De cuando rezo el rosario (VII) Una pregunta
Al padre espiritual «fiadle con mucha seguridad vuestro corazón, y no escondáis cosa de él, buena ni mala» (S. Juan de Ávila, AF 55,5672).
Aunque lo he buscado, no he sido regalada con un director espiritual por lo que, de vez en vez, me comunico con un santo sacerdote que, muy sensatamente me responde lo que puede ya que a la distancia y sin conocer lo suficiente, sería irresponsable decir algo más.
El caso es que sin director espiritual mucho debo fiarme de la gracia y del discernimiento que me procura el Espíritu Santo.
Así es como escribo al sacerdote pidiendo orientación, aunque casi nunca le envío el correo ya que al terminar de escribir, he obtenido la respuesta.
Padre, haré una pregunta al final de lo siguiente:
Resulta que (solo a veces) sucede que cuando estoy en la parte en que encomiendo a personas y situaciones en el rosario, solo mencionar el nombre de, por ejemplo, el papa o de los enfermos o así, se me viene una angustia y dolor inmensos como si las acciones o situación de aquella persona me laceraran física y moralmente. Me pasa también que, de la nada, me viene un dolor grande por mis pecados aunque estén confesados.
Veo mi alma tan o más herida que la de aquellos que veo o me hacen sufrir y advierto que gran obra ha hecho Dios en mí y el mucho bien que ha sido consagrarme a María ya que en muchos aspectos, en muy poco tiempo, soy como otra persona. Me viene gratitud y paz. Una gran certeza de saberme moldeada con sumo amor y delicadeza. Una gran necesidad de amar a Jesús muchísimo aunque, con dolor, sepa que por mí misma no podré jamás.
El caso es que ayer la angustia fue grande al punto que, por un momento, me faltó el aire.
Me preocupa sea solo histerismo pero como de inmediato pido al Espíritu Santo que aquello no me enferme, me viene tranquilidad y sufro sin síntomas físicos, solo morales.
Pero es raro, y me pasa los martes y viernes, antes de que advierta que corresponden los misterios dolorosos.
Así es como me digo que, si aquél dolor no fuera nada más mi locura sino un medio que me procuran para unirme voluntariamente al de Jesús, pues, que mejor los recibo y ofrezco al Padre a quien, de todas formas, tengo confiada mi alma.
Hago bien tomándolo así?
Gracias.
El padre Iraburu ha escrito respecto del director espiritual.
Les dejo un par de ejemplos que he descubierto justo hoy.
La dirección espiritual o acompañamiento espiritual 1
La dirección espiritual o acompañamiento espiritual 2
San Benito enseña que el hombre justo, el que vive en la Tienda del Señor y descansa en su Monte Santo, es «aquél que, cuando el Malo, que es el diablo, le sugiere alguna cosa, inmediatamente rechaza lejos de su corazón a él y a su sugerencia, los reduce a la nada y, agarrando sus pensamientos, los estrella contra Cristo» (Prólogo Regla 28). Pues bien, muchas veces, manifestar con humildad el propio corazón al superior o al director es precisamente eso: agarrar nuestros pensamientos y estrellarlos contra Cristo. Basta con eso frecuentemente para que la tentación sea vencida, para que se suelten los nudos de la angustia o de la tentación, para que se disipen los logismoi obsesivos. Y sólo entonces se hace en el alma ese silencio interior necesario para que en ella resuene con poderosa dulzura la voz del Verbo encarnado
J. M. Iraburu.