InfoCatólica / Remedios Falaguera / Categoría: General

4.01.09

Feliz noche de Reyes

Cuenta una leyenda que hubo un cuarto Rey Mago que llegó tarde al punto de encuentro para iniciar su viaje con los otros tres porque se entretuvo ayudando a un anciano.

A pesar de saber que el camino era largo, difícil y cansado para un hombre solo, no le importó seguir a la estrella “que iluminaba más que las demás” y encaminarse hacia Belén.

Como era propio de él, a lo largo del camino ofreció su ayuda a muchos necesitados. Esto le retraso el viaje, y cuando llegó a la pequeña gruta de Belén, la Sagrada Familia ya había partido a Egipto, en donde intentó buscarlos infructuosamente.

Triste y cansado volvió a su palacio. Allí se encontró a los otros Magos que le contaron lo que habían visto y oído sobre el niño Jesús. Un niño sobre unas pajas que había nacido para conquistar los corazones de los humildes.

“Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño” y arrodillándose le adoraron y le entregaron sus regalos: Un cofre con oro, que simboliza la Realeza. Un tarro de incienso, como muestra de su Divinidad, y, un saquito de mirra, como símbolo de la sangre y el dolor de Aquel que dará su vida por la humanidad.

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19.12.08

Un año más, ¡Feliz Navidad!

Yo tenía

tanta rosa de alegría,

tanto lirio de pasión,

que entre mano y corazón

el Niño no me cabía…

Dejé la rosa primero.

Con una mano vacía

- noche clara y alba fría -

me eché a andar por el sendero.


Dejé los lirios después.

Libre de mentiras bellas,

me eché a andar tras las estrellas

con sangre y nieve en los pies.

Y sin aquella alegría,

pero con otra ilusión,

llena la mano y vacía,

cómo Jesús me cabía

- ¡y cómo me sonreía! -

entre mano y corazón.

José Maria Pemán

16.12.08

Un regalo para el apóstol: su hermana y su sobrino

“El hijo de la hermana de Pablo se enteró de la celada. Se presentó en el cuartel, entró y se lo contó a Pablo.
Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo: Lleva a este joven donde el tribuno, pues tiene algo que contarle.
El tomó y le presentó al tribuno diciéndole: Pablo, el preso, me llamó y me rogó que te trajese a este joven que tiene algo que decirte.
El tribuno le tomó de la mano, le llevó aparte y le preguntó:¿Qué es lo que tienes que contarme?
-Los judíos, contestó, se han concertado para pedirte que mañana bajes a Pablo al Sanedrín con el pretexto de hacer una indagación más a fondo sobre él.
Pero tú no les hagas caso, pues le preparan una celada más de cuarenta hombres de entre ellos, que se han comprometido bajo anatema a no comer ni beber hasta haberle dado muerte; y ahora están preparados, esperando tu asentimiento.
El tribuno despidió al muchacho dándole esta recomendación: No digas a nadie que me has denunciado estas cosas.” (Hechos 23,16-22)

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11.12.08

La madre de San Pablo,una “sonrisa de Dios”

“Hijos, obedezcan a sus padres, porque ustedes son de Cristo y eso es lo que les corresponde hacer. El primer mandamiento que va acompañado de una promesa es el siguiente: “Respeta y obedece a tu padre y a tu madre, para que todo te salga bien y tengas una larga vida en la tierra. Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos. Más bien edúquenlos y denles enseñanzas cristianas” (Efesios 6: 1-4)

De la madre de San Pablo nada sabemos, puesto que la única figura materna que el apóstol menciona en sus epístolas es a la madre de Rufo que “ha sido también como una madre para mí”.

A pesar de ello, todo parece indicar que además de colaborar con su marido y su hijo en la fabricación de tiendas, se empeñó en crear un hogar que dejó “la marca de la casa” en el alma de sus hijos. Un ambiente de familia propio de los judíos obligados a emigrar lejos de su tierra, que mientras permanecían fieles a sus tradiciones judías – “Yo fui circuncidado a los ocho días, soy de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín, soy hebreo de los legítimos hebreos. Respecto a la Ley, era fariseo.” (Cfr Flp 3, 5-6)-, mantenían una mentalidad abierta y tolerante a nuevas culturas.

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6.12.08

¡Apúntate al síndrome UP!

Esta mañana me he cruzado en el parking con un amigo que acaba de tener un hijo con síndrome de Down.

El desconsuelo y la inseguridad que se reflejaba en su cara me ha hecho comprender que las palabras eran algo baladí. Su mirada, reflejo de una aceptación ante esta adversidad regada con unas gotas de desasosiego, lo decía todo.

En ese momento me han sacudido en el corazón aquellas palabras de un viejo proverbio árabe que me recordaban: “Quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación”.

Entonces he decidido regalarle la mejor de mis sonrisas y la más cariñosa de mis miradas para recordarle: ¡“Ya sabes que estoy aquí! Preparada a echar una mano, aunque solo sea en trasformar tu amargura en una caricia de Dios con mis oraciones.

Nos hemos despedido, y cada uno se ha dirigido hacia a su puesto de trabajo.

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