Semanas atrás estuvieron los obispos de mi país en una reunión en la que, entre otros, trataron temas de liturgia. Me llamó la atención y se los agradecí.
Ahora que han nombrado a los miembros del Cabildo Metropolitano me digo que, tal vez, en aquella reunión trataban de definir esos detalles ya que los canónigos se harán cargo de la Liturgia y de los Sacramentos en el Santuario Nacional San José con sede en la Catedral Metropolitana.
Días previos, estuvieron diligentemente instruyéndonos sobre el significado y responsabilidades del Cabildo, acerca de la investidura de los sacerdotes asignados y mucho más. Cosa que nunca había visto que se hiciera. Es algo que también les agradecí profundamente.
De todo lo que he hecho y dicho acerca de mi amor por la Liturgia, ha sido una parte mínima de lo que, realmente, hay en mi corazón. Ese amor se lo debo a la gracia pero también a mi formador el padre Manuel Rojas y a papa Benedicto.
Es tanto el amor que de ella recibo que no me queda más remedio que amarla; así que, cuando noto que se la trata con reverencia y dignidad, tal como Cristo en justicia merece, se me figura que sobre nosotros se abre el cielo, dejando echar multitud de gracia bajo la forma de un portentoso as de luz; al modo en que, sobre el presbiterio, entran los rayos del sol por el rosetón de la Catedral.
Toda esa luz entra en mi alma y llego a entender mucho, aunque no sepa describirlo, ni tampoco sea importante que lo haga. Solo se que es verdadero, bello y bueno. No necesito saber más.
El hecho es que los obispos cuidan la Liturgia y son los mismos obispos que meses atrás prohibieron toda la Liturgia previa al Concilio Vaticano II y que ahora están dando ejemplo a los fieles y también a los presbíteros de cómo nos debemos conducir ante el Misterio de Cristo.
Podría verse contradictorio pero no lo es. Están siendo consecuentes con lo que de ellos se espera, con lo que pide Dios. He logrado comprenderlo.
Hay tanto que los obispos deben tener en cuenta al pastorear que no puede uno juzgar las razones para que prohibieran lo que prohibieron pero, probablemente, el que estén dando importancia a Liturgia en el Santuario Nacional (donde a nivel nacional aprendemos de Liturgia) sea un esfuerzo de mayor importancia y trascendencia que, únicamente dar formación.
Quiero pensar que los obispos, realmente, están dando un fuerte énfasis sobre el modelo del culto que debemos a Dios y, como conozco un poco a algunos de los canónigos recién investidos, tengo gran confianza.
Tocará orar para que continúen en esa línea y, además, corrigiendo la desidia hacia la Liturgia que, por décadas, hemos sufrido.
Estos mismos obispos que muestran fidelidad a Cristo en la Liturgia, serán los mismos que cuando llegue el Sínodo sobre Sinodalidad, probablemente se encuentren a sí mismos en medio de un ambiente semejante al que existe ahora en Alemania; es decir, saturado de discusiones y de profunda división. Para ese momento, espero que ellos y muchos, se hayan dado cuenta que no puede ser de Dios y se hagan a un lado.
(Lástima que desconozco el tema, pero es fácil notar que antes hacía falta un Concilio para desarrollar y ampliar la doctrina, ahora parece que, para algunos, bastará un sínodo para cambiarla)
Oremos para que los obispos de todo el mundo, desde ahora, comprendan que los laicos no somos la voz del Espíritu Santo. Oremos por ello.
Nos dé el Señor la gracia de verdadero deseo de santidad, de la humildad y de la confianza. Nos de la gracia de energía de carácter. La pidan los obispos, la reciban de la Liturgia. Amén.