Gelatina con helado

Siempre he dicho que los objetos poseen la cualidad de evocarnos -entre otras cosas- quienes fuimos, por ejemplo, la gelatina con helado (y ojalá pudiera ser, gelatina de fresa con helado de vainilla), me evoca, tanto los días de vacaciones de verano al lado de mis primos, como me trae a la memoria la niña que fui: una niña enfermita pero optimista, creativa y amistosa.

Fotografías, alguna ropa, olores, muebles, espacios, frases, gestos, mencionen lo que se les ocurra, todo ello posee esa rara cualidad que sirve para recordar tanto lo agradable como lo desagradable de la vida.

En lo personal, hace mucho tiempo tomé la decisión de que -cuando me asaltan recuerdos desagradables- recibirlos con calma y ponerlos de inmediato a un lado, porque hace mucho tiempo también concluí que, recordar y entregarle más de unos segundos a asuntos con los que me reconciliado, es una pérdida de tiempo.

Por lo tanto, si algún objeto me hace presente un recuerdo, opto por conservar y degustar solo los buenos recuerdos, sobre todo los que me permiten recordarme en los aspectos en que fui y seguiré siendo amada, querida, útil y necesaria; tal cuál Dios hubo de pensarme y me piensa. No hace falta dar mayores explicaciones, verdad?

Pues bien, así como la gelatina con helado, existen multitud de aspectos de la realidad que funcionan, no para recordarnos, si no para develarnos aquello que nuestro corazón anhela: el Infinito.

Cada ser humano venido a la vida llega con esa ansia y busca satisfacerla, el medio que elige para hacerlo lo define su libertad guiada por su inteligencia de la realidad y su voluntad.

En lo que se refiere a la libertad que tan manida está y tantos dolores de cabeza nos dan a muchos, don Giussani -unos días atrás- me ha redondeado la idea: “Si tú eres “moral”, esto es, si estás en la actitud original con la que Dios te ha creado, en una actitud abierta a lo real, entonces entenderás, o al menos buscarás, preguntarás”.

Buscar y preguntar por el camino de la vida, como lo haría uno que ha perdido la ruta hacia su destino veraniego; un hombre libre buscará y preguntará: preguntará a los transeúntes, revisará su mapa, se orientará con los puntos cardinales, es decir, hará todo lo que esté a su alcance para llegar a su ansiado destino.

“Si, por el contrario, no estás ya en esa postura original, si estás alterado [ ], falseado, bloqueado por el prejuicio, entonces eres “inmoral” y no podrás entender [la consecuencia no es que vayas al infierno o seas incoherente (o que no llegues al destino de tus vacaciones), no: ¡es que no puedes comprender!]”

Y no se a ustedes, pero el “no comprender” me puede quitar el sueño varias noches consecutivas al grado de llevarme al límite de petrificarme; pero aquí siempre reacciono: el temor, la angustia, el desvalimiento, la soledad, cuando se hacen presentes me remiten, inevitablemente, a Aquel que me ha regenerado y, entonces, comprendo.


gelatineconheladoPor eso apenas he abierto hoy los ojos me he venido a hablarles de la gelatina con helado, porque así como tantos objetos como existen poseen la cualidad para evocar gratos recuerdos, la realidad toda en cada ínfimo detalle, nos ha sido ofrecida como don para remitirnos a Aquél que satisface nuestro anhelo.

En aquella época al lado de mis primos, la gelatina contenía azúcar y el helado de vainilla también (así como toda la crema de leche que requiriera para deleitarse), justo como debía ser; sin embargo, las cosas han cambiado, ahora la gelatina debe ser dietética y el helado de yogourt, pero -qué más da- acaso el diagnóstico del médico no forma parte de la realidad a la que estoy abierta y que me ha revelado cuán querida, amada, útil y necesaria soy?


¿Se dan cuenta? ¡Hasta el diagnóstico del medico!
¡Cada ínfimo detalle nos abre de par en par a Cristo!.

