InfoCatólica / Tomás de la Torre / Archivos para: Agosto 2008, 30

30.08.08

La Iglesia a mi manera

Durante todo el siglo XX la Iglesia Católica caminaba a una honda renovación. Las dos guerras mundiales, el régimen nazi y su holocausto, el régimen sovietico y sus crímenes, la guera fría entre los dos bloques, la independencia de las viejas colonias, el nacimiento de los países no alineados, la crisis del petróleo, el mayo del 68……

Los grandes Papas del siglo iban poniendo la cimentación. La ayuda de teólogos de gran categoria ponian el horizonte: Rhaner, Congar, Theillard, Chenu…..Solamente llegó un hombre provindencial a la silla de Pedro: Juan XXIII. Y convocó el Concilio Vaticano II.

El tiempo posconciliar fue duro. De modo especial para España, donde coincidió con el final de un régimen político y la llegada de otro democrático. La Iglesia española sirvió al cambio como mejor pudo hacerlo. No todo fue de color de rosa.

Desde aquellos años comenzaron dos grupos a estar opuestos: los deseosos de hacer una Iglesia a su manera; y los ansiosos de hacer una Iglesia a su otra manera. En estos grupos habia que meter a todos: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Cada uno se adscribía a donde quería.

El Papa Juan Pablo II, el Magno, en sus diversas visitas a España fue encauzando las fuerzas de ambas maneras de concebir la Iglesia. Si lo consiguió o no, aún no tenemos perspectiva histórica para decirlo.

Pero, cuando el laicismo se quitó la careta del todo, y el espiritu de la Transición se fue por los sumideros nacionales, volvieron los grupos de una y otra manera de concebir la Iglesia a mi manera a tomar fuerza, algunos apoyados por varios medios de comunicación.

Y, ahora, estamos en estas tiranteces. Cuando se intenta conseguir cuadrar el circulo se nota rapidamente un olor especial. Cuando se procura defender un cierto equilibrio de centro, que es donde la Iglesia siempre se ha movido en su historia desde los debates de Pedro y Pablo en el concilio de Jerusalén, contado en los Hechos de los Apóstoles, entonces los altavoces de los otros, siempre más fuertes y más presentes en la sociedad parecen que ganan el pulso.

Como no soy adivino, dejo al lector que saque sus propias consecuencias de este pensamiento en voz alta bajo el olivo sureño.

Tomás de la Torre Lendínez