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6.05.09

Vives ya no cuenta para nada

Mucho se ha hablado y escrito sobre la última reunión de la plenaria de la Conferencia Episcopal, especialmente de la derrota del arzobispo electo de Toledo, Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, en las votaciones para el Comité ejecutivo y la Presidencia de la Comisión de medios de comunicación social. Sin embargo, han pasado notablemente desapercibidas las circunstancias que rodearon la elección de Presidente de esta última comisión. Aunque no es obligatorio, es normal que sea elegido uno de los miembros de la Comisión para el cargo. Hasta la salida del anterior Presidente, Monseñor Del Rio, la comisión la formaban por orden de antigüedad: el emérito Monseñor Antonio Montero; el obispo de Urgel, Monseñor Vives; el de Lérida, Monseñor Piris y el auxiliar de Oviedo, Monseñor Raúl Berzosa. Si se elegía como Presidente a un miembro de la comisión episcopal, el más antiguo era Vives, pues los eméritos no pueden presidirla. Sin embargo, nadie pensó en él. ¿Por qué? Simple y llanamente porque si se trataba de derrotar al candidato de Rouco, presentar a Vives no garantizaba la victoria. Por eso, se decidieron por Piris. Un candidato de la nueva iglesia catalana. Un obispo renovador y absolutamente alejado del periclitado talante Vives. El actual obispo de Urgel se halla ya completamente amortizado. No cuentan para nada con él. Representa, de forma palmaria, la derrota de una manera de concebir la iglesia catalana absolutamente en desuso. En un año ha sufrido dos ninguneos episcopales considerables. Y en ambos ha sido derrotado por representantes de la orientación renovadora catalana: en primer lugar, vio como Saiz Meneses le sucedía como Presidente de la Comisión de Seminarios y ahora ha sido Piris quien se ha alzado con la de la de medios de comunicación.

Hace unas semanas lo escribía en esta web: Vives debe pasar a la historia en la Seu d’Urgell. La anhelada promoción de Vives como sucesor de Sistach o, en su caso y como premio de consolación, suceder al sucesor de aquel, resulta, hoy en día, absolutamente descabellada. No ya por el triste historial del actual copríncipe, ni por su pasado contestatario, cuando formó parte del Forum “Home i evangeli”, que decía representar, en el año 1984, al sector progresista católico de la archidiócesis de Barcelona, sino porque jamás se recuerda la promoción de un obispo de una diócesis pequeña a un arzobispado sin una mínima presencia en la conferencia episcopal o, al menos, con la consideración de los demás prelados.

Se lo vengó diciendo desde hace ya tiempo: El cronómetro está en marcha y no hay vuelta atrás. La iglesia catalana se está renovando y otras personas portan su estandarte. No solo obispos, como recordaba en La Vanguardia este domingo nuestro buen amigo, Albert Manent Segimón (Premià de Mar, 1930). Existen sacerdotes ejemplares que llenan sus iglesias y los pujantes nuevos movimientos están formados por muchísimos laicos. Tan catalanes como Manent. Aunque más jóvenes. Pero es que los que seguro que no la van a transformar son este grupo tributario del Forum “Home i Evangeli”. Recordemos sus promotores, además de Vives: Angel Alcazar, Joan Bada, Joaquim Brustenga (¡cómo no!), Josep María Carbonell (el del CAC), Gaietà de Casacuberta (el Tano), Joaquim M. Cervera (el cura de Iniciativa per Catalunya), Joan Cuadrench, Jaume Dantí, Miguel Elhombre, Josep Farràs, Josep María Fisa, Joan N.García Nieto, Joaquin Gomis, Daniel Guixé, Josep Hortet (no hay boda sin la Tia Juana), Teresa Huguet, Jesús Lanao, Jordi López Camps (el que presume de Director General d’afers religiosos, aunque solo estuvo tres meses), Carles Mascaró, Angel Mena, Jesús Moreno, Xavier Morlans, Gloria Olivé, Francina Planas, Raimon Ribera, Eulalia Ribot, Rovira Belloso, Mercé Sala, Josep Soler y Maria Pau Trayner. De esto hace 25 años. Y siguen siendo los mismos. 25 años de fracasos, que nos han llevado al absoluto conformismo, a las recetas incoloras, insípidas e indoloras que venimos ingiriendo desde hace demasiado tiempo.

Ha llegado el momento de hablar claro, pues dicen que si no se habla claro, el pensamiento se atrofia. Estos grupos ya no representan nada. Ya no aportan nada. Ni tan siquiera el copríncipe. Solo les queda una exigua cuota dominical en las páginas de La Vanguardia, donde domingo tras domingo muestran su patetismo con una alusión eufemística a Germinans.

