[DE] Capítulo 22: El altar con relicario adosado y retablo (I)

Altar con relicario de la Santa Túnica en Argenteuil

 

El absoluto respeto a la Mensa Dominica (mesa del Señor) que hasta ahora había descartado todo aquello extraño al Sacrificio, comienza en esta tercera fase de la historia del altar a sucumbir a un primer compromiso. Hacia finales del siglo IX, se coloca permanentemente sobre la mensa un nuevo elemento: las reliquias de los Santos. Un documento muy importante de origen galicano la Admonitio Synodalis de la segunda mitad del siglo IX o principios del X prescribe que sobre el altar se deben tener solamente las urnas (chapase) con las reliquias de los Santos, el Evangeliario y la píxide con el cuerpo del Señor para los enfermos; toda otra cosa se recoloque en un lugar conveniente. Así pues la facultad así legalizada aunque no sin contrastes de poder tener las capsae y los relicarios en la mensa, fue el punto de partida de una profunda modificación de la estructura del altar.

Hay que recordar que a partir del siglo X – tiempo de un vivaz despertar religioso en todo occidente- el culto de los santos recibió un importante impulso, especialmente en Francia. Las ciudades que poseían reliquias estaban orgullosas de ello, se convertían en centro de peregrinaciones y eran un estímulo aún mayor para proveerse de ellas con medios más o menos correctos. Los cuerpos de los Santos se exhumaron de las criptas y de debajo de los altares donde reposaban, fueron traídos desde Oriente por los cruzados a su patria de origen y colocados en los altares como un adorno valiosísimo. Eso se hizo en modo diverso. Lo más común era apoyar la urna sobre el centro posterior de la mensa o bajo un dosel encima de un zócalo de obra de manera que circulando en torno al altar pudiese contemplarse con facilidad e incluso pasar por debajo de rodillas, práctica devocional para asegurarse el patrocinio del Santo. Naturalmente la elevación del santo requería una compleja adaptación en torno al altar que permitiese el culto a las reliquias pero al mismo tiempo salvaguardase el altar de intrusiones ajenas a su dignidad. A tal fin a su alrededor se levantaron columnas sostenidas por ángeles con rejas de las cuales colgaban cortinajes para asegurar una zona de recogimiento y respeto. Sobre la urna se solía levantar un pabellón de honor: un palio de respeto.

Retablo de la Parroquia de la Asunción de Rouffach en Alsacia

 

Pero no todas las iglesias podían tener el honor de poseer reliquias insignes. Para suplir su presencia de algún modo se introdujeron sobre el altar hacia finales del siglo XI los llamados retablos (retro-tabula) es decir, pequeñas tablas rectangular, de poca altura, esculpidas en piedra o metal o pintadas sobre madera o bordados sobre telas preciosas, representando imágenes del Señor, la Virgen, los santos o escenas de su vida. Los retablos se colocaron en la parte posterior de la mensa de los altares adosados a la pared de las naves menores para que alimentasen la piedad del celebrante y de los fieles. En un primer tiempo fueron de modestas proporciones de manera que pudiesen sacarse con facilidad y ser sustituidos por otros diferentes según las fiestas del año litúrgico. Más tarde y con el florecimiento del estilo gótico (s. XIII-XV) se hicieron de madera o de piedra, asumieron formas imponentes y fueron fijadas de manera estable o bien encima o bien inmediatamente detrás del altar principal.

Retablo de la Catedral de Gerona

De los retablos más antiguos no nos han llegado ninguna muestra. Se conservan muchos de los siglos XII, XIII y XIV. De entre los que podemos encontrar en Italia recordemos “la Pala d´Oro” de la Basílica de San Marcos en Venecia, admirable obra maestra de la orfebrería bizantina, los retablos de plata de las catedrales de Pistoya, Cattaro, Pola, Monza. En Cataluña el magnífico retablo gótico de plata y esmaltes de la Catedral de Gerona , recientemente reintegrado en un remodelación del presbiterio que lo ha devuelto al culto, junto con su baldaquino de plata y las piezas románicas del mismo, trono episcopal, altar y ambón aunque ahora adelantados a la nave estos dos últimos, junto con el baldaquino, sobre una estructura de hierro reversible.

 

 
Dom Gregori Maria