Esperando el Regreso del Rey

“Sé que todos los tiempos son peligrosos y que en todas las épocas, las mentes serias preocupadas, atentas al honor de Dios y a las necesidades del hombre, son proclives a pensar que ninguna época ha sido tan peligrosa como la propia. Sin embargo, aún admitiendo esto, pienso que las pruebas que tenemos por delante son tales que habrían espantado y confundido corazones tan valerosos como los de San Atanasio, San Gregorio I o San Gregorio VII. Y que ellos confesarían que, por más oscura que haya sido la perspectiva de sus respectivas épocas, la nuestra posee una oscuridad de un género diferente a cuanto haya existido antes.”  Eso escribía San Juan Enrique Newman. Y sus palabras no pueden resonar más actuales ni podrían describir mejor lo que nos está tocando vivir a nosotros en estas primeras décadas del siglo XXI.

Todo suceso histórico, visto desde la fe, resulta providencial, casi sacramental, y forma parte de un designio divino anterior a la misma existencia de la historia. La actual pandemia también. Parece que en nuestros tiempos ha llegado la hora de un despertar de las potencias del mal, predicha explícitamente por la Sagrada Escritura. En el liberalismo burgués, Newman vislumbraba un esfuerzo posiblemente supremo de las potencias del mal por eliminar del mundo las energías salvadoras de la cruz. Y no le faltaba razón a la vista del actual estado de cosas.

Podemos perfectamente considerar a Kant como el padre de la Modernidad. El principio de que todas las personas tenemos derecho al mismo respeto ha pasado de la filosofía moral kantiana a la propia esencia del Estado de Derecho liberal. La ética kantiana consiste, en resumidas cuentas, en el respeto mutuo entre seres racionales autónomos. La dignidad de la persona es inviolable y el individuo es un fin en sí mismo. Esto es a lo que Kant denomina el “Reino de los Fines”, magnífica contraposición antropocéntrica del concepto católico de “Reino de los Cielos”. Desde el principio, la Modernidad nace como oposición a la Cristiandad. Para el cristiano el fin es Dios: Cristo es el principio y el fin. Para el hombre moderno, el principio y el fin es él mismo porque no hay nada más allá. La Modernidad es la pretensión de construir una nueva civilización que prescinda de Dios y que ponga al hombre en el centro de todo: la persona humana ocupa ahora el lugar de Cristo y se convierte a sí mismo en principio y fin. El hombre se redime a sí mismo: es el nuevo pantocrátor, el nuevo creador de todo cuanto existe y de sí mismo. El hombre se autodetermina y es libre para que su voluntad lo convierta en lo que él mismo desee.

La condición de persona, según Kant, supone la imputabilidad de sus acciones; es decir, implica que es responsable de sus actos y capaz de autodeterminarse según principios morales y jurídicos. La persona es dueña de sus actos y responsable de sus acciones. El fundamento de la dignidad de la persona es su autonomía: el hombre es valioso en sí mismo en virtud de su capacidad de actuar libre y racionalmente. El hombre autónomo no depende de nada ni de nadie: tampoco de Dios. Y no debe obedecer ninguna ley que no haya legislado él mismo. La Ley de Dios ha quedado derogada para el hombre moderno. No se acepta ninguna heteronomía ni, mucho menos, una teonomía. El hombre “mayor de edad” es plenamente autónomo, independiente y desobediente de cualquier ley que no haya dictado y aprobado él mismo.

Ahora bien, no todo ser humano desde el punto de vista biológico puede ser considerado como persona, según la filosofía de Kant. Habría seres humanos que no serían personas porque no son autónomos ni pueden autodeterminarse ni son responsables de sus actos: embriones y fetos, niños, enfermos dependientes, ancianos, seres humanos en estado de coma, enfermos mentales, dementes… Los seres humanos que no cumplen los requisitos de ser personas, serían para Kant simplemente cosas: quien no es fin en sí mismo autónomo posee únicamente valor instrumental. En el Reino de los Fines lo que no tiene dignidad tiene precio. Por eso el mundo moderno se permite comerciar con órganos para trasplantes o con restos de fetos abortados para elaborar cremas antienvejecimiento o vacunas contra pandemias. Y los niños se compran y se venden en vientres de alquiler. Y se experimenta con embriones humanos… Y la vida de ancianos, enfermos y dependientes supone un gasto insostenible en pensiones, sanidad y ayudas a la dependencia y para ahorrar costes, se aprueba una ley de eutanasia que alivie los gastos de las arcas públicas: muerto el perro, se acabó la rabia. Si los viejos mueren, dejamos de pagarles la pensión y problema resuelto.