Fuera de allí casi no tienen vida. No han entendido la moderna sociedad de información y solo pueden airear a sus viejas patums, como “el fill de poeta”, pero se rasgan las vestiduras si alguien osa contradecirles.

Este es el mapa actual de la iglesia catalana. En la que Vives queda recluido en la alta montaña. Y al maniatado Taltavull se le sigue esperando. Pero de esto ya hablaremos otro día, si es que no aparece antes.

Oriolt

Germinans germinabit

La marmota altopirenaica predice el tiempo eclesial

La marmota altopirenaica predice el tiempo eclesial
(De tus amigos, los innombrables enfermos mentales de Germinans)

Descripción

Es un roedor de gran tamaño. Cabeza y orejas cortas. Extremidades anteriores fuertes con cuatro dedos y adaptadas a la excavación de información pútrida. Cinco dedos en las extremidades posteriores para tener siempre una vía de escape por la puerta trasera. Adulto con cabeza y espalda de color pardillo oscuro, nariz (como su inteligencia) grisácea y vientre amarillo, pero siempre caliente y agradecido. Tercio distal de cola negro o muy oscuro (más oscuro de lo que se pueden imaginar). Crías hasta los tres meses de color gris (como su padre) Tienen una sola muda anual, normalmente de chaqueta de pana marrón y camisa de rayas verticales inconjugable e incombinable. Muestra incipiente alopecia en forma de calvas. Dimorfismo sexual apreciable sólo por la distancia ano-genital (aquí ya no entramos, porque nunca lo hemos hecho…) Fórmula dentaria: 1.0.2.3 / 1.0.1.3 Número de cromosomas (2n)= mutante

Distribución

El área de distribución original abarca los Alpes occidentales y los Montes Tatra. Se han efectuado numerosas reintroducciones en lugares donde estaban presentes en tiempos históricos y habían desaparecido por la presión eclesial. Las introducciones en cambio se han llevado a cabo en lugares en los que existía en el registro fósil, como en Madrid. En la vertiente francesa de los Pirineos han sido introducidos desde 1948 (antes del Concilio Vaticano II) ejemplares oriundos de la región parisina y su levantisco clero progresista. Hoy en día la especie se encuentra cómodamente asentada en el poder diocesano barcelonés, gracias a nuestro n.s.b.a. Arzobispo, desde Collserola hasta la fachada marítima litoral y desde las Costas del Garraf hasta la cordillera prelitoral del Montnegre-Corredor, con tendencia a extenderse más allá de esos confines.

Variación geográfica

En el género “Marmota” se reconocen ocho especies. Entre ellas la marmota alpina, que presenta dos subespecies, la marmota de los Alpes y la de los Montes Tatra. Las poblaciones altopirenaicas pertenecen (como siempre ocurre con lo nuestro) a la subespecie nominal. No se ha descrito ninguna variación geográfica en los Pirineos a pesar de la amistosa cercanía con el copríncipe episcopal andorrano.

Hábitat y rango altitudinal

Su hábitat lo constituyen los pastos de las más decadentes instituciones diocesanas, subvencionados públicamente o revestidos de prebendas fundacionales, con suelo suficientemente profundo aunque mala visibilidad sobre la autentica realidad de la Iglesia universal debido a la abundante cobertura capilar de su conspicuo frontal homínido poco evolucionado.

Se ha observado cierta preferencia por comunidades eclesiales en extinción vinculadas a fenecidas ideologías de izquierda. El éxito de la colonización de los organismos eclesiales barceloneses parece muy influido por la existencia de algunos personajes de tributarios de la casi deforestada “U” (Unió Sacerdotal de Barcelona) que apoyan su difusión y por una franja de mediocres y pusilánimes que de manera incomprensiblemente vergonzosa no se sublevan por miedo a perder su cuota forrajera.

El rango altitudinal de los ejemplares altopirenaicos trasladados al Llano de Barcelona no rebasa la altura de Montjuich.

Reproducción

Paren camadas poco uniformes y artículos muy inconexos entre sí y poco estructurados. Los partos ocurren un par de veces o tres por semana tras muy poca documentación y reflexión. Jamás van más allá. Su lenguaje es farfullero y fonéticamente mal articulado con tendencia al esputo y a la broma poco inteligente. Tras el largo invierno de su carrera hace su primera aparición en medios audiovisuales hacia el equinoccio de primavera (18 de marzo) normalmente de la mano de algún mustélido mesetario.

Hábitos Alimentarios

Dieta fundamentalmente muy básica singularizándose por el abandono de las tradicionales dicotiledóneas y tránsito a las gramíneas vallesanas.

