La mañana de hoy en el despacho parroquial
Le tengo afición al despacho parroquial, qué le vamos a hacer. Me encuentro cómodo y ya que estoy bien en su mesa, dejo abierta la puerta por si acaso.
Esta mañana tonta de lunes, día de los santos inocentes, en medio de las fiestas de la Navidad, llevo en el despacho desde las 8:30 h. Papeles que ordenar, correos que responder, pasar algunas partidas, solucionar pequeñas cosas… El caso es que cuando escribo esto son casi las dos de la tarde. ¿Ha merecido la pena estar en el despacho la mañana?
Creo que sí.

No hace mucho una amiga, misionera seglar destinada ahora en África, me escribía manifestándome su sorpresa por el avance del laicismo y de los ataques a la iglesia católica. Contaba cómo, en poco tiempo, había tenido que soportar dos interrupciones a gritos de la celebración de la eucaristía. ¿Qué está pasando?
Me dicen que lleva San José unos días buscando posada por Madrid. Parece ser que el bueno de José recordaba de otros años cómo Madrid era una ciudad acogedora, que siempre les había dispensado una extraordinaria acogida cada año en navidad.
Siete añitos y un bichejo de mucho cuidado.
Seguro que habrá gente malpensada convencida de que una parroquia, si se quiere que sea de verdad evangelizadora, dará muchísimo trabajo. No se lo crean. Uno puede jactarse de tener la parroquia más evangélica del mundo, la más comprometida e insertada en la sociedad, la más madura y responsable, adulta en la fe, abierta a los marginados y solidaria con todos y no dar un palo al agua. No es tan complicado.





