[DE] Capítulo 13: Las iglesias del Renacimiento

 

Planta y perspectiva de Santa Maria de Carignano en Génova

 

Como consecuencia de la progresiva decadencia de la vida religiosa y como reacción al arte gótico, que se había convertido en demasiado exuberante, surgió en la Toscana, en un primer momento tímidamente (s. XV) y después con mayor fuerza (s. XVI), un movimiento de retorno (Renacimiento) hacia las formas del antiguo arte clásico grecorromano, no sólo en el campo de la literatura sino en todas las Bellas Artes, que vivió un auge tal –ayudado en ello por la imprenta recién inventada- que en breve tiempo se puede decir que conquistó todos los países de Europa.

Con el Renacimiento italiano los edificios sagrados de planta central vuelven a estar de moda y contrastan con los edificios de planta longitudinal que habían dominado durante el periodo románico y gótico. La Basílica de San Pedro en Roma, que ha sido el monumento más grandioso construido en esta época, en el proyecto original de Bramante y Miguel Ángel, era una iglesia de cruz griega con una gran cúpula central. Además en los edificios sagrados del ´400 y del ´500, tanto exterior como interiormente, predomina el carácter monumental, la simple línea arquitectónica, en deterioro del elemento decorativo casi descuidado o reducido a lo puramente útil y necesario.

En línea general, la linterna gótica viene sustituida por la cúpula hemisférica, levantada sobre un tambor revestido de bandas y compartimentos arquitectónicos. Sobre los grandes portales, desapareció la legión de santos, se alargan los tímpanos triangulares o de arco rebajado, entero o a trozos, apoyados sobre columnas o pilastras en los entablamentos clásicos de vigas. Las jambas se adornan con guirnaldas (festones), de cascadas, de ramos de frutas colgantes; en la decoración vuelven las sirenas, los delfines, los geniecillos y los mascarones apotropáicos (a los que se les tribuye poderes protectores).

Un espíritu paganizante domina en el interior de todo el ambiente sagrado. Salvo raras excepciones, no se encuentra una estatua, un bajorrelieve, un símbolo de fe; rosas y flores en el artesonado, guirnaldas en los frisos de las vigas, armas nobiliarias y escudos genealógicos en los pedúnculos de los arcos: el ventanal blanco sustituye a las vidrieras policromadas e historiadas. Incluso cuando el artista da vida a un tema figurativo religioso, casi siempre en los accesorios aflora un trazo y una referencia a temas profanos, una alusión mitológica.

El arte que hasta entonces había sido eminentemente cristiano en su finalidad, en sus contenidos y en sus intentos didácticos, con el Renacimiento pierde paulatinamente su espiritualidad interior, su función didáctica, para convertirse únicamente la expresión de una belleza formal que va dirigida exclusivamente a los sentidos deja de cantar la gloria de Dios a las almas.

Basílica de San Andrés de Mantua (Italia)

 

Si los arquitectos del románico y del gótico, permanecen anónimos pues desaparecen ante la centralidad de la gloria de Dios expresada por medio de ellos como indignos y humildes instrumentos de su Mano, son conocidos, buscados y retribuidos como artistas.

Recordemos a los más celebres arquitectos de iglesias de este periodo:

León B. Alberti (+1472) que levantó la cúpula de la Annunziata de Florencia y la Basílica de San Andrés de Mantua. Miguel Ángel Buonarotti (+1564) con su cúpula de San Pedro y Santa María de los Ángeles en Roma; Donato Bramante (+1514) con su San Pedro in Montorio, la Catedral de Pavía y Santa María de las Gracias en Milán, Antonio da San Gallo (+1546) con San Blas de Montepulciano; Galeazzo Alessi (+1572) con la Basílica de Santa Maria de Carignano (foto de cabecera) y la catedral de San Lorenzo de Génova.

Dom Gregori Maria