de Cristo: no de los valores. Es más. Sigo pensando y creyendo lo mismo: no hay otro Salvador que Jesucristo.

Otro párrafo:

La libertad es un derecho de toda persona: todos disfrutan de la libertad de credo, de pensamiento, de expresión y de acción. El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un estilo de civilización que los demás no aceptan.1

Hoy ha señalado el Santo Padre que «aunque desafortunadamente a menudo es noticia el mal, el odio, la división, hay un océano escondido de bien que crece y nos hace esperar en el diálogo, en el conocimiento mutuo, en la posibilidad de construir, junto con los creyentes de otras religiones y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, un mundo de fraternidad y de paz».

Construyamos todos juntos un mundo de fraternidad y de paz. ¿Lo imaginan?

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23.08.19

¿Cisma?

Hace unos días leí la noticia de que la mitad de los católicos norteamericanos creen que la presencia de Cristo en la Eucaristía es puramente simbólica. La otra mitad, obviamente, sí creerá en la presencia real de Cristo en la Hostia Santa. Mitad y mitad. Así está la Iglesia hoy: la noticia es perfectamente extrapolable a toda la Iglesia. Sin ánimo de establecer verdades estadísticas, me parece a mí que, hoy en día, la mitad de los católicos son modernistas y apóstatas y la otra mitad (seguramente menos de la mitad) son verdaderos creyentes. El cisma es real, aunque (todavía) no formal. Pero resulta más que evidente. Mi fe no tiene nada que ver con la del P. James Martin SJ o con la de sor Lucía Caram, por poner solo algunos ejemplos. Mi fe no tiene nada que ver con el Instrumentum Laboris del próximo Sínodo de la Amazonia. Y cuando digo nada es nada.

Los modernistas, en realidad, no creen en nada. Y por supuesto, no creen en la transubstanciación. “Eso es algo del pasado que ya no vale para los tiempos actuales”, dicen los herejes.

La civilización católica es básicamente la Santa Misa. Nosotros creemos lo que celebramos y celebramos lo que creemos. Y el católico quiere vivir en gracia de Dios para ser santo a los ojos de Dios. Así lo dice el Catecismo:

1327 En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: “Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar” (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 4, 18, 5).

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16.08.19

Purgas estalinistas

Una de las noticias del verano en el ámbito eclesial – junto con el apóstata Instrumentum laboris para el próximo Sínodo de la Amazonia –  está siendo la intervención manu militari del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para el estudio del matrimonio y la familia. Lo que más ha escandalizado es la purga estalinista que han perpetrado despidiendo sin contemplaciones a algunos de sus profesores más emblemáticos. Lo que suena a demasiado católico sobra. Algunos son demasiado ortodoxos, demasiado “rigoristas”… Algunos se empeñan en defender la verdadera y la santa doctrina. Algunos se empeñan en defender la Tradición, la liturgia, la moral católica… Y eso molesta.

Les molesta a los católicos liberales, a los que quieren una nueva iglesia de un nuevo paradigma. Porque hay un catolicismo cobarde y fofo, aterrorizado ante el mundo y sin temor de Dios, que adula al Enemigo en congresos de organizaciones y en universidades; que abraza y bendice a quienes propugnan toda clase de aberraciones y abominaciones en desfiles demenciales, blasfemos e impúdicos; que da un sucio beso de paz a los comunistas y a las estrellas del cine y la televisión que desprecian a Cristo e insultan a su Iglesia. Hay un catolicismo nauseabundo y flácido que se codea con la jet en Marbella, acude a rastrillos solidarios con los ricos, entre caviar  y champán, mientras dice defender a los pobres y excluidos. Hay un catolicismo que pretende normalizar lo anormal y lo monstruoso. Hay monjas blasfemas que defienden el aborto y curas herejes que justifican la eutanasia y bendicen el pecado. Hay cardenales que se acuestan con seminaristas y curas que se casan con sus parejas homosexuales. Hay un cristianismo blasfemo que dice que Jesús era comunista y que los comunistas y los católicos pensamos lo mismo y creemos lo mismo. Hay un catolicismo patético y apóstata que corre como las ratas hacia un barco que se hunde, aferrándose a un mundo moderno que se muere de nihilismo. Hay un catolicismo sin vergüenza ni fe que espera un Reino de Dios puramente mundano y un mesías secular que conduzca al mundo hacia unas Naciones Unidas que funcionen; hacia un gobierno global que nos traiga la paz, la prosperidad sostenible; la liberación de la enfermedad, de la vejez y de la muerte. Y sobre todo, un gobierno global que nos salve de nosotros mismos, que nos diga qué alimentos tenemos que comer, cuántos hijos podemos tener y cuántas veces tenemos que mantener relaciones sexuales y con quién.

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