Abundancia

Gracias a Dios, exigua y yendo a menos.

Organización social y comportamiento

Es un animal, diurno e hibernante, que vive en madrigueras de enjundia en cuyo interior pasa la mayor parte de su vida. La unidad social es el grupo ideológico constituido por una pareja de voluntarios no-gratificados y algún descendiente, eventualmente algún adulto más (normalmente algún fracasado pastoral). La entrada en hibernación es contagiosa, todos los que lo leen y lo escuchan quedan en un estado de sopor y descienden su temperatura corporal y ritmo cardíaco, despertándose a veces durante el proceso. La termorregulación progresista y nacionalista parece ser un factor importante que influye en la supervivencia durante periodos de esterilidad eclesial. Las marmotas poseen un complejo sistema de silbidos (Blocsfera eclesial catalana) que les permite alertarse mutuamente de la cantidad e inmediatez del peligro.

Interés económico y relación con el hombre

El interés económico está derivado de su inadaptación a los medios civiles naturales para el ejercicio profesional por lo que acaba pudiéndose calificar de “atractivo turístico de la alta montaña pirenaica emigrado a la conurbación metropolitana barcelonesa”. No produce daños particulares salvo en aquellos con poca formación o criterio, excepcionalmente madrigueras en algún Seminario y Facultad de Teología y roeduras en portales digitales de información. Lastimosamente, episcopalmente ni se caza ni se ha cazado en el Pirineo. Se trata pues de una especie introducida por sus abuelos en la diócesis de Barcelona, cuyo estatuto en Cataluña es de: “Especie Cinegética, cuya caza está vedada”.

Depredación

Depredadores tradicionales: el águila real de aguda visión eclesial (casi en extinción en Cataluña aunque también el resto de la Península) solía tener en la marmota altopirenaica su pieza clave en su dieta alimenticia. El zorro, activista renovador de comunidades, se alimenta de marmotas y éstas lo han visto siempre como un peligro para su permanencia. Los perros, particularmente los de pastor celoso, representan el peligro más imprevisible, por eso suelen las marmotas tirarse a la yugular de pastores para sangrarlos antes de que tomen posesión de las diócesis y con su jauría canina los extermine. El lince boreal, intelectual católico muy preparado académicamente, también preda sobre las marmotas, pero es que no tenemos muchos y los que hay viven agazapados. Finalmente, los quebrantahuesos “germinacéos germinantes”. La marmota lo ha entendido y trata de desacreditar a los individuos de esa especie tratándoles de enfermos mentales. A ellos “tant se´ls hi en fum” (tanto les da porqué están acostumbrados a todo)

Patologías y parásitos

El conocimiento sobre la patología de la marmota altopirenaica es todavía muy escaso. Entre los helmintos gastrointestinales barceloneses más comunes se encuentran Romeu de Cal Picafoc, Brustenga de Can Patera y Cabot de Can “Ja t´ho diré”.

Factores de amenaza y medidas de gestión

Amenazas directas desconocidas hasta ahora. La especie se encuentra en discreta expansión pero muy controlada. Tampoco se ha aplicado ninguna medida de conservación por lo que, a la mínima, se desintegra el individuo por sí solo y desaparece la población, aunque alguien piense que haya hecho “bastante” para evitarlo.

Prudentius de Bárcino

Germinans germinabit

La misa romana. Capítulo 23: La Consagración (2ª parte)

El mandato de repetición

Termina el relato de la institución y la consagración con unas palabras que recuerdan el mandato del Señor. La reforma litúrgica de 1969 ha modificado aquellas que la tradición litúrgica romana había tomado de la tradición paulina “Haec quotiescumque feceritis…” (Cuantas veces hiciereis esto, hacedlo en memoria mía) que, modificando el “bebiereis” por el “hiciereis”, cuadraba maravillosamente con su carácter de acción litúrgica. El actual “Hoc facite in meam commemorationem” y sus múltiples y variadas traducciones en las lenguas vernáculas (Haced esto en conmemoración mía- Feu això que és el meu memorial, etc….) no nos acaba de satisfacer, especialmente si nos induce a creer –siguiendo la teología luterana- que la Eucaristía es una mera conmemoración es decir el relato de un acontecimiento pasado.

En cambio su colocación, inmediatamente después de las palabras sobre el cáliz, tal como se hacía antes de la reforma de San Pío V, nos satisface plenamente. Efectivamente, la reforma tridentina hasta los libros litúrgicos de 1962 lo colocaban sólo después de la elevación. Con su colocación, en la reforma del 69, como broche final de la consagración se resalta más el carácter de las palabras de la consagración como acción presente y no sólo como historia de un acontecimiento pretérito ahora recordado.

