8.12.14

En este valle de lágrimas

Conozco gente que ante una alegría corre a celebrarlo con la Virgen. No es extraño que tras un alumbramiento lleguen flores, y seguro que algunos recordarán la bonita costumbre de que las novias, tras el enlace, depositaran el ramo a los pies de su advocación preferida.

Bien, pues con todo y eso, siguen siendo pocos los que tras un feliz acontecimiento acuden a la Virgen a dar gracias y a ofrecer una simple flor. Sin embargo, cuántas personas he visto llorar a los pies de María. Sobre todo en el pueblo, en los pueblos, ante la imagen de la patrona. Sobre todo mujeres, pero no solo mujeres.

Tengo clavados los ojos rojos de tantas personas que ante ella, tras la pérdida de algún ser querido, el diagnostico de una terrible enfermedad, una separación, un gravísimo problema familiar, simplemente lloraban y rezaban, rezaban y lloraban. Quizá es que su única oración era llorar y  mirarla.

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2.12.14

De párrocos y vicarios. Por si sirve

Con mi post de ayer se abrió el melón de las no siempre fáciles relaciones entre párroco y vicario parroquial, lo que en tiempos se denominaban coadjutores. Muchos estereotipos. De un lado el párroco mandón que tiene al pobre cura joven asustado, en un puño, que no le deja respirar y que hasta le mantiene asfixiado económicamente. También podría darse el extremo del vicario parroquial poco amigo de trabajar, que hace lo que le viene en gana y que necesita para sus labores pastorales más presupuesto que la catedral de la Almudena. O el párroco progre pasado de rosca que todo lo sabe o el vicario puntillista que se escandaliza ante una genuflexión no exctamente bien ejecutada. O a la vicevrsa.

En medio de estos dos extremos, podemos colocar todas las matizaciones que consideremos oportunas y sacar a colación una multitud de casos particulares. Más que eso lo que pretendo es hacer una pequeña reflexión sobre algunas cosas que yo creo que habría que tener en cuenta para que párroco y vicarios parroquiales puedan vivir como hermanos y colaborar y ayudarse en el trabajo pastoral y a ser buenos sacerdotes.

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27.11.14

Cáritas. Mucho más que una ONG

En una ocasión, comentando con alguien el evangelio del domingo pasado, la parábola del juicio final de San Mateo ¿recuerdan? “Venid benditos de mi padre porque tuve hambre y me disteis de comer…” Me decía que si al final nos vamos a salvar o a condenar por eso, que qué sentido tenía entonces rezar, formarse, leer la escritura o celebrar los sacramentos. Que no dejaba entonces de ser una pérdida de tiempo. En el fondo subyacía algo clave: ¿nos diferencia, nos debería diferenciar algo de una ONG al uso? ¿Qué nos aporta la fe en esto?

Me permito escribir aquí alguna de las cosas que le dije y que por cierto me sirvieron para la homilía del pasado domingo, en la que, entre otras ideas, fui afirmando cosas como estas:

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26.11.14

El baculazo como opción no tan extraordinaria

Tienen los fieles tal impresión de falta de autoridad en sus pastores que cuando un obispo ante una situación especialmente complicada señala que hasta aquí hemos llegado y toma una decisión firme, decimos que ha pegado un baculazo. Por ejemplo: vaya baculazo, ¿no te has enterado? El obispo llamó ayer al párroco de Tal, le ha cantado las cuarenta por aquello que ya sabes y sin más, trasladado a la otra punta.

Pocos baculazos hay. Los obispos, y lo entiendo porque a los párrocos nos pasa algo parecido, tienen horror sobre todo a ser tachados de dictadores, tiranos y poco de democráticos, como si ser democrática fuera la primera nota distintiva de la realidad eclesial. Todo muy por las buenas y sobre todo con mucha “moderancia” que decía aquel de mi pueblo. No tiene que ver. Mucha moderancia, mucha serenidad, nada de agresividad ni pérdida de nervios, pero el báculo en su sitio pastoreando a las ovejas y sacudiendo en todo lo alto al lobo si hace falta.

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25.11.14

Liturgia: menos palabras y más y mejores signos

Me encuentro con gente que me sugiere que en algunas celebraciones, especialmente en las muy especiales o en aquellas que se da una mayor abundancia de niños, tengamos en la parroquia una especie de monitor – comentarista que vaya explicando los gestos, los signos, las partes de la celebración.

Error. Grave error. Sobre todo porque en la práctica supone minusvalorar los gestos para sustituirlos por palabrería no siempre adecuada. Un ejemplo puede ser la misma lectura del evangelio. El monitor – comentarista puede decir que es importante, que es la palabra del mismo Cristo, que hay que estar atentos. Vale. Pero impresiona mucho más y habla mejor de lo que es el evangelio que el sacerdote haga la procesión de entrada con el evangeliario en alto, lo deposite en el altar, y en el momento de la proclamación lo tome de nuevo, camine solemnemente hacia el ambón y además se haga acompañar por dos con ciriales. Hasta el budista más despistado se da cuenta de que lo que se va a leer es algo muy serio.

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