Monjas del «cuore»

Ayer estuve en la consulta del médico por un problema de garganta. Antes que nada tengo que decir que José Antonio, el médico de cabecera de mi familia es un doctor peculiar, a la antigua usanza. Esto le viene de herencia, ya que su padre, D. Luis (q.e.p.d.), una eminencia (¡toda la carrera sacada con matrícula de honor!) supo inculcarle esa sabiduría que distingue a los médicos de antaño con los de hogaño. La medicina no es cuestión sólo de ciencia, sino de psicología. La medicina es una de esas disciplinas en las que no se sabe cuando acaba la ciencia y empiezan las humanidades. Al menos antes era así, de ahí que muchos filósofos fueran médicos y viceversa.

La consulta conserva cierto aire antiguo, no rancio, realmente acogedor, con sofás para que los enfermos estén cómodos. La sala la preside una imagen de Cristo Rey, propio de devociones piadosas. La madre, que es a su vez enfermera como ya lo hiciera con su padre, ameniza la espera dándole conversación a la gente.

Los enfermos les fuimos entregados en herencia, ya que por lo menos en mi caso, mis padres iban ya a la consulta de D. Luis, a la que iba yo también de pequeño. Ahora José Antonio no sólo me ve a mí, sino a mi mujer, y en breve atenderá a nuestros hijos. En definitiva, es una consulta que resiste a los embates del tiempo, supongo que esto es lo que explica que esté llena.

Pues bien, ayer entre los pacientes, había dos monjas que venían de Méjico. No me enteré muy bien a qué congregación pertenecían. Eran monjas disfrazadas de mujeres, es decir, que no llevaban hábito, o su hábito respondía a la ropa que puede llevar cualquier mujer ciertamente cateta en su forma de vestir: blusa, falda larga y sandalias. En el tiempo que estuvieron allí esperando creo que devoraron prácticamente todas las revistas del corazón: Hola, Semana, etc. Pasaban rápidamente de una a otra, con fruición.

Yo no se que narices hace una hermana disfrazada de mujer, ni leyendo revistas del corazón, pero me parece que ambas cosas están relacionadas con la disminución sensible de las vocaciones en ciertas órdenes religiosas.

No comprendo que una monja no quiera llevar hábito, como tampoco comprendo que una mujer quiera ir vestida de monja. Aunque el hábito no haga a la monja, es cierto que el mismo las distingue, es un signo exterior de la forma con la que siguen a Cristo según los consejos evangélicos.

Ahora bien, lo de las revistas del «cuore» me parece inaudito. Si en esto pierden el tiempo las hermanas, es lógico que anden en decadencia. Ya se sabe, si del Kempis se pasa al Hola, es normal que Pagola y su libro cause furor en los conventos.

Teníamos a Sor Citroen, teníamos a las monjas cantarinas de Whoopi Goldberg, también a las hermanas blogeras, y ahora por fin, las monjas del «cuore».

6 comentarios

Supongo que en la actitud de esas pobres monjas había una cierta tibieza en la fe. Tibieza nimia comparada con la gelidez de la mía propia.

Un domingo hace mucho tiempo oí un sermón sobre el purgatorio. En un momento de la descripción, el sacerdote habló acerca del pecado venial.

El padre dijo algo así: "¿Que en qué consiste el pecado venial? Es pecado venial toda aquella acción que no vaya directa o indirectamente orientada a cumplir la voluntad de Dios y a tratar a los demás tal y como Dios quiere que nos tratemos a nosotros mismos."

Supongo que os habéis quedado igual. Eso es porque vuestra fe no es tibia. Sin embargo, puedo prometer y prometo que, en mi caso, me quedé helado. Helado por la gelidez de mi propia fe.

El sermón de ese sacerdote me salvó la vida de fe. Desde entonces rezo por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

Saludos.
18/06/08 8:13 PM
  
Bruno
Coincido totalmente con tu valoración de la lectura de revistas del corazón por parte de esas monjas.

Pienso también que el hábito de las religiosas es algo estupendo y signo de que están orgullosas de lo que son.

Sin embargo, creo que no es muy afortunada la frase "Eran monjas disfrazadas de mujeres", porque el hecho de ser religiosa no hace que una mujer sea menos mujer, igual que el ser sacerdote o religioso no hace a nadie menos hombre. Más bien al contrario, diría yo.

Un saludo.
19/06/08 10:01 AM
  
andrea
Soy monja, y sobretodo MUJER, una mujer que al sentir la llamada de Cristo dijo si.
Hace pocos meses que "hice" los votos, pero no dejé de ser mujer, al igual que un monje o un sacerdote no deja de ser hombre.
Esas pobres mujeres a las que usted se refiere en el articulo, solo miraban las revistas, no las usaban en la capilla como lectura espiritual. No le parece exagerada la acusación? Por la misma regla de tres que usted usa se le puede acusar de criticar y juzgar a unas hermanas con el daño que esto contrae para la vida religiosa, lo que tambien podríamos considerar pecado (no lo es mirar el hola) y tambien nos puede parecer inahudito.
19/06/08 3:38 PM
  
Luis Fernando
¿cuadra anticonservadora?

Vaya un hermanastro más tontaina que tienes, Isaac.
20/06/08 12:19 AM
  
Paco
Creo que le debes unas disculpas a estas dos monjas y a todas las que has ofendido con tu articulo. Ademas corre a confesarte porque juzgarlas de esa forma tan cruel y ofensiva despues de coincidir con ellas solo unos minutos no debe ser muy propio de un cristiano. Te has pasado varios pueblos.
20/06/08 1:55 PM
  
Isaac García Expósito
¡Eleonora!

Para este viaje no hacían falta alforjas.

20/06/08 11:41 PM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.