La amplificación de su carácter de acción presente y real se consigue con la colocación de una aclamación que combina las palabras del mandato de repetición de la liturgia milanesa con la contestación a la que en la liturgia copta es invitado el pueblo tras las palabras del mandato. Aquí esta respuesta-aclamación es colocada después de la recolocada proclamación “Mysterium fidei”: “Mortem tuam annuntiamus, Domine, et tuam Ressurrectionem confitemur, donec venias”” (“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección: Ven, Señor Jesús” “Anunciem la vostra mort, confessem la vostra Ressurrecció, esperem el vostre retorn, Senyor Jesús!”) También aquí las traducciones van campando a sus anchas…

Efectivamente en la liturgia milanesa el sacerdote dice “Cuantas veces lo haréis en recuerdo mío, anunciareis mi muerte, pregonareis mi resurrección, esperareis mi advenimiento, cuando venga a vosotros del cielo”.

Y en la liturgia copta a las palabras del mandato el pueblo contesta “Anunciamos tu muerte, confesamos tu resurrección, esperando tu segunda venida”.

Teológicamente nos parece muy aceptable porque hace que el recuerdo de la pasión de Cristo no quede limitado a un sentimiento subjetivo e inmanente: lo exteriorizamos y lo objetivamos en un acto sacrificial. Las palabras del mandato pues, creemos se amplifican cuando se combina con la “anámnesis” paulina. (1ª Cor. 11,26) Es evidente que todo esto sólo es posible litúrgicamente cuando se abandona el silencio en las palabras de la consagración y en toda la recitación del canon, por lo cual una cosa lleva a la otra. Sin prejuzgar el conjunto de la reforma litúrgica del 69, afirmemos asépticamente que, abandonado el silencio en la recitación del canon, la aclamación de la anámnesis nos parece correcta y en la línea de la tradición litúrgica –quizá no romana- pero si católica.

Las ceremonias antes y después de la consagración

No contenta la Iglesia con hacer pronunciar al sacerdote las palabras de la consagración, le manda imitar a Cristo también en sus gestos. Así, toma el pan en sus manos y luego el cáliz, lo levanta un poco, como es probable que lo hiciera Cristo, para enseñar el pan y el cáliz ante sus comensales. Esta elevación se hacía de modo más visible en la Edad Media; pero como esto dio lugar a que el pueblo adorara la forma antes de ser consagrada, se redujo la elevación antes de la consagración a insinuar el gesto, dejando la elevación mayor para después de consagradas las especies. Hoy en día ese gesto más bien tiene carácter de ademán oblativo. Por eso el celebrante levanta al mismo tiempo su mirada en dirección al cielo. Esa mirada al cielo la está pidiendo la misma frase pronunciada por el celebrante: “…levantando los ojos al cielo, a Ti, Dios, su Padre Todopoderoso…”

A continuación inclina la cabeza cuando dice: “…dándote gracias…” Como manifestación de acción de gracias, encontramos la inclinación de la cabeza en otros pasajes de la misa. Es un modo plástico de expresar el agradecimiento, no un calco histórico de un gesto de Cristo. Lo mismo podemos decir de la ceremonia de trazar una cruz sobre el y sobre el cáliz mientras se dice “benedixit”. Cristo bendijo el pan y el vino rezando sobre ellos una oración de alabanza y de acción de gracias, no trazando sobre ellos una cruz. Pero ese signo de la cruz sobre las especies es un modo respetuoso que el uso litúrgico nos ha traído.

La supresión de esas cruces en la consagración de cada una de las dos especies sacramentales en la reforma del 69, no tendría más importancia si el “lo bendijo” no hubiese sido transformado en las traducciones vernáculas por un “te bendijo” dirigido a Dios Padre. ¿Bendijo el pan y el vino o bendijo a Dios Padre por el pan y el vino? ¿Otra vez el encaje de otro paralelismo con las berecats de bendición? Esto nos parece más peligroso y por ello inapropiado. Parece un reflejo de la misma tendencia que apareció con el movimiento revolucionario de los albigenses y otros herejes de su misma tendencia para los que la eucaristía no era más que un pan bendecido. Los cátaros, mezclando antiguas herejías maniqueas, negaron la transubstanciación. Y el pueblo fiel, prueba de lo arraigada que estaba la fe en él, no solamente rechazó la herejía sino que reaccionó valientemente con un movimiento positivo: la veneración a la eucaristía como jamás se había conocido.

