La opacidad de una época transparente
Es lo que se lleva ahora en la Iglesia. Ya saben, frente a los tiempos de oscurantismo, censura, miedo y supuestas vendettas de san Juan Pablo II y Benedicto XVI en Roma y el “malvado” Rouco en Madrid, por fin entramos en una época de libertad, transparencia, sinodalidad y misericordia de la mano de Francisco en Roma y Omella y Osoro en Madrid.
No voy a hablar ahora de misericordias. La patada en el trasero, que se pretendió convertir en renuncia, del obispo de Arecibo, en Puerto Rico, es suficientemente elocuente.
Yo quería ir más bien a lo de la transparencia opaca o la opacidad transparente, y hacerlo con dos datos:

No se crean, que servidor explicando aprende y mucho. Entre lo que aprendo, me explican, me señalan, comentan y preguntan, casi casi un doctorado.
Cada mañana suelo echar un vistazo a diferentes medios de información religiosa consciente de que eso supone desayunarme con dos sapos, tres indigestiones y cuatro soponcios. Uno es de espíritu penitente, y más en cuaresma, y, además, por mi costumbre de escribir en los medios, me siento en la obligación de hacerlo, sabiendo que antes he de tomar un par de cápsulas de Tradicionalina.
Nos colocamos rápido en la altura de quienes todo lo saben y se relacionan con los que consideran inferiores con una suficiencia que se mueve entre la conmiseración y el desprecio. Los curas tenemos una gran tendencia.
Siendo el aborto el drama que es, y habida cuenta de que el final de la vida tiene sus peligros con esa ley de eutanasia, nos toca rezar y mucho por el respeto a la vida y su cuidado desde la concepción hasta la muerte natural cuando Dios quiera.