El consejo de administración
En pocos días he tenido casi idéntica conversación con dos compañeros sacerdotes y bregados en muchos años de ministerio: tenemos las parroquias vacías. Es la realidad, salvo excepciones del todo excepcionales. La inmensa mayoría de nuestras parroquias languidecen, se van muriendo. Otro me decía que este año, por primera vez, no tenía niños en catequesis de primera comunión.
Qué triste la reflexión de uno de estos compañeros: veinticinco años en esta parroquia y se me ha vaciado. Qué sensación de fracaso. Qué mal lo he hecho.
No cabe duda de que si estamos así, algo de culpa tendremos los sacerdotes, pero me van a permitir que me quede con eso: ALGO. Solo ALGO.

En los años setenta y ochenta se puso muy de moda poner pegatinas con frases en la parte trasera de los coches. Seguro que recuerdan “I love Villazarcillo de Abajo”, “Yo veraneo en Playamonte del Sol", “To er mundo é gúeno", que hasta dio título a una película del inolvidable Summers.
Verano. Parroquias, órdenes y congregaciones religiosas, movimientos, instituciones. Todos poniendo en marcha actividades y campamentos de verano para niños y jóvenes. El catolicismo de estas iniciativas se supone, aunque en ocasiones sea mucho suponer. Conozco, por ejemplo, campamentos y colonias organizados por congregaciones religiosas donde los niños no van a misa los domingos. La cosa del respeto, ya saben.
O subida de sotana, que para el efecto deseado viene a ser lo mismo.
La liturgia de la palabra es algo muy simple. Acaba la oración colecta, la asamblea toma asiento y comienzan lo que vulgarmente decimos “las lecturas". Quizá alguna monición previa, y al grano.