Es cierto que ya desde fines del siglo XI los intelectuales habían empezado a prestar más atención a la teología de la presencia real de Cristo en el sacramento, complementándola con la afirmación de que en cada una de las dos especies está Cristo totalmente. Así, se decide la Iglesia a dar la comunión bajo la sola especie de pan. La herejía de Berengario de Tours (m. 1088) había motivado esa mayor profundización en el problema de la presencia real.

Desacostumbrados desde hacía siglos a la comunión frecuente por un respeto exagerado al sacramento, el nuevo movimiento eucarístico no siguió este cauce, sino que abrió nuevas sendas, más fáciles y que mejor encajaban con su modo de pensar. Aumentan las muestras de reverencia, como son los lavatorios de manos y las abluciones del cáliz; algunos sacerdotes empiezan a juntar los dedos en señal de respeto después de haber tocado en la consagración el cuerpo de Cristo bajo la especie de pan. No importaba que el gran liturgista Bertoldo de Constanza se levantase contra esa innovación (Micrologus, c 16 PL 151, 987); fue ganando terreno y Durando en su “Rationale” litúrgico (libro IV) la exige como cosa normal después de la consagración.

En el pueblo la mayor veneración de la eucaristía tomó otras modalidades. Siempre había podido contemplar en ciertos instantes, aunque brevemente y a distancia, las sagradas especies. Ahora quería verlas de cerca y por más espacio. Consciente de su indignidad, no aspiraba a ver, como los santos, en la sagrada forma al mismo Cristo con su figura real. Pero sí a verlo velado en la contemplación y adoración de las especies sacramentales ya consagradas. Por eso el obispo Odón de París dispuso a principios del siglo XIII que los sacerdotes antes de consagrar levantasen la forma a la altura del pecho pero que después de la consagración la levantases a una altura conveniente para que todos la pudiesen adorar cómodamente (Precepta Synodalia, c.28: Mansi, XXIII,682). Es la primera noticia segura sobre la elevación, pero parece probable que las mismas causas dieran lugar en otras regiones, aún antes, a semejantes disposiciones.

Con esto la elevación oblativa de antes de la consagración se redujo notablemente, tomando en cambio la elevación mayor con el tiempo la absoluta primacía. Idea del fervor por contemplar la sagrada forma nos la dan las noticias de procesos ante los tribunales, en que se disputaban los sitios de la iglesia desde donde mejor se pudiera ver la forma, o el hecho de que los excomulgados que no podían entrar en la iglesia, abrieran boquetes en los muros que daban al altar mayor para no verse privados de la elevación. Hubo casos en que ofrecían al sacerdote una limosna para que tuviese más tiempo elevada la forma; e incluso se podían oír en el templo durante la elevación voces rogando no acabara la elevación. Mucha gente se contentaba con haber visto la forma al alzar. En muchas iglesias como no era fácil ver la forma sobre los colores del fondo del retablo, para que se recortara mejor corrían un velo negro entre el altar y el retablo y, en las misas tempranas, encendían una vela que levantaban detrás de la hostia.

Este movimiento llevó a establecer la fiesta del Corpus y la costumbre de la exposición mayor. Fue el siglo en que con motivo de los delitos contra la Sagrada Forma estallaron tanto en España como en Alemania las sangrientas persecuciones contra los judíos.

Por varios siglos este deseo de ver la Sagrada Forma influyó fervorosamente en la espiritualidad de Occidente. A fines de la Edad Media hacía el siglo XV se entibian estas ansias pues se había introducido otra espiritualidad que impuso la costumbre de inclinar la cabeza en señal de veneración. Este hábito degeneró en frialdad creciente al extremo que el papa San Pío X, para reavivar la antigua costumbre juzgó conveniente conceder una indulgencia especial si al alzar se miraba la Sagrada Forma y se rezaba la jaculatoria “Señor mío y Dios mío”.

La elevación influyó en el corte de la casulla. Hasta entonces nunca se había elevado la forma tan alto ni se prolongaba tanto tiempo. Por eso no estorbaba la casulla, que cubría entonces los brazos hasta la mano. Cuando ahora el sacerdote levantaba los brazos casi verticalmente, la casulla estorbaba notablemente este movimiento. Se dieron pues, disposiciones para que el diácono facilitase el gesto al celebrante elevando la casulla; disposiciones que pasaron a las rúbricas de la misa. Sin embargo, dada la forma de entonces en la casulla, poco aliviaba la ayuda del diácono (cuando lo había) De ahí que empezaran a recortar la parte que cubría los brazos hasta hacerla desaparecer totalmente. Con retoques y modificaciones continuas en su ornamentación la casulla llegó a perder su carácter de prenda de vestir, adaptada al cuerpo, para convertirse en dos piezas rígidas unidas entre sí por encima de los hombros.

