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24.08.08

Benedicto y Georg

A la sombra de este olivo, estoy leyendo las excelentes palabras que el Papa Benedicto XVI ha pronunciado en el acto de conceder la ciudadania honorifica de Castelgandolfo a su hermano mayor. Es un canto a la fraternidad de sangre y de familia nacido del corazón lleno de amor de Dios.

Mientras medito las palabras papales, pienso en cuantos hermanos de padre y madre se aíslan, se separan, no se hablan, están peleados, e incluso se odian a muerte.

Estos asuntos han existido desde Caín y Abel, pero en los últimos tiempos tan contrarios a la familia formada por un padre, una madre y unos hijos y, por lo tanto hermanos entre sí, las rencillas y peleas fraternales han aumentado en número y en malas artes.

Cuando van acabando las vacaciones los sociólogos aseguran y los psicólogos confirman aumenta el numero de ruptura en las parejas. Los hijos son los primeros en sufrir las consecuencias.

La figura de Benedicto XVI alabando a sus hermano, llamandolo un compañero y un guia, en los momentos importantes de la vida, sobrecoge a cualquiera que tenga un corazón sencillo y humilde. Y nos interroga cómo son las relaciones que tenemos con nuestros hermanos.

Y esto lo afirma alguien, como yo, que la naturaleza impidió en su momento, que mis padres pudieran darme algún hermano.

Por lo tanto, deseo en esta tarde dominical gritar fuerte y alabar a los muchos hermanos que se llevan bien, que saben compartir lo bueno y lo malo, que aman a los suyos con todas sus fuerzas y que se entregan sin reservas mutuamente. Son muchos más que los que sean imitadores de los hijos de Adán y Eva.

El amor fraternal es un don de Dios. Dichosos todos los que lo puedan vivir en plenitud como Benedicto XVI y su hermano Georg.

Tomás de la Torre Lendínez