Salir en procesión con una Virgen fea
La Virgen es fea. Mejor dicho, la imagen de la Virgen de los Dolores que veneramos en la parroquia, es fea. Eso me dicen. Sin embargo, a mí me emociona porque me parece que es una imagen de Nuestra Señora del todo real.
Mañana viernes, tradicional viernes de Dolores, a las 20 h., saldrá de nuevo la imagen de Nuestra Señora de los Dolores en procesión por las calles del barrio de Tres Olivos. En esta ocasión, acompañada y servida por los más de cien hermanos de la recién estrenada Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores, y la presencia en la procesión de la banda “Maestro Guillén”, de Guadalix de la Sierra.
Estamos celebrando un cuidado triduo que nos prepara para este día. En él, vamos meditando en los tradicionales siete dolores de la Virgen María.
Precisamente ayer, en la meditación, decía yo a los fieles que tenemos una gran suerte de contar con esa imagen fea. Es verdad que lo parece: entrecejo muy marcado, cara con un rictus de dolor inconfundible, bolsas en los ojos, párpados y ojeras enrojecidos. Precisamente por eso es una imagen muy viva.

En España, al menos, y en una buena parte de Hispanoamérica, la teología de los años setenta y ochenta, llegando en muchos casos hasta hoy, se ha nutrido de una serie de personas que alcanzaron y hoy mantienen la categoría de intocables e infalibles. Sus textos estaban por encima de toda crítica y revisión. Eran textos, perdón por el palabro, “axiomáticos”: no necesitaban demostración. Eran la demostración, el paradigma, la verdad cuasi con mayúscula.
Leo estos días que desde
Quien paga manda, y nos puede pasar que, por recibir subvenciones para algunas actividades netamente católicas y eclesiales, nos quieran hacer pasar por el aro y encima crearnos mala conciencia.
No quisiera un servidor dedicarse al catálogo de posibles irregularidades litúrgicas con que uno puede encontrarse en una celebración de la eucaristía. Pero hay cosas que es que ya no son simples irregularidades, son directamente memeces, chorradas o pura y simplemente gilipulluás.