La civilización cristiana predica la compasión, la misericordia y la caridad hacia los más desvalidos porque todo ser humano ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza e independientemente de su edad, de su estado de salud o de sus capacidades, su condición de causa segunda, de criatura de Dios, no decae. La vida del ser humano es sagrada desde el momento mismo de la concepción hasta su muerte natural y toda vida humana debe ser protegida con la ternura y el amor que se merece por amor de Dios. Los católicos queremos hacer la voluntad de Dios: no la nuestra; y obedecer sus Mandamientos, que son Ley Divina y no humana.

Pero el mundo moderno combate abiertamente a la civilización cristiana. Lean a Nietzsche:

Los débiles y malogrados deben perecer; tal es el axioma capital de nuestro amor al hombre. Y hasta se les debe ayudar a perecer. ¿Qué es más perjudicial que cualquier vicio? La compasión activa con todos los débiles y malogrados; el cristianismo…

La Modernidad es enemiga de Dios. Y sigue Nietzsche: “La compasión del cristianismo atenta contra la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Preserva lo que debiera perecer; lucha en favor de los desheredados y condenados de la vida”. Y concluye el filósofo alemán, en El Anticristo, que “nada hay tan malsano como la compasión cristiana”.

Ni la moral ni la religión corresponden en el cristianismo a punto alguno de la realidad. Todo son causas imaginarias (“Dios”, “alma”, “yo”, “espíritu, del libre albedrío”, o bien “el determinismo”); todo son efectos imaginarios (“pecado”, “redención”, “gracia”, “castigo”, “perdón”). Todo son relaciones entre seres imaginarios (“Dios”, “ánimas” “almas”); una teleología imaginaria (“el reino de Dios”, el “juicio Final”, “la eterna bienaventuranza”).

Para el mundo moderno, no hay Dios y si no hay Dios - porque Dios ha muerto - no hay una ley moral universal, no hay Ley de Dios. El hombre está por encima del bien y del mal. El hombre autónomo es libre para decidir lo que es bueno y malo, lo que se puede hacer y lo que no. De este modo el parlamentarismo liberal se ha convertido en la nueva divinidad, el nuevo ídolo, que con la legitimidad que le da su representación de las mayorías, determina los derechos y las obligaciones de los ciudadanos y legisla desde la nube de su Sinaí particular los nuevos mandamientos del hombre autónomo autodeterminado, de modo que lo que para Dios es pecado, para el Anticristo deviene derecho (aborto, eutanasia, divorcio, desfiguración de la familia y el matrimonio…). Lo que para Cristo es virtud, para el Anticristo es pecado. Lo que para Cristo es pecado, para el Anticristo es virtud. Y así estamos en esta situación de apostasía clamorosa. El mundo occidental está cambiando la civilización cristiana por una nueva era de barbarie pagana donde prima la decadencia y se adora el placer como única felicidad posible: culto al cuerpo, al orgasmo, adoración a Dionisos, liturgia de la bacanal, pornografía, prostitución… Un mundo donde toda práctica sexual es aplaudida y cuanto más pervertida sea, mejor. Y en este Reino de los Fines, en medio de esta orgía permanente, se rinde culto a la Madre Naturaleza, que es nuestra casa común y se sacrifican niños y ancianos al Moloc de la sostenibilidad, de la economía circular y de la ecología integral, implorando así que la sangre inocente vertida aplaque los efectos del cambio climático y reduzca el impacto de las emisiones de carbono a la atmósfera. Para los malthusianos darwinistas sobramos la mitad de la población mundial (si no más).

