Recapitulación de los procedimientos antilitúrgicos

Es necesario que llegados a este punto nos detengamos a considerar los insignes ultrajes de los que la Eucaristía ha sido objeto en el seno mismo de muchas naciones católicas. Es en ello donde descubrimos la malicia de Satanás.

Al principio de esta historia de la Liturgia mostramos como los cátaros y los valdenses tendían a eludir la divina misericordia del Salvador presente bajo las especies eucarísticas, predicando por doquier que si el sacerdote no está en estado de gracia, no consagra; de donde se seguía que siendo Dios el único que conoce el corazón del hombre, el fiel no podía conocer ni creer en la presencia de Cristo en la hostia que recibía en la comunión, ya que ello estaba únicamente asociado al conocimiento o ciencia que Dios tiene del interior del hombre.

A nuestros antiliturgistas, que no se atrevieron a negar la divina Eucaristía, les pareció mejor arremeter contra ella de una triple manera.

Como objeto de la fe de los fieles

Como sacrificio de propiciación por la salvación del mundo

Como alimento vivo del cristiano en la tierra

Veamos los detalles.

Si hubieran estado orgullosos de ver al Salvador de los hombres recibir el homenaje de la piedad pública en el “Misterio del Amor”, ¿por qué esos edictos, esos decretos sinodales prohibiendo la exposición del Santísimo Sacramento? ¿Por qué esa obsesión por apagar las velas que se consumían en el altar en signo popular de gozo y amor a Dios? ¿Por qué esa manía de servirse del copón, que oculta la Sagrada Forma, en vez de la Custodia que nos la muestra envuelta de una corona radiante, verdadero triunfo para la piedad devocional?

¿Por qué tantos escritos y tantos reglamentos hostiles al rito de la Exposición Mayor del Santísimo en tantos países? ¿Por qué degradar litúrgicamente en tantos breviarios y misales la Fiesta del Corpus Christi, cuando fue instituida en el máximo rango de las solemnidades de la Iglesia? ¡Que oscuros años y terribles personajes los que pensaron que todo ello era un exceso! No querían que la Eucaristía fuese el objeto de la fe de los fieles, predicaban un Evangelio desencarnado del corazón del hombre y un Jesucristo que más que mostrar el camino del Amor infinito de Dios a los hombres, predicaba a las multitudes lo estrecha que es la puerta que lleva a la salvación y cuán pequeño es el número de los elegidos. Jansenismo puro y duro. Como el de nuestros días entre el progresismo: una Iglesia hecha de pequeñas elites que sí han comprendido la “radicalidad del Evangelio y su opción por los pobres”. ¿Piedad eucarística? Cero. ¿Acceso a los sacramentos? Hay que negarlos a todos los que no conozcamos y formen parte militante de la comunidad. Se refieren a su élite, claro está. El pequeño numero de los elegidos típico del jansenismo.

En cuanto al Sacrificio en él mismo. ¿Qué no habrán hecho los antiliturgistas para hacer disminuir la noción sacrificial en el espíritu de los pueblos? El altar les molesta, querrían únicamente una mesa. Quitarán la cruz y los candelabros de él como en Troyes y en Asnières; las reliquias y las flores como en Toscana, perseguían así a Cristo incluso en sus santos, deseando que el altar de Dios estuviera desnudo y gélido como sus corazones.

Alrededor de ese altar, sobre los dones sagrados, se llevan a cabo ritos augustos, precedentes de tiempos apostólicos. Ellos conservarán sólo una parte, después de purgarlos de todo simbolismo, hasta convertirlos en usos vulgares y vacíos de realidad.

Una LENGUA SAGRADA envolvía, como si de una nube se tratase, la majestad de ese altar y los misterios que se desarrollaban: ellos prepararán la abolición de ese uso venerable, introduciendo la lengua vernácula hasta las profundas maravillas del santuario mediante sus “traducciones”, invitando al sacerdote en nombre de una quimérica antigüedad, a romper el silencio del canon, esperando la llegada de la abolición total del latín a favor de la lengua vulgar, tal como lo quería Calvino. ¿Acaso no han proclamado que únicamente la Biblia puede ser la fuente de producción litúrgica? ¿Acaso no han introducido la Sagrada Escritura a golpe de martillo queriendo componer un mosaico teológico a su gusto y placer con la Liturgia?

Y lo más grave para destruir la noción de Sacrificio: han repetido una y otra vez hasta la afectación que el “pueblo ofrece junto con el sacerdote”. Peligrosísimo abuso en una época de calvinismo camuflado, resaltando el “sacerdocio común de los fieles”, laicismo hermano del presbiterianismo que aparecería años más tarde con un triunfo inusitado en la “Constitución Civil del Clero”…

Vayamos a la Eucaristía considerada como alimento vivo del cristiano en esta tierra. Bajo este aspecto como en tantos otros, las teorías nacerán y cuajarán en Francia pero su aplicación tendrá lugar en muchos otros países. Los volúmenes de “La Comunión Frecuente” de Antoine d´Arnaud y el Ritual de Alet, ejercerán una enorme y sórdida influencia sobre la práctica sacramental de los fieles, procurando una máxima fundamental que perduró durante muchísimos decenios: que la comunión es una RECOMPENSA a una piedad avanzada y no, como de hecho es, el auxilio de gracia para una virtud principiante. No nos podemos llegar a imaginar hasta que punto esta máxima llego a producir innumerables deserciones al Santo Banquete. Los innovadores italianos además no se contentaron con ello: se aplicaron en ponérselo difícil a los fieles decretando que únicamente podían comulgar con hostias consagradas en la misa a la que habían asistido (prohibido comulgar fuera de la Misa, costumbre que abolirán instantáneamente). ¡Qué medio tan ingenioso para alejar de la comunión frecuente a tantos cristianos convenciéndoles que eran indignos de recibirla con frecuencia!

Pero la cólera del jansenismo aún se convertirá en mayor al ver instaurar en la Iglesia y en el corazón de los católicos, la confianza y no el temor en el Corazón de su Salvador…

Por ello en el próximo capítulo trataré de la importancia de la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús y de toda la devoción a ella asociada, imprescindible para comprender los primeros pasos de restauración litúrgica en la Francia de los albores del siglo XIX, tras el vendaval galicano-jansenista.

Dom Gergori Maria

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