Ya en la década de los 50 en todo el mundo católico se notó un fuerte movimiento para volver a la forma antigua, que con poca razón se ha llamado “gótica” ya que no es más que la antigua “paenula” romana, conocida ya en el culto estacional y que adquirió posteriormente el nombre de “planeta”. La forma ovalada, casi puntiaguda, que se dio en aquellos años 50 a las primeras casullas en ese retorno a la tradición, se debió a la ignorancia de la forma primitiva que fue tan redonda en ambos extremos como la casulla recortada de la época renascimental y bárroca de los últimos siglos.

Hay que apostillar que la elevación del cáliz no se introdujo cuando la de la forma. Era natural, pues aún levantando en alto el cáliz, no se veía el sanguis. Se comprende, sin embargo, la tendencia a uniformar las ceremonias de ambas consagraciones.

El toque de campanilla, la actitud corporal de los fieles y los cantos de saludo

Hacia el año 1201 encontramos un testimonio documental del toque de campanilla. Coincide su aparición cronológicamente con el de la elevación mayor, a la que debía acompañar. Se considera como una señal y una invitación para venerar el sacramento. La misma finalidad tenía desde finales del siglo XIII el toque de una de las campanas de la torre, para que los que estuvieran ocupados en las faenas del campo pudieran recogerse por un momento, dirigir su mirada respetuosamente hacia la iglesia y adorar a Cristo, que acababa de bajar de los cielos a la tierra.

Por otra parte, el poder mirar la Sagrada Forma explica también por qué en la Edad Media en vez de la profunda inclinación durante la consagración o el canon, que mantuvieron las iglesias orientales, los fieles se pusieran de rodillas. No cuajó esta nueva costumbre sin alguna resistencia por parte del clero, sobre todo de los canónigos, que por ejemplo en Chartres, mantuvieron la postura antigua hasta el siglo XVIII.

Otras formas de demostrar la veneración a la eucaristía era extender los brazos en cruz o levantar por lo menos las manos. La genuflexión simple con una sola rodilla y por un momento, aparece por vez primera mencionada en Enrique de Hesse (m. 1397) como costumbre de algunos sacerdotes piadosos. El Misal Romano no la prescribe hasta el año 1498 y fue el Misal de San Pío V quien la universalizó.

Fue en esta época, entre los siglos XV y XVI, cuando aparecen en los documentos de fundaciones piadosas algunas estipulaciones sobre el canto en el momento de la elevación de himnos como el “O salutaris hostia” y el “Ave verum” o de la oración “O sacrum convivium”.

El mismo significado de ceremonia de saludo tenía el presentarse en el presbiterio inmediatamente antes de la consagración ( al canto del Benedictus del Santo) algunos acólitos con velas encendidas y un turiferario. Esta última costumbre arraigó y logró imponerse generalmente.

Sin embargo en lo que se refiere a los cantos, podemos afirmar que se los encuentra con preferencia en los países latinos, mientras que en los germánicos querían más bien el silencio. Las decisiones de la Sagrada Congregación de Ritos favoreció generalmente la tendencia el silencio, prohibiendo los cantos aunque permitiendo que se toque el órgano al alzar pero no más allá, como testarudamente aún se hace en algunos sitios contraviniendo la norma litúrgica de antes y de después del Concilio…

No hay que tener miedo al silencio litúrgico, que debe ocupar un espacio importante en la celebración.

Dom Gregori Maria

Germinans germinabit

5.05.09

El aborto a la luz de la evidencia

El común de los mortales nos guiamos, ¡para qué vamos a negarlo!, por criterios de FE, es decir de adicción a uno u otro credo. También a la hora de posicionarnos respecto al aborto. Lo habitual es que no haya manera de producir trasvases del credo católico al credo progresista o viceversa, por citar los dos credos en que estamos inmersos. Y sin embargo, tras años y años de pensamiento único, es decir de silencio casi sepulcral del credo católico, se ha abierto por fin el debate.

Hay que decir en honor de la verdad que la marea roja que llaman (la de HO-DAV), nació de los católicos de a pie y fue secundada y reforzada posteriormente por la Conferencia Episcopal con la feliz campaña del LINCE. Ésa fue la que por fin hizo saltar el debate a los medios.

Ante este enfrentamiento de ideologías coram pópulo, la inmensa mayoría adscrita al nosabe/nocontesta, de la que forman parte los descreídos y los de fe tibia y acomodaticia de uno y otro bando, los que llaman la “mayoría silenciosa”, se ven forzados a adoptar una posición intelectual y a tomar partido cuando se pasa del comodísimo pensamiento único a la opción entre dos alternativas.

