El Santo Padre ¿Sólo viene a bendecir la Sagrada Familia?
¿De verdad cree alguien que el Papa, el que hoy es cabeza de la Iglesia Católica, es decir Benedicto XVI, viene a bendecir la Sagrada Familia? ¿De verdad lo cree alguien? Me refiero, claro está, al mundialmente conocido y admirado templo de la Sagrada Familia, obra del genial Gaudí. ¿De verdad creen que viene a eso? ¿Y precisamente a Barcelona? El Papa, justamente ese Papa, ¿alguien cree que tiene como principal objetivo de su venida a Barcelona bendecir ese monumento de cuya dedicación al culto y a la gloria de Dios para santificación de las almas, pocos saben nada hasta el día de hoy? ¿Un templo que si de algo es símbolo lo es mucho más de la babilónica Barcelona que de la Iglesia Católica?
No nos engañemos. El Papa al ir a la anglicana Inglaterra, a la pérfida Albión como la llamaban los romanos, sabía que se metía en la boca del lobo. Pero tenía una gran misión que cumplir justo allí, en Inglaterra, y ahí fue a cumplirla, in situ. Sabía, ¡no iba a ser el único que no lo supiese!, que Sicilia es la madriguera de la mafia; y puesto que tenía que posicionar inequívocamente a la Iglesia sobre esta cuestión, fue al lugar en el que su voz iba a resonar con más fuerza. Y Benedicto XVI sabe, lo sabe perfectamente, que Barcelona es una de las capitales del anticatolicismo; sabe de la desafección de gran parte del clero hacia su persona; y sabe que esa desafección puede ser un factor de peso en el deslucimiento de su presencia en Barcelona. No ha oído con qué desapego hablan de esta visita tantos clérigos catalanes que se han erigido en únicos intérpretes fiables del Concilio Vaticano II, y qué profuso desinterés muestran por la visita de Su Santidad. No los ha oído. Ni ha escuchado la tibieza con que algunos de esos sacerdotes anuncian su visita, ni ha percibido el silencio resabiado de otros.