InfoCatólica / Tomás de la Torre / Archivos para: Agosto 2008, 31

31.08.08

Los curas y la política

Durante los últimos doscientos años de la historia de España hemos asistido a la entrada del clero en muchas camisas de once varas. Ahora cumplimos los dos siglos del levantamiento del pueblo español contra el invasor francés y el inicio de la Guerra de la Independencia, donde el clero regular, religiosos, y el secular, diocesanos, se metieron con un trabuco al hombro en las pandillas de guerrilleros que asolaban los transportes militares de los vecinos de más allá de los Pirineos. Los obispos lo consentían con el silencio, o con el ánimo ardoroso.

En las Cortes de Cádiz la presencia del clero medio y alto consta en la lista de los asistentes a la proclamación de la primera Constitución Española. Cuando el absolutismo vuelve al poder determinados clérigos apoyaron el movimiento auspiciado por la monarquia y la nobleza.

La desamortización de los bienes eclesiásticos impulsada por Mendizábal y otros políticos supuso la exclaustración de un motón de religiosos echados de sus monasterios. Muchos fueron acogidos en las diversas diócesis. La llegada de la I República, fruto de la revolución de 1868, lanzó al ruedo de la polémica y de la tribuna social y política a mucbos sacerdotes, enérgicos defensores, de la monarquía, que llegó en la persona de Alfonso XII.

Durante los años de la Restauración borbónica la novela realista española nos describe un clero metido en micropolitica local, o en los escaños de las Cortes Españolas, donde varios obispos ocuparon asiento por designación o elección del dedo caciquil de turno.

La incivil guerra civil produjo tal matanza de sacerdotes, religiosos y laicos, que la Iglesia ha sabido elevar a los altares como mártires de la fe en Jesús de Nazaret. No es extraño que el régimen de Franco albergara en su interior a sacerdotes convencidos de la bondad de aquella dictadura. Algunos, pocos, se dieron cuenta tarde de su error y se salieron nadando a la orilla contraria.

Con la instauración de la monarquia y el sistema democrático, la postura de la jerarquía de la Iglesia fue la de impedir la militancia abierta del clero en ningún grupo politico. Algunos lo cumplieron y otros hicieron de su capa un sayo.

Y en estos dias vemos de todo. Algunos clérigos y religiosos en el silencio favorecen tales o cuales maneras de hacer politica. Otros no se cortan un pelo en trabajar, incluso por escrito publicado, para la causa que sea. Y existe una gran mayoría perdida en el bosque de opciones. Una veces se acierta y otras no. Entre estos me cuento yo mismo.