¿Cómo elegir? Los posicionados por razón de fe o ideología en una u otra trinchera, no es previsible que entren en razón ni en razones. No son éstos, por tanto, los destinatarios de esta reflexión, porque ni unos ni otros están dispuestos a consentir que se cuestionen sus dogmas ni a cambiar de fe. Pero bueno, también a éstos les puede servir esta disquisición epistemológica para calibrar la solidez intelectual de sus posiciones; y si más no, para conocer los puntos flacos propios y del adversario. Y en cualquier caso para establecer, previas a la discusión, las reglas del juego dialéctico. La prueba del algodón, que diría el anuncio.

¿Cuál es la herramienta intelectual que emplearán el resto, la pléyade inmensa del n/s - n/c, la multitud de los no adoctrinados, que da y quita mayorías? La herramienta es obviamente LA EVIDENCIA, la que se ha empleado desde que el hombre tiene razón y razones. La del contra factum non valet argumentum que definieron los escolásticos: “contra el hecho, no vale el argumento”. Es que a pesar del suicida “sólo sé que no sé nada” (muy buena para el suicidio, la cicuta) la evidencia sigue siendo al razonamiento, lo que las manos son a la habilidad. Es la herramienta intelectual de los que no exhiben el título nobiliario de “intelectuales”.

¿Y de qué lado está LA EVIDENCIA? ¿Por quién se inclina? ¿Por los abortistas o por los antiabortistas, que han conseguido -primera gran victoria- hacerse llamar “PRO VIDA”?

Asentado el análisis de la herramienta con la que vamos a trabajar, vayamos directos al núcleo de la EVIDENCIA: sabemos desde hace algunos miles de años, gracias a los sietemesinos que ahí están a miles para certificarlo, que con toda seguridad durante el tercer y último trimestre del embarazo, la mujer gestante lleva en su seno un ser humano vivo y con capacidad de seguir viviendo si nace o se le hace nacer en cualquier momento de ese trimestre.

Obsérvese que por razón metodológica he dividido el embarazo en tres trimestres. Esta división la hago exclusivamente en orden a examinar el valor de la EVIDENCIA, que se basa obviamente en el “fenómeno” que diría Kant, es decir en la apariencia de las cosas que se someten a nuestro raciocinio.

Situándonos en el tercer trimestre del embarazo, es inevitable que cualquiera que tenga sangre en las venas y ojos en la cara, perciba como un INFANTICIDIO la expulsión forzada de ese feto, es decir el ABORTO de esa criatura. Esa percepción se intensifica cuando en vez de sólo razones, tiene uno a la vista las fotos y vídeos del feto antes del aborto, y sus despojos una vez abortado, en el momento de ser arrojados a la trituradora para hacerlos desaparecer en la cloaca.

En el plano de las EVIDENCIAS estamos ante una realidad incontrovertible. Sólo desde la cerrazón intelectual y el talibanismo más integrista, se puede cuestionar y discutir esa evidencia. Es el hecho ante el cual no vale el argumento. Para cualquiera con uso de razón, incluso en los niveles de analfabetismo funcional y total, la eliminación de ese feto mediante la violencia del aborto, no es cosa únicamente de la madre, sino también del feto-hijo, que es evidentemente un sujeto distinto de la madre. Para estas inteligencias primarias, la liquidación de esa criatura es un infanticidio o un homicidio (si conocen estos términos tan benignos) o un asesinato si operan con un vocabulario más limitado. Ahí está el cuerpo. No hay que buscarlo como el de Marta del Castillo.

Ésa es la razón por la cual los abortistas lo tienen crudo. Porque, claro, como la doctrina abortista se sustenta en que mientras está el feto dentro de la madre es “cosa” de ésta, que además tiene todo el derecho a disponer de esa “cosa” que afecta a su salud sexual y reproductiva, suya y nada más que suya mientras esté ahí dentro; como ésa es la doctrina en que se basa el derecho de la mujer al aborto, este derecho alcanza hasta el final del embarazo, ya sea natural, ya violento. El resultado inevitable de esos principios es que no se puede ni se debe privar a la mujer del derecho a su propio cuerpo, es decir a ABORTAR a la cosa esa que está ocupando su cuerpo, durante todo el tiempo que lo ocupa. Es lo que tiene la fidelidad a los principios: ABORTO HASTA EL ÚLTIMO DÍA DEL EMBARAZO. Sería, en el plano del homicidio, el derecho de uno a matar al ladrón que se ha colado en su casa e incluso al ocupa. “En mi casa mando yo; y como está en mi casa, me lo cargo”.

