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15.05.16

Pues, ¡nada, Jorge!, ¡tampoco contigo me podré casar!

Todo este asunto de la interpretación de Amoris Laetitia me ha puesto mal. 

El desorden en que han caído mis emociones y afectos han afectado incluso mi salud, casi como lo que sucede cuando se está ciegamente enamorado y, de repente, por infidelidad se le es revelada la verdad de los hechos; viéndose, irremediablemente, arrojado al abismo del duelo que provoca la ruptura, de donde solo podrá salir con férrea voluntad en colaboración con la gracia. 

Sin embargo, el panorama se va clarificando y solo es por gracia que vuelvo a ser señora de mi misma; aunque, les confieso que lo que he experimentado desde Amoris Laetitia supera con creces cualquier ruptura sentimental que haya tenido ni podría tener jamás.
 
Ese documento, simplemente, rompió mi corazón. 

Por ser soltera, confieso que tengo vasta experiencia en noviazgos y rupturas; de hecho, una vez, hasta estuve considerando la unión con una persona divorciada. 

Con eso les digo todo. 

Sigo soltera por gracia de Dios.  

Ahora bien, qué de aquellos noviazgos provocó la ruptura? 

El hecho de que ninguno de mis novios fue un católico que siguiera fielmente la ortodoxia; es decir, creían una cosa (o pensaban que la creían) pero hacían otra; es decir, ajustaban su moral a la situación. 

En fin, sigo soltera y, por mucho tiempo, perdí todo interés en casarme. 
 
Sin embargo, recientemente conocí a un tal “Jorge” [1], católico, argentino, un poco mayor que yo, cuya forma de ser y de pensar despertó de nuevo mi atracción hacia el matrimonio. 
 
Sin embargo, como longeva mujer soltera abierta al matrimonio, me preocupa una cuestión relacionada, precisamente, con la interpretación que algún futuro esposo podría hacer del numeral  303 de Amoris Laetitia [2].

- Por qué? 
- Porque parece que justifica el adulterio. 
- Cómo? No puede ser!. 
- Claro! Un esposo (o esposa) podría argumentar que es justo su adulterio ya que “reconoce que, no solo su nueva SITUACIÓN no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio sino también que ES LA MEJOR RESPUESTA que puede ofrecer a Dios ya que ha descubierto con cierta SEGURIDAD MORAL que su nueva entrega es la que DIOS RECLAMA”, o sea, que es la AUTÉNTICAMENTE agradable a Dios “aunque la misma no alcance el ideal objetivo” del vínculo que en un principio estableciera conmigo.
 
Como futura esposa tendría que estar alerta ya que, sea el “Jorge” que como pretendiente llegara argumentando que hay justicia en ese numeral, muy a mi pesar tendría que decirle: 

- Pues, ¡nada, Jorge!, ¡tampoco contigo me podré casar! 
 
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[1] No, no es alusión a ningún papa sino a un señor de Rosario quien, como inquilino, estuvo residiendo en mi casa por seis meses. 
[2]  «…esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena.» Amoris Laetitia, n. 303
[3]  «Los juicios de una conciencia de esta naturaleza, por muy contrarios que a primera vista parezcan a los preceptos divinos, valdrían, sin embargo, delante de Dios»  Pio XII sobre su condena a la moral de situación 
 
 

9.05.16

La verdad de los hechos...

“Él ejerce su oficio de Maestro en el centro de nuestra alma y todas sus enseñanzas se encaminan a hacernos ver en qué consiste la santidad verdadera, y por qué caminos hay que ir para adquirirla y, una vez adquirida, no perderla". Francisca Javiera del Valle.

La verdad de los hechos es que el mensaje que el Cap. VIII de AL (Amoris Laetitia) ha dejado impreso en los sentidos es que una unión irregular podría no ser pecado en ciertas circunstancias. 

Tan es así que a los párrocos les están llegando parejas en adulterio a pedir la comunión y también a pedir el matrimonio.

Si, como podemos fácilmente verificar, tal es el mensaje que ha quedado impreso, sería de necios negarlo ya que no servirá para ayudar a las personas que nos pregunten sobre la verdad de su situación.

A ellos, no les diremos que pueden comulgar (ya que no lo dice explícitamente el documento) sino que están en pecado (ya que es lo que enseña Cristo) y que, por lo mismo, deben buscar a un sacerdote para que los oriente en la vida sacramental y los introduzca en la vida comunitaria.

Decir la verdad es el mayor acto de misericordia que se pueda tener con ellos aún cuando parezca que estamos en contra de lo que dice el papa.

En este sentido, el mayor desafío que nos presenta el Cap. VIII es que nos obliga a tomar posición ante “algo que parece haber sido dicho” y lo que, efectivamente, enseña Cristo.

Lejos de mi está la intención de agregar nada más a lo que he dicho en este comentario. 

Quien quiera comprender, comprenda y quien no, pos no.

NOTA: Ha sido por algo que leí en facebook a Alonso Gracián que he llegado por mi cuenta a esta conclusión, sin embargo, quien desee profundizar en las razones de lo expuesto, recurra al artículo que recién ha publicado el autor en cuestión.