6.08.14

Mientras llega el hermano Miguel Pajares. Cuánto mal bicho suelto

Cuando estamos esperando la llegada a España de Miguel Pajares, religioso de San Juan de Dios, es asqueroso lo que en las redes sociales se vomita contra esta decisión y la persona misma del religioso. Cuánta bajeza moral, cuánto hijo de mala madre, cuanta mierda puede caber en las mentes de algunas personas.

He encontrado tres tipos de argumentos en contra de traer a España a este religioso.

El primero habla de dinero. De que cómo gastamos tanto dinero si con lo del avión medicalizado y luego el hospital y bla, bla, bla… se podría curar y dar de comer a tanta gente. Hay que tener el corazón negro.

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5.08.14

Milagros cotidianos de la capilla de adoración perpetua

Cuando abrimos la capilla de adoración perpetua, he de decir que mucha gente, incluidos los coordinadores de turnos, no daban una perra chica por el proyecto. Más aún, me decían que se lanzaban por mi insistencia, que por ellos no quedaría, pero que era un imposible.

En estos días cumplimos año y medio de la apertura de la capilla de adoración perpetua. Durante este tiempo, para asombro de creyentes y confusión de escépticos, la capilla solo ha cerrado viernes y sábado santo por imperativo litúrgico, mientras que podemos decir que el Señor en la custodia, el Santísimo Sacramento, ha estado SIEMPRE acompañado salvo algunos minutos sobre todo al principio por desconocimiento sobre todo del funcionamiento por parte de algunos adoradores.

La capilla es fuente constante de gracia y testimonio que nos hacen maravillarnos cada día por la fuerza de Dios. Hoy quería apenas contarles esas pequeñas cosas que van tejiendo el día a día, pequeños testimonios que te llegan de gozo y de paz. No pondré nombres, es lo de menos, pero sí pequeñas cosas.

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4.08.14

Divertimento veraniego: el misterio de la tirilla del señor cura

Para los que no lo saben, la tirilla es ese pedacito de plástico blanco, o material similar, que nos colocamos los sacerdotes en la camisa negra para dejar constancia de nuestra condición de tales. No es especialmente cómoda ni incómoda. Te acostumbras como el ejecutivo a la corbata y punto final. No sé cuántas tengo. Te las regalan con cada camisa.

Tengo la costumbre de, nada más entrar en casa, quitarla, especialmente en verano porque al ser de plástico te hace sudar un poco. Y la dejo… vaya usted a saber dónde. Puede encontrarse una en la cocina, en el baño, en la mesa del comedor o junto a la correa del buenazo de Socio.

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1.08.14

Ya era hora de que alguien recordara lo que es el rito de la paz

Nada que nos deba extrañar. Cuando las cosas se desmadran, se salen de lo previsto, y se transforman en lo que jamás se pensó, normal que alguien diga algo. Lo del rito de la paz, especialmente en celebraciones “especiales” (bodas, comuniones, funerales) se había convertido en un jolgorio de no te menees. Llegaba el momento de la paz y se montaba una como si acabáramos de ver llegar a los tíos de América después de cuarenta años. No era normal.

Como no lo era que justo antes de acercarse a recibir la comunión el personal se distrajera de tal forma que luego costaba Dios y ayuda que volviesen a entrar en el interior del misterio. Ya sabe, Padre nuestro, cinco minutos de saludos, carreras, besos y abrazos y hale, a tranquilizarnos que toca comulgar. Algo había que hacer.

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31.07.14

Feliz el cura que tiene su Betania

He tenido la oportunidad de celebrar misa en dos ocasiones en Betania. Betania era ese lugar en el que Jesús se retiraba alguna vez para descansar y disfrutar de la compañía de sus amigos Marta, María y Lázaro. Suerte la de Jesús que tenía su lugar de serenidad, ocio, descanso. Suerte la suya.

Los curas necesitamos algo así. Una casa de confianza, unos amigos, un lugar donde poder acudir ese día que no puedes más, ese momento de cansancio o agobio, en esa oportunidad que todo se hace cuesta arriba. Pero también necesitamos ese lugar como espacio donde vivir siendo Jorge, siendo un amigo, donde puedes dejar de ser “el cura”, donde eres uno más, donde puedes estar sin tener que medir palabras o gestos, sabiendo que nadie te va a mal interpretar y que tus desahogos quedarán en el silencio y la discreción de los amigos.

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