El poyo
Los curas de pueblo tenemos la suerte del poyo. En la capital hay bancos de madera y piedra para los viandantes. En el pueblo somos más de poyo de piedra. Los pórticos de los templos fueron lugar de reunión de vecinos que ahí se congregaban a toque de campana para tratar de las cosas del pueblo. Quizá como recuerdo de aquellos tiempos se sigue encontrando el poyo a la puerta.
Tiempos difíciles por lo civil y por lo eclesiástico. Por lo civil me preocupan menos. Por lo eclesiástico, algo más me afecta, aunque en la distancia de la capital todo se diluye y se ve con otra perspectiva.

En mis pueblos cada tarde rosario y misa. Dos días en cada uno de ellos. El rosario siempre acaba igual: una salve por las intenciones del santo padre.
Era una forma de titular, pensé también en “impasible el ademán hasta el fracaso total”. Vayan las dos. ¿Muy exagerado? Ustedes me dirán, pero ya se sabe eso de que los datos son tercos. Verán como alguien me llamará agorero y ave de mal agüero por lo que voy a decir. Pero es lo que hay.
Que dice que no se viene a España todavía, que se lo está pasando en grande y que por lo menos hasta después de reyes que no contemos con ella.
Esto ya es pura rechifla. Hoy, festividad de los santos inocentes, las miradas de mucha gente de bien se dirigen al drama de los niños abortados cada año, es decir, llamemos a las cosas por su nombre, a los niños asesinados en el vientre de sus madres. 15.000 abortos en la Comunidad de Madrid en el pasado año 2020. Casi 100.000 en toda España.