2 comentarios

  
JSC
Efectivamente Maricruz, hemos de ser vitalistas y dejarnos llevar también por las sensaciones que nos evocan las experiencias sensibles de cada momento. Recordar lo bueno y desechar lo malo es un sano ejercicio, aunque a veces no todo el mundo puede practicarlo por circunstancias de la vida o debilidad del alma, justificadamente me refiero. No obstante, el hombre, con la ayuda de la Gracia puede tratar de transformar los recuerdos -aunque no siempre lo consigue- de tal forma que con el tiempo vaya entendiendo el lenguaje de Dios a través de nuestros sentidos, reorganizádolos como una biblioteca desde lo insignificante hasta lo significante, descifrando con el paso del tiempo ese particular lenguaje o abecedario sobrenatural con que Dios nos habla desde la infancia, desde de las pequeñas cosas y recuerdos, hasta la cotidianeidad de la madurez.
Finalmente, todo sabe, todo huele, todo rememora un pasado de nuestra vida, de nuestro tiempo que pasó, que nos orienta hacia el presente y futuro donde Dios nos sigue esperando con nuevos sabores y olores para que demos otro pequeño pasito más hacia adelante, como cuando éramos pequeños. Es el Don de la Vida terrena, que precede a la vida eterna, la alegría de vivir como experiencia personal, la de uno mismo, que es semilla del amor hacia los demás y es el árbol del amor hacia Dios, que es Caridad.
¡Qué bueno es el "superhelado" de la vida!, preludio de un banquete con Dios que nadie puede imaginar.
Roguemos a Dios para que todos podamos gozar en esta vida o en la otra de la compañía y los consuelos de Dios, para que nadie se quede sin su helado con gelatina -aunque sea de dieta ...-
Un abrazo Maricruz.
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Más que dejarnos llevar, lo que propone don Giuss es una mirada atenta de este corazón inteligente que nos ha sido dado. Va más allá del sentimiento y de las sensaciones, es la exigencia vital que nos revela nuestra humanidad y en ella a Cristo.
Qué te digo? Hoy leí en facebook uno de esos relatos de conversiones a partir de un suceso trágico o dramático, cuando los leo me digo: Qué caray, está bien, sucesos como esos nos conmocionan, nos obligan a plantarnos ante la realidad, pero por qué necesitamos del drama o de la tragedia para mirarnos y descubrir a Cristo? No es suficiente cada detalle de la existencia?
Fíjate bien, ahorita me enfrento a una situación que no esperaba y que pone en riesgo el pasar sin sobresaltos mi ancianidad, tengo dos opciones: me aterro o confío, es decir, recurro a mis propias fuerzas olvidándome de Dios o conociendo mis destrezas tanto como mis limitaciones emprendo la tarea de salir de ese riesgo fiándome de Dios en el sentido de que El cuidará de mi pase lo que pase.
Hoy decía el sacerdote en la homilía que hace falta mucho carácter, personalidad y fuerza de voluntad para ser humilde, añado que también hace falta todo eso para confiar en Dios.
30/08/10 12:37 AM
  
Flavia

“Si tú eres “moral”, esto es, si estás en la actitud original con la que Dios te ha creado, en una actitud abierta a lo real, entonces entenderás, o al menos buscarás, preguntarás”. “Si, por el contrario, no estás ya en esa postura original, si estás alterado [ ], falseado, bloqueado por el prejuicio, entonces eres “inmoral” y no podrás entender [la consecuencia no es que vayas al infierno o seas incoherente (o que no llegues al destino de tus vacaciones), no: ¡es que no puedes comprender!]”
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¡ Vaya dos buenas frases de Giussani, Maricruz ! Y tiene toda la razón, al menos a mí me convence. Si no " comprendemos " no amaremos, no tendrá raíz nuestra vida ni hoja de ruta, por así decir.

Y muchísimas gracias, Maricruz, por tu valiente testimonio de esperanza, que no me ha pasado inadvertido. Sólo te digo esto: tengo la seguridad de que Cristo no desatiende a quien le ama y pide socorro, lo asegura San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, y lo vemos en el Evangelio. NADIE de los que acudían a Él con fe quedaba desamparado. Lo que pasa es que a veces el auxilio nos llega de la manera más inesperada y sorprendente...que rompe nuestros planes.

Saludos, Maricruz, hemos intercambiado bromas amistosas en otro blog ayer mismo...Y gracias por compartir tu espiritualidad.

30/08/10 11:40 AM

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