Don Marcelo y las misiones
En mi artículo anterior quise explicar algo de la historia de las dos misiones diocesanas de la Archidiócesis de Toledo. Me referí a una Carta Pastoral escrita por el Cardenal D. Marcelo González en 1994, que para mí es una auténtica guía pastoral para las misiones diocesanas.
Espero algún día tener ocasión para comentar quién fue D. Marcelo y la importancia que tuvo y sigue teniendo para la Iglesia en España. Quizá bastaría recordar que durante los años 70 y 80 la seguía vocacional asoló España en casi todas las diócesis con algunas excepciones. Una de las más notables fue la de Toledo, que pasó de un seminario prácticamente cerrado por el Card. Tarancón, a tenerse que abrir un seminario adicional para acoger a los candidatos al sacerdocio. Un hito de este proceso fue su carta pastoral Un seminario nuevo y libre, expresión de lo que pudo haber sido en todas partes la auténtica reforma que pidió el Concilio Vaticano II.



Ne quid nimis (μηδὲν ἄγαν): «nada en exceso». Estas palabras completaban las dos famosas sentencias esculpidas en el templo de Apolo en Delfos, de las cuales la primera («conócete a ti mismo») es mucho más conocida. La huida del exceso estaba tan presente en la cultura griega que cuando Aristóteles tiene que definir la virtud en el segundo libro de su Ética Nicomaquea, dará por supuesto que ella tiene que constituir un medio, porque tanto el exceso como el defecto destruyen necesariamente el bien. Esto no supone un elogio de la mediocridad, pues el mismo Aristóteles aclarará que «de acuerdo con su entidad y con la definición que establece su esencia, la virtud es un término medio, pero, con respecto a lo mejor y al bien, es un extremo». La falta de virtud, en cambio, se manifiesta en el desorden, en la falta de razón, que hará que la acción tienda al defecto o al exceso, apartándose del bien que está en el medio apropiado al sujeto prudente.
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