La fe que nos sirve para vivir
Claro que nuestra Iglesia y sus miembros nos hemos convertido en personas difíciles de comprender. Lo somos ahora más que antes y en gran medida debido a que vivimos nuestra fe pendiendo en el vacío que es la separación que hemos establecido entre lo visible y lo invisible y en la cual se le hace a la fe imposible sobrevivir. Sobrevivirán, quizá y estaría por verse, nuestras ideas, pero no la fe.

Solo por si un acaso, padrecito, resultara que paga usted un estudio sociológico-antropológico que concluye que todos aquellos que deseamos tomar la comunión de rodillas y en la boca, aparte de nuestras particularidades no tan fáciles de sobrellevar, no obstante, resultáramos ser de los “católicos esos” que busca usted llegar a tener “algún día” en su parroquia, es decir, católicos con una magnífica relación con el Señor, fieles, con buena formación catequética, obedientes, colaboradores… Si por un acaso resultara que ese estudio arroja esa conclusión se decidiría usted a colocar finalmente reclinatorios para comulgar?
Ópale! No es a diario, salvo algún que otro terremotillo por ahí, que se despierta uno con estas sacudidas.