Decía Newman que “así como la primera venida del Señor tuvo su precursor, así también lo tendrá la segunda. El primero fue “Alguien más que un profeta”, San Juan Bautista; el segundo será más que un enemigo de Cristo, será la misma imagen de Satán, el pavoroso y aborrecible Anticristo”. El mundo moderno si no es el Anticristo, se le parece mucho. La gran apostasía ya la estamos viviendo y padeciendo.

Pero nosotros esperamos el regreso del Rey y el fin de este mundo - del Reino de los Fines - puede ser repentino. Cristo, de un momento a otro, puede venir a juzgar, a salvar y a condenar. Todo lo que no sea prepararse para ese momento en el que nos encontraremos cara a cara con Cristo es pura vanidad.

Conversión y penitencia.

¡Ven, Señor Jesús! 

 

12 comentarios

  
Mª Virginia
¡Dios te bendiga, Pedro, por este post! Gracias por cada palabra.
22/12/20 4:39 PM
  
Feri del Carpio Marek
Muy buen artículo, católico y ponderado.

Así como fueron varios los precursores de la primera venida de Cristo (todos los profetas, notablemente Isaías, Miqueas, Malaquias, Zacarías), de lis cuales Juan el Bautista fue el mayor, así también hay varios precursores anticristos, de los cuales el Anticristo será el precursor de la segunda venida de Cristo. Entre esos precursores destacan Lutero, Kant, Darwin, Nietzsche, Marx, Maltus. Notemos que la perversidad de estos anticristos radica en las palabras más que en las acciones, al igual que la gloria de los profetas radica más en sus anuncios que en eventuales gestas que podrían haber realizado. Por eso el combate al Anticristo debe hacerse sobre todo con el anuncio de la segunda venida de Cristo, como bien lo hizo el P. Castellani, y como bien lo persiguió la Iglesia farisea por hacerlo.
22/12/20 5:36 PM
  
Jorge Alberto
Y ahora se discute sobre la licitud o ilicitud de recibir vacunas elaboradas con restos de ciertos fetos abortados. ¿Una fisura al principio, una grieta al final?
22/12/20 6:22 PM
  
Néstor
Excelente. Pobre Nietzsche, no le dio más que para ser un darwiniano del montón.

Saludos cordiales y Feliz Navidad.
22/12/20 6:48 PM
  
Maria Alejandra
Gracias, sr. Llera. Su artículo es claro y luminoso. Una exposición maravillosamente esclarecedora. Que Dios le bendiga. Feliz Navidad para usted, su familia, los comentaristas y cuantos hacen posible esta impagable página web.
22/12/20 8:35 PM
  
mercedes
Muy bueno.Antes de la llegada de Cristo,tengo entendido,que vendrá la guerra de Gog y Magog(algo así) y los judíos se convertirán,además de la gran apostasía,que estamos viendo crecer a gran ritmo.
23/12/20 4:32 AM
  
Juana
Ven, ven Señor no tardes, ven, ven que te esperamos!!
Me ha encantado su artículo Pedro. Muy esclarecedor de lo que estamos viviendo.
Feliz Navidad!!
23/12/20 10:50 PM
  
hornero (Argentina)
Muy importante y oportuno para nuestro mundo actual, reflexionar sobre la Venida de Cristo y la derrota del anticristo, la caída estrepitosa de la Babilonia mundial, que ya está cayendo, y el triunfo del Corazón Inmaculado de María, la Señora Vestida de Sol que pisará y aniquilará por la Virtud de Cristo al demonio. Luego de lo cual será "restablecida la armonía primitiva" (Pío XII), "Cruzado el umbral de la Esperanza" (S.J.P.II), RESTABLECIDO EL PARAÍSO TERRENAL (Mens. de la Virgen al P. Gobbi), porque la AURORA DE MARÍA está transfigurando, de modo invisible o poco visible aún, la Iglesia, la humanidad y el universo todo, por la LUZ DE LA GLORIA DE CRISTO. María nos ayuda a comprender el APOCALIPSIS en el que estamos inmersos, la transición del mundo del “hombre viejo”, al mundo del “hombre nuevo”, en el que Cristo se MANIFIESTA de modo creciente (Col 3,4). “Ha llegado el Día, ¿Y, no lo ven? Ha llegado la Misericordia. ¿Y, no la aceptan?” (Jesús en S. Nicolás).


