De las cosas de cada día (II) María es el hogar.



+Cristo: “He ahí a tu madre”, nos dio a María.
Juan, y nosotros, “la recibimos en nuestra casa” espiritual: vive con nosotros y nosotros con Ella.
José María Iraburu

 

En la última década he debido desprenderme de mucho. Digo “desprender” porque finalmente comprendí que  me fue pedido. De las cosas que no se me han pedido es la casa. Que si llegara a pedirla el Señor, tendría que estar dispuesta; aunque, me tendría que  equipar con  el arsenal completo que da a los santos.

A Job le fue pedido mucho; Job se desprendió de casi todo y, me parece que el Señor no le pidió su casa. Aunque no siempre sucede como a Job, el Señor bien que es capaz de pedir hasta límites insospechados pero también es cierto que da fuera de los límites de la imaginación, tal como sucedió a Job y a tantos.

En fin, ya me distraje de lo que venía a decir; mi falta de concentración es de risa.

Venía a decir algo sobre la casa; ¡eso es!, sobre la “casa espiritual” en la que el Señor ha dejado viviendo a su Madre: en la casa espiritual de Juan, el discípulo amado y en la nuestra, la de cada uno.

Por dejar Jesús a su Madre en nuestra casa, la Reina y Señora, en razón del Espíritu Santo que habita en ella, nos recibe en la suya. La Señora, nos recibe como a “reales” hijos suyos”, es decir, de la misma categoría de nobleza del Hijo;  nosotros, príncipes y princesas,  la recibimos como madre nuestra.

Esta casa, se torna por gracia, en “casa real”, casa de sacerdotes, profetas y reyes en la que habitamos todos.  

Eso es lo fenomenal de las “casas espirituales”, puede suceder que multitudes quepan en ellas.

Luego, sucede que algunos –además- nos consagramos a la Madre como servidores y, entonces, el vínculo que teníamos se torna vivencial; tal como lo fue para Juan y María ese día al pie de la Cruz.
 
Por consagrarnos, María no solo toma propiedad sino que la gracia nos introduce hasta el fondo de su alma y es por eso que la nuestra parece más iluminada, más amplia y más honda; en la que, además, podría suceder cualquier cosa maravillosa.

El responsable de asunto tan espectacular es el Espíritu Santo quien, por intercesión de la Madre, llama y atrae, orienta, amonesta, aconseja y se dona por completo para que seamos capaces de desear esa morada.   

Pienso que, por habernos instalado es que, lágrimas y gemidos sean tan prestamente escuchados, y que todo sea tan vivido que se puede oler, tocar, saborear, reír, platicar, perdonar, adorar, creer, esperar, trabajar y llorar. Amar y seguir amando.

Aunque –por momentos- la dicha se haga esperar pero, por eso, tampoco echa en falta el  justo su ofrenda, ni a la virgen su aceite, ni los dóciles y sinceros la sabiduría, y así con todo.  

Y, por eso también, que ya no se desea nada que no sea noble, justo y verdadero.  
Y, también por eso, que se daría la vida por esa perla o tesoro.  

Por eso se entiende bien a Pedro, Santiago y Juan, cuando con gratitud e inocencia una vez dijeron: “Qué bien se está aquí”

Sin duda, María es el hogar.

Esta casa nunca nos será pedida, por gracia, será nuestra casa definitiva.

Amén

 

PD Para mi, la entrada a la casa definitiva, pasa por un campo de lavanda. 

1 comentario

  
Lucía Victoria
Que reflexión más oportuna, gracias Maricruz.

De las cosas mejores que hice un buen día, esa es también la de haberme consagrado a la Santísima Virgen María. El salto cualitativo en mi crecimiento espiritual fue verdaderamente espectacular, en un tiempo récord y sin yo hacer apenas nada. Doy fe de todo lo que dices. Pero si intentase detenerme a detallar la acción del Espíritu Santo en mi, con seguridad me quedaría corta en palabras. Sólo diré que todo lo hace Dios, que, como con María, también ha hecho obras grandes por mi. De ahí que también mi alma quiera proclamar la grandeza del Señor y no se canse de contar sus maravillas...

María es el modelo, la salvaguarda, el salvoconducto para el Cielo. Ella es el dulce consuelo en todas nuestras tribulaciones. Es el majestuoso acueducto que ha pensado y edificado el mismo Dios para hacernos llegar todas sus gracias. Y es, nunca lo olvidemos, la que ha pisado la cabeza de la serpiente: basta contemplar sus pies descalzos en tantos cuadros para recobrar la seguridad de que estamos en el bando vencedor. Bajo las órdenes de tan augusta Capitana, ¿¡qué podemos temer!?

Por eso, cuando veo a hermanos en la fe desanimados, temerosos, preocupados ante esa gran y espesa oscuridad en que nos toca movernos (y lo que te rondaré morena), sólo pueda animarles a que se consagren a María. Toca fiarse, porque es un negocio, pero es el negocio más ventajoso... ¡el negocio de tu vida! Más aún si le ofrecemos eso, nuestra pobre y miserable vida, a beneficio de inventario. Es verdad, hay un antes y un después, ya que, siendo todo igual, todo cambia; quizás porque a partir de ese momento el que empieza a ser distinto es uno(a) mismo.

Según san Luis María Grignion de Montfort, "María es el camino más seguro, el más corto y el más perfecto para llegar a Jesús". Santo mariano por excelencia, confeccionó el que considero el mejor y más potente método de consagración: "A Jesús, por María". También el más largo -meditaciones y oraciones durante 33 días- pero precisamente por ello la cuerda que proporciona para quedar fuertemente atados a nuestra Señora es de la consistencia de uno de esos amarres que hay en los puertos para los buques de gran eslora... y más! No puede ser de otra forma, cuando el enemigo se toma siempre tantas molestias para disuadir a quienes se deciden a consagrarse a Ella a través de este método. Porque sabe que son almas que ha perdido definitivamente: salvo que así lo quiera él, María nunca va a permitir que un hijo a ella consagrado se pierda.
22/10/20 1:53 PM

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