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21.10.24

A colación de «Mi marido me viola»

Escribía ayer el conspícuo Hugues sobre una serie (Querer, Movistar) y una película (Bajo terapia, Netflix). La primera no la he visto, la segunda la aguanté los primeros minutos. Ambas tratan sobre un asunto escabroso: la violación en el matrimonio. Este asunto es muy peliagudo porque como afirma Hughes, ya no estamos en un ambiente festivo, por llamarlo de alguna manera, sino en el ámbito íntimo del matrimonio.

Y es complicado, como hemos dicho primero porque hablamos de algo que, fuera de la catolicidad no existe. La Iglesia se ha quedado sola en la defensa del matrimonio, la unión de hombre y mujer para toda la vida, algo que pertenece al orden natural propiamente dicho.

En España, una de las primeras cosas que hizo el régimen del 78 es aprobar la ley del divorcio, con lo que terminaba de una vez y para siempre con el matrimonio, lo que es ciertamente muy grave porque acaba demoliendo la estructura natural de la comunidad. Si como escribe Aristóteles en la Política, la semilla de la comunidad se encuentra en la unión de hombre – mujer y su perfección es la ciudad, ¿qué pasará si la semilla se encuentra defectuosa? Pues que como en cualquier ente natural, crecerá estropeada. En el momento en el que la unión entre un hombre y una mujer se puede deshacer, permitida, sancionada y promovida por el Estado, la comunidad se acabará deshilachando, rompiendo las relaciones donde el hombre, como ser comunitario por naturaleza, se acaba desarrollando. Habrá átomos asociados pero no entes comunitarios.

El matrimonio es una institución compleja bajo la que se unen dos seres débiles, el hombre y la mujer, y donde una de esas columnas lo constituye el consentimiento – muy fácil de convertir en un consentir – mentir -. Una muestra de su complejidad se ve si visitamos aquellos viejos manuales de Teología Dogmática y comprobamos cuánto ocupa el capítulo dedicado al matrimonio, tanto en su exposición positiva como en la enumeración de vicios que pueden anular un matrimonio. Tan complejo como la mente humana. Tan complejo como que sólo Dios conoce los corazones y, por ende, nos conoce mejor que nosotros mismos.

Estas series, tan tramposas, vienen delicadamente y sutilmente, para arrasar definitivamente con lo poco institucional que queda del orden natural. Como una termita, que se come la madera, atacan al corazón bajo el cual las dos personas se dan el sí, ahora y para siempre, el matrimonio católico. Son los nuevos acusadores creadores de mala conciencia, los mejores amigos del capital.

28.07.24

Los blasfemos JJOO

Francia tiene un problema y es que un día decidió juzgar a su Rey. Y lo condenó - ¡pobre Luís! -. Desde entonces sufre la maldición de haber humillado a la Ley. Carl Schmitt dijo que ni Roma se atrevió a tanto. Y es verdad.

Desde ese desdichado día, todo ha sido degeneración. Lo de la inauguración, un chiste, ¡una blasfemia!

El hombre moderno sufre una neumapatología (Voegelin, antes Schiller). Está tan enfangado en lo natural que cuando una ventana a lo trascendente se abre, es incapaz de reconocerla y asomarse.

Esta enfermedad espiritual reverbera en lo político, de ahí que la regeneración sea tan difícil.

Tiempos bárbaros.

Que Dios se apiade de Francia.

25.06.24

Ecología

Afirmar que todo lo relacionado con el medio ambiente constituye uno de los temas que más interesa a nuestros contemporáneos no es más que una perogrullada. Sólo hay que ver la cantidad de noticias que se generan alrededor de este campo. Y no sólo las noticias. Hay toda una disciplina alrededor de la depuración de aguas, la gestión de residuos, etc… Hasta el mismo Papa Franciscus dedicó hace unos años una encíclica «sobre el cuidado de la casa común», Laudatio sí.

¿Es el medio ambiente, la ecología, algo que debe ser ajeno al cristiano, ya que pertenece al orden natural? Si pensamos que el mismo Doctor Universalis – San Alberto Magno – hizo un tratado de jardinería podemos decir que no. ¿No choca el cristiano con la idea de progreso  y su apocalipsis terrenal, la destrucción del mundo provocado por el descontrol del mismo progreso?

