Menos mal que me sobran treinta años y veinte kilos
Ya lo saben. En cuanto alguien toma el testigo de la no discriminación, lo primero que hace es discriminar, condenar, amenazar y lanzar insultos contra todo lo que se menea en dirección no coincidente con la suya.
Estamos en los ne – fastos del fin de semana del orgullo arco iris. Ayer se pudo ver un desfile que, si hubiera sido película, solo hubiera podido ser contemplado en salas X. Pero es el orgullo gay y en ese caso absolutamente todo está permitido. Vestidos o desnudos, procaces, exhibicionistas, gestos obscenos, provocación. Que lo vean niños y mayores: es la vida. Gratis. En la calle y retransmitido por la tele. Eso sí, una corrida de toros, en plaza cerrada y reservada a quienes paguen su entrada, vetada a menores de 14 años. Paradojas de la vida.

No es infrecuente encontrar en las parroquias laicos encargados del archivo parroquial. Suelen ser personas de confianza que se ocupan tanto de pasar nuevas partidas de bautismo, matrimonio y, en muchos lugares aún, de difuntos, como de emitir las partidas y certificados que puedan solicitarse. No sé si acabamos de ser conscientes de lo que eso significa.
Parece que unos cuantos ayuntamientos, bastantes creo, han colocado hoy una banderita arco iris en sus balcones. Es el llamado “día del orgullo gay” y Dios te libre de no hacerlo. A un ayuntamiento se le perdona la corrupción -mejor colgaran una bandera pirata para que no quedara duda de la calaña de tantas corporaciones municipales-, el enchufismo, el amiguismo, la recalificación de lo suyo, las mangas y capirotes y la conversión de capa en sayo. No pasa nada. Pero como no aparezca suficientemente sensible con la cosa del llamado orgullo gay, que se de por eso y nunca mejor dicho.
Ayer domingo hacía calorcito. Así que pusimos en marcha el aire acondicionado, porque yo creo que para vivir la celebración también hay que estar cómodos en lo material.
Apenas leo nada de lo que escriben los obispos. Si acaso, alguna cosa de D. Carlos Osoro por aquello de que es mi arzobispo, y poco más. Tendrán que reconocerme que la inmensa mayoría de lo que escriben corresponde a lugares comunes, frases hechas y la nada con sifón. Alguna excepción hay, pero eso, excepciones del todo excepcionales, y en esos casos ya se encargan los medios de comunicación de destacar el hecho, ya que todo documento episcopal que saque ronchas en la prensa es que es de los buenos y trata de llamar a las cosas por su nombre.