El cardenal Sistach en TV3
Nuestra televisión pública tripartita (TV3) volvió a invitar de nuevo a n.s.b.a. cardenal Martínez Sistach en otro “tête à tête” con el periodista Josep Cuní conductor del programa “Els matins” de la cadena autonómica. Ayer alrededor de las nueve de la mañana y durante 22 minutos intensos se le preguntó sobre todas las cuestiones de actualidad, como por ejemplo el tema del día (las subvenciones a los vehículos) en la que nuestro obispo reconoció “no entender del tema", o sobre el Barça (nuestro cardenal se reconoce “culé", y estará en Roma el día de la final de la Champions League, aunque no en el estadio olímpico) pasando lógicamente por las cuestiones que afectan a la Iglesia, que son las que ocuparon la mayoría del tiempo. Como ayer nos recordaba Oriolt su pelo era mucho más blanco que en las fotografías oficiales.
Reconozco que nuestro arzobispo es un buen “botiguer” (tendero), si no hubiera llegado al sacerdocio hubiera sido fantástico vendiendo sus productos detrás de un mostrador. En este caso “vendió” bien su producto, que no es otro que ser cristiano en la compleja situación que nos ha tocado vivir. Siempre sin irritar a los gobernantes (los de aquí y los de Madrid), en un estilo prudente, dialogante y sonriente, cualidades que hacen que seguro que volverá a ser llamado por los dirigentes de la televisión en otras ocasiones.
Pero nuestro cardenal no se escondió en las cuestiones delicadas, consciente de que algún monseñor (y no me refiero al Rvdo. González Agápito) también lo estaba viendo en directo, defendió la doctrina de la Iglesia en cuestiones tan comprometidas como la ampliación de la ley del aborto o la posibilidad de abortar sin consentimiento paterno a las menores de 18 años, la píldora del día después, también la defensa del Sumo Pontífice, a quien el Sr. Cuní acusó de haberla “pifiado” en diversas ocasiones. Su lenguaje y sus ejemplos concretos eran comprensibles, claros y directos algo que agradece el televidente, acostumbrado a que algunas autoridades eclesiásticas se van a veces por los cerros de Úbeda, o utilizan un lenguaje ininteligible.

Aunque no lo parezca, entre las dos fotos solo han pasado cinco años. La primera es la foto oficial de nuestro arzobispo, al inaugurar su pontificado en la diócesis. La segunda es una foto reciente. Salta a la vista la conversión de su cabello lacio y azabache en un pelo entrecano, con ribetes níveos. Las malas lenguas aducen que se trata de un abandono del tinte capilar. Otras consideran que se trató de una promesa, de dejar la anilina, al recibir la púrpura cardenalicia. Incluso hay quien lo demora al nombramiento de auxiliar. Yo no me lo creo. Las canas de nuestro Cardenal son debidas a las numerosas preocupaciones que le asolan como Pastor de Barcelona. Siempre he pensado que lo peor de Sistach no es él, sino su camarilla: los Sistach-macoutes. Nuestro arzobispo inició su pontificado, con la obsesión de terminar con la división de la diócesis barcelonesa, que tanto daño había hecho en la era del cardenal Carles. Para ello pactó con los sectores progresistas y entregó su confianza a un hombre de su generación (Matabosch) y en quien veía que era su alter ego (Turull). Con ellos al frente, tendió puentes a la antaño belicosa Unió Sacerdotal y se congració con los pocos jóvenes progresistas que quedaban (Romeu y Cabot, no hay más). Estaba convencido que dominando el avispero progresista, no iba a tener el menor problema y que el sector más ortodoxo no le iba a causar ningún peligro. Pensaba que a la Barcelona que regresaba era la misma que dejó para ir a Tortosa. Pero habían pasado quince años. Y en estos quince años había surgido una generación de sacerdotes jóvenes, trabajadores y eficaces que no estaban dispuestos a ver languidecer la diócesis. Asimismo la fuerza laical se hallaba incardinada a través de los nuevos movimientos. No los conocía y a ambos no solo los ignoró, sino que los despreció olímpicamente. El resultado está a la vista: Una diócesis partida en dos, absolutamente dividida en dos mitades, que no pueden ni verse. Esta es la realidad que ha hecho encanecer a nuestro mitrado. El intenta despistar culpando a Germinans, pero esta reacción es similar a la del niño que cuando trae malas notas a casa, culpa al profesor de que le tiene manía. Es una reacción infantil, propia del que señala el dedo y no la luna.
Hace unos meses cuando elaboré un 