¿Se debe desentender el cristiano de la naturaleza – buscando  la huída del mundo - porque aspira al Reino de los Cielos? Lo primero que hay que decir es que el Dios cristiano no es un Demiurgo, que crea a partir de una materia amorfa preexistente, sino que crea de la nada (ex nihilo) y que su obra es buena (Gen 1,31) porque la ha hecho Él. El mundo no es un error, ni un mal, por el contrario, la creación es buena. 

Además, el Dios cristiano se desvela en el orden natural, donde el hombre puede avizorar la presencia de Su Autor. ¿No afirma, acaso, el Cántico de los tres jóvenes de Daniel que los cielos y la tierra alaban a Dios? ¿No están los Salmos preñados de esa celebración al Autor de la creación? ¿No obedece la tormenta al Señor y ante Su potente voz queda calmada? En San Francisco encontramos ese amor a las obras de Dios y a Dios al unísono.

¿Qué problema puede haber entonces con el ecologismo? ¿Acaso no quiere el cuidado del medio ambiente? Debemos partir aquí de una doble afirmación: sí, la naturaleza es buena, pero – sin que esta adversativa anule lo anterior -, también es contingente. En cuanto ser creado es también una pura posibilidad porque su acto de ser se lo debe a Dios, no es suyo propio. La cuestión es otra y es la existencia del mal, de la que es responsable el hombre, por el pecado original. ¿Qué detesta, pues, el cristiano? El cristiano no detesta otra cosa que el desorden, la fealdad y el mal que el mismo hombre ha introducido en la creación por su separación del Creador.

Es la acción del hombre, a través del sistema económico el que acaba desencajando la relación de la criatura con el medio ambiente. La modernidad introduce una estructura que produce el arrastre de la acción humana y si no se corrige acaba infundiendo más desorden en la naturaleza.

¿Si esto es así, dónde está el problema? El problema está en que el ecologismo ha transmutado de ciencia a ideología, respondiendo no a cuestiones que se pueden discutir dentro de su ámbito, sino a intereses de clase. Sus tesis han rebasado el campo de la ciencia. Por otro lado, está el inmanentismo que se resuelve en toda filosofía moderna. Es el esfuerzo del hombre de mantener las cosas en el ser, como si fuera su acción la que diera a los entes su existencia, evitando, de esta manera su vuelta a la nada. De ahí que este progresismo haya devenido en apocalipsis, en la destrucción del mundo que advendrá, si no se toman medidas urgentes, en su contra.

El cristiano, en este sentido, se muestra como el verdadero optimista, porque sabe y cree que la naturaleza, en cuanto obra de Dios es buena y Dios, al contrario del hombre, no destruirá su obra. Esperamos los cielos nuevos y las tierras nuevas. En el ínterin, nos ocuparemos, como mayorales, de lo que nos ha sido regalado.

19.07.11

Hace 75 años....

Así estuvo la Virgen de la Esperanza Macarena en el año 1.936, oculta, en un cajón, para evitar la quema que sufrieron tantos Conventos e Iglesias sevillanos sufrieron, por parte de los rojos.

Un improvisado besamanos para la Reina del Cielo, en un humilde cajón, como humilde fue el portal donde la Virgen dió a luz al Niño Dios.

Hace 75 años que España no se resignó a morir….

10.06.11

El (los) vídeo (s) de las JMJ

Tras varios días desenganchado del ordenador, no hago más que encontrarme con vídeos de las JMJ, todos lamentables.

Me conjuré para no volver a tocar el tema de las JMJ, tras el esperpento ocurrido en Sevilla con el Señor de las Tres Caídas y el estrambote de la Hermandad de los Panaderos –ea, ahí tenéis a la imagen sevillana -, pero tras escuchar al coro sevillano cantando un himno – o lo que sea -, no he podido contenerme. Yo no sé lo que es peor, si el himno o un coro de sevillanos ejerciendo de tales - ¡horror!

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