La Misa Romana: Historia del Rito. Capítulo 5º: Las lecturas. Parte 2ª: La salmodia, el verso aleluyático y el tracto o aclamación al evangelio

Los cantos que hasta ahora hemos conocido deben todos su origen o a la necesidad de llenar pausas originadas por las procesiones (como el de entrada o introito) o son aclamaciones puestas en música posteriormente (como los kyries o el Gloria). En cambio, en el gradual o salmo responsorial y el verso aleluyático, nos encontramos por vez primera con auténticos cantos, que como tales se introdujeron desde el principio en la liturgia para expresar en forma poética los sentimientos de admiración y agradecimiento por la doctrina recibida en las lecturas. En estos cantos intermedios tenemos pues, los genuinos y más antiguos cantos litúrgicos. Prescindiendo de las misas feriales, nos encontramos hoy dos cantos antes del evangelio: el gradual o salmodia y el verso aleluyático o en sustitución suyo, el tracto o aclamación al evangelio. En principio el gradual o salmo seguiría a la primera lectura y el verso aleluyático a la epístola. Cuando únicamente hay una lectura, permanece la salmodia y el verso aleluyático uno detrás del otro, como permaneció durante el periodo en el que en las misas festivas y dominicales sólo quedó la lectura de la epístola y el evangelio (hasta el Novus Ordo de Pablo VI). Lo cual no impide que actualmente se considere el verso del aleluya más bien como anuncio del evangelio.


burra que andaba por el medio de la vía del tren. A lo lejos se oye el pitido de una locomotora a vapor, de esas que tanto echamos de menos los que hemos vivido de pequeños al lado de una vía ferroviaria. Pero el maño y la burra ni se inmutan. Según se acerca la locomotora, el maquinista toca el pito con más insistencia. Y entonces el maño, sin volver apenas la cara, va y suelta: “Chufla, chufla, que como no te apartes tú…”







