De las cosas de cada día (VI) Un regalazo divino!

“Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos”.
Salmo 91

 

Me enriquece leer los escritos del padre Iraburu. Los tomo como regalo del cielo. 

Por este tiempo, como preparándonos para Navidad, nos tiene leyendo sobre espiritualidad.
Una, de tantas cosas que ha dicho,  llamó mi atención ya que la había pensado. Cito textualmente:

“todos estamos llamados a «engendrar» a Jesús en nuestras vidas, todos hemos de ser «madres» de Cristo. Dice el Señor: «quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,35). Por tanto, madre de Jesús se hacen cuantos «oyen la palabra de Dios y la ponen por obra» (Lc 8,21)”; por tanto, si la gracia nos hace madre de Cristo, ese nacimiento es del mismo Cristo en nosotros.

Aunque en teoría no parece que esté diciendo nada nuevo; sin embargo, será novedad para quien descubra en sí mismo que está en labor de parto.

No es algo de lo que se pueda hablar fácilmente, de hecho, a veces es preferible callar; sin embargo, el Espíritu inspira cuándo hablar, tal como ahora.

Y, para qué hablar? Para que se conozca la obra de Dios y aumente así la fe, la esperanza y el amor, propios y ajenos.

Y, para qué aumentar la fe? Para que creamos a Dios cuando nos dice que nos quiere santos. Para creerle que nos santifica a pesar nuestro.

A muchos les debe pasar como a mí; por ejemplo, tengo unos hermanos llenísimos de defectos; algunos de sus defectos son terribles pero, así y todo, veo claramente que el Señor los santifica y solo porque ese par de dos se le han rendido de forma incondicional.

Y, qué después de ver la fe aumentada? Que la esperanza aumenta a la enésima potencia. No es cosa de la imaginación, sino de Dios para “que nadie se engalle”.

Y, qué después de ver aquella esperanza grandotota, inabarcable, inmensa? Que, entonces, van desapareciendo los límites que ponemos al amor, es otro amor con el que amas y te sabes amado. Ya no es tuvo, sino de Dios, para que no te engalles.

Después de todo eso, qué? Que ya no importa otra cosa más que ser de Dios y estar con Él. Nada importa. 

Y,  el pastel tiene cereza? Como es cosa de Dios no podría faltar: la cereza es la Paz.   

Después, lo que sobreviniere será medio para llegar a la dicha eterna.

Es un regalazo! Un regalazo divino! 

Por eso, que “germinen los malvados y florezcan los malhechores, (que -de hecho- germinan y florecen), el Señor es excelso por los siglos”

Aunque pareciera, como lo de engendrar a Cristo no es un parto fácil, el Señor que es bueno nos ha dado a María, Madre del Redentor y Madre nuestra:

“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas [ ] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿no estás bajo mi sombra? ¿no soy yo tu salud? ¿no estás por ventura en mi regazo? ¿qué más has menester? No te apene ni inquiete otra cosa”

 Amen


1 comentario

  
virginia castro
Siempre te leo y admiro, asi como al P. Iraburu.
Llenas el dia con tus ensenanzas comentarios y desde Arkansas USA, te pido que no dejes de hacerlo, soy de C.R. y muy activa epiritualmente, gracias por los datos tan interesantes.
Feliz Navidad
20/12/20 2:56 PM

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