Es cierto que luego, en el bando de los abortistas hay diferencias de opinión: los hay radicales y coherentes con los principios en que se sustenta la doctrina abortista, que quieren ABORTO LIBRE desde el primero al último día del embarazo, sin necesidad de supuestos ni pretextos. ¡Ah!, y pagado con cargo a los impuestos de toda la ciudadanía. Los moderados en cambio matizan diciendo que para llegar a esos extremos han de darse determinados supuestos. Ése es el mayor torpedo en la línea de flotación de la doctrina abortista, su auténtico talón de Aquiles; porque a la luz de la EVIDENCIA más común para la inmensa mayoría de los mortales, esa doctrina reivindica (en el mejor de los casos, sólo excepcionalmente) el DERECHO DE LA MUJER AL INFANTICIDIO de su hijo. Es así: a la mayoría, LA EVIDENCIA NOS MUESTRA UN HIJO, no una cosa.

Ahora le toca el turno, en el plano dialéctico, al primer trimestre del embarazo, el que la ley pretende como plazo indiscutible para el aborto sin supuestos ni pretextos. Y aquí es donde la EVIDENCIA no está decidida en favor del movimiento PRO VIDA, ni mucho menos en las primerísimas semanas. En el extremo inicial del embarazo (igual que para los abortistas en el extremo final) es donde la doctrina se sobrepone a la evidencia. Donde no alcanzan los ojos, alcanza la argumentación de carácter científico-jurídico; y donde ésta no llega, suple la fe, es decir la adscripción doctrinal.

¿Y qué ocurre con la DOCTRINA PRO VIDA? Pues en el plano doctrinal el fenómeno es milimétricamente el mismo que en el bando abortista: LOS PRINCIPIOS son los que mandan, AUNQUE LA EVIDENCIA NO AYUDE; incluso aunque la evidencia se opusiese. Y así, del mismo modo que los abortistas se empecinan en sostener que el feto es una “cosa”, sin derechos por tanto, desde el primero al último día del embarazo, así los PRO VIDA sostienen que el embrión y el feto son un ser humano, con derechos por tanto (el primero de todos, el DERECHO A LA VIDA) desde el primero al último día del embarazo. Así de sencillo.

Es que los PRINCIPIOS no dejan más alternativa. Y si nos regimos por PRINCIPIOS, no puede ser de otro modo: el abortista coherente ha de serlo desde el primero al último día del embarazo; y el antiabortista coherente también ha de serlo desde el primero al último día del embarazo. No hay más. ¿Que luego vendrán los que en catalán llaman “setciències” (los siete ciencias) de uno y otro bando y sesudos, con voz grave y sabihonda estirarán y retorcerán los principios como si fuesen de plastilina? ¡Pues claro! Sobre todo los que en uno y otro bando no son gente de principios sino dialogantes, de conveniencias y acomodaciones.

Volviendo, pues, al examen de las EVIDENCIAS de los PRO VIDA, está claro que para ver un ser humano en las dos o tres primeras semanas, se necesita mucha FE. La evidencia no ayuda, hay que recurrir a los principios y a sus argumentos. Pero en cuanto el embrión empieza a tomar forma, y ahí si, la tecnología de la imagen está posicionada a favor de los PRO VIDA ya desde el primer mes del embarazo, y más en el segundo y en el tercero; en cuanto el embrión empieza a tomar forma, hay que tener problemas, y no precisamente de vista, para no reconocer en las fotos y vídeos que se trata de un embrión HUMANO.

Digamos en resumen que a la luz de la EVIDENCIA los PRO VIDA lo tienen difícil en el primer trimestre del embarazo, pero ni siquiera durante todo él. El primer mes (el más latente, puesto que aún no se ha producido ningún signo externo del embarazo y por tanto tampoco se ha podido plantear el aborto), del que ni te enteras; ése es el más cuesta arriba. Pero a partir de ahí la EVIDENCIA se impone cada vez con más fuerza.

En cualquier caso, no son nada las dificultades de los PRO VIDA, comparadas con las tremendas de los abortistas. Es que entre RESPETAR Y PROTEGER LA VIDA humana “incluso” durante el primer trimestre del embarazo, o CARGÁRSELA “incluso” en el tercer trimestre, ¡¡¡no hay color!!! Realmente no es nada difícil optar por uno u otro bando, guiándose sólo por los ojos que tiene uno en la cara y la sangre que circula por sus venas.

Pero al final de los finales, a los abortistas siempre les queda en la recámara el argumento de fe: ser abortista es progre (cuanto más abortista = del primer al último día, más progre); mientras que ser antiabortista es carca, o peor todavía, católico. Y si tiene uno la osadía de defender la vida desde la concepción, es acusado además de integrista católico. En esos términos está el debate.

El Directorio

Germinans germinabit