Desconocido Paracuellos
Intento cada día conectarme en directo a las doce de la mañana a través de mi cuenta personal de Facebook para rezar el ángelus. Este pasado sábado acudí al cementerio de los mártires de Paracuellos con un matrimonio amigo que no lo conocía. Desde la catedral de los mártires, que así le dice don Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, me conecté en directo unos minutos antes de las doce para mostrar lo que es Paracuellos y rezar desde allí el ángelus.
Me sigue sorprendiendo la cantidad de gente, católicos de siempre, creyentes, militantes de la fe que apenas han oído hablar de las matanzas de Paracuellos y por supuesto nunca pusieron allí sus pies. Gente de Madrid, que nos pilla al ladito. Nada de nada. Incluso una persona, ayer mismo en Braojos, me decía que había visto el video y que estaba muy impresionada. Otra que no lo conoce.

Tragamos con lo que nos echen. Nos da igual sapos, quina o carros y carretas. Disponemos de unas enormes tragaderas dilatadas a base de sentirnos culpables de todos los males de este mundo, una misericordia mal entendida y un intestino sensible a cualquier cosa que se nos pueda decir especialmente desde la tele. Lo saben.
Espero que estén conmigo en que como Iglesia católica no vivimos el mejor momento. No me meto, Dios me libre, en la conciencia de nadie. Pero hay datos que son del todo elocuentes. Al menos en lo que respecta a España no lo podemos negar. Los datos simplemente sociológicos nos hablan de un desplome en el número de los que se consideran católicos, hoy apenas dos tercios de la población. Bodas, bautizos y comuniones caen en picado, las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada escasísimas, conventos cerrando día tras día e incluso económicamente camino del desastre. Las finanzas vaticanas en estado preagónico -creo que soy optimista- e incluso diócesis que tradicionalmente se mantenían con una cierta comodidad, como Madrid, pasan por momentos complicados.