Normativa clara y que se cumpla
Simples sensaciones de uno, pero como son mías, las cuento. Verán, echo en falta en el trabajo pastoral y en general en la vida de la Iglesia más claridad en las cosas. Es como si en la práctica se hubiera llegado a una especie de consenso según el cual la doctrina es la que es pero luego cada uno tiene que discernir, comprender, decidir, ver lo menos malo… El peligro de todo esto es que como nadie te dice nada en concreto, acabas viviendo con el traspuntín al aire, porque sí, tú haces el discernimiento, pero…
El primer problema es que nos faltan directrices claras respecto a algunas cuestiones. Por ejemplo, presencia en hermandades y cofradías y, especialmente en cargos directivos de personas que viven situaciones irregulares de pareja o condenados por delitos económicos o narcotráfico. O el consabido asunto de los divorciados vueltos a casar civilmente. Requisitos para ser padrinos de bautismo o confirmación. Son solo tres ejemplos.


¿Y quién es esa Charo y dónde queda Navalafuente?
Luego me dirán que si soy bicho y que pobre sor Teresa Forcades y la cosa del respeto, y bla, bla, bla, y que Cristo estaría con los débiles y que lo que nos molesta es que haya monjas progresistas y que menos ortodoxia y más caridad.
No hace falta que vuelva a repetir que un servidor siente un cierto recelo hacia las misas con niños, que se convierte en mayor en la medida que las celebraciones se van infantilizando. No me causan envidia especial celebraciones llenas de impúberes dando palmitas mientras papá inmortaliza la primera lectura que hace su hijo Manolito aunque se trafulque veinte veces.