24/12/20 10:48 PM
  
Juana de Arco
¡Excelente! De lo mejor que he leído últimamente. Si esto que estamos viviendo no es la antesala de la Parusía, por lo menos es el mejor ensayo que se haya visto... Lo que más duele es que la cabeza de la Iglesia esté del lado de los enemigos... ((Quién sabe si no publican mi comentario...) Vivo en Estados Unidos y lo que se nos viene encima, ¡es de terror! Pero Dios sigue vivo y no hay noticia de que esté enfermo. Así que, ¡arriba el corazón y Felices Pascuas de Navidad!
25/12/20 5:22 AM
  
Tengrado
No solo del rey del cielo Jesucristo que vendrá, también esperamos para ya, un rey humano, el gran monarca, el guerrero del tajo, que empezando por Iberia y luego en el resto del orbe cristiano, resista al anticristo y al falso profeta que ya vienen, hasta la venida de Jesucristo.
29/12/20 3:43 PM
  
alma
Y que tengan que ser laicos los que hablen así, mientras los pastores con sus báculos dan la callada por respuesta.Que pena., pero ya estaba profetizado que hasta las piedras hablarian.
31/12/20 12:38 AM
  
Pablo
La aceptabilidad moral que admite el uso de vacunas procedentes de restos humanos es provisoria y condicionada. Así que la instrucción también lo es.

Anteriormente a 2005 nunca se dijo que fuera lícito, ni tampoco que fuera ilícito, es decir, no sancionaba ni positiva ni negativamente. Tampoco utilizaba el término "no es ilícito" cuyo sentido es suspensivo y, como tal, "aceptable moralmente". Es similar al "consta, consta no sobrenaturalidad, no consta sobrenaturalidad".

Por lo tanto, el único motivo exculpatorio es la falta de elementos de juicio ante la aparición de vacunas basadas en líneas celulares humanas procedentes de abortos. Es imposible saber, para un no entendido, si la vacuna procede o no de células fetales y es una ignorancia no culpable.

Hasta ese momento, las vacunas infantiles habían sido desarrolladas a partir de células de animales (simios y pollos) -vacunas monocomponente- siendo la -vacuna triple vírica- la primera en usar líneas celulares humanas (se introduce en España a partir de los 80).

Los que son mayores de 40 años recordarán las vacunas monocomponentes o en su defecto los casos de sarampión, rubeóla o paperas tan frecuentes en la población infantil de la década de los setenta. Enfermedades propias de la edad sin mayores consecuencias o con una incidencia mínima. Los virus más graves (tétanos o varicela) se combatían aplicando la vacuna -monocomponente- ante los primeros indicios o posibilidad de la enfermedad.

El problema surge cuando retiran de la circulación las derivadas de animales y sólo permiten la comercialización de las triple vírica o la tetravírica (células humanas), eliminando cualquier alternativa. Y eso ocurre ya antes de 2005, año en que se publica la primera nota y se estipula la "falta de alternativas", como es el caso en diversos países. Hasta entonces convivían las procedentes de animales con las humanas.

Los efectos de estas enfermedades víricas sobre la salud de los niños y embarazadas no han sido estudiados en profundidad, básicamente, porque son abortados antes en el seno materno (la primera vacuna en España es de 1979). No hay pruebas de que el porcentaje de retraso mental haya disminuido por la administración de estas vacunas ya sean procedentes de animales o de seres humanos.

En definitiva, eugenesia pura y dura (vacunas esenciales las denomina la OMS) pero con resultados posiblemente catastróficos. El número creciente de casos de enfermedades neurodegenerativas entre jóvenes e infertilidad en las parejas puede ser fruto de la senescencia de los cultivos celulares humanos (a diferencia de los animales). Eugenesia, en nombre de la prevención, como ocurre con la vacuna del papiloma humano que es administrado bajo el supuesto de promiscuidad sexual.
03/01/21 3:01 PM

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