Rafaela: dos sugerencias sobre el sínodo de la sinodalidad
Rafaela, y con ella las rafaelas de mis pueblos, nunca me han decepcionado. Cuando quiero tener una visión de algo que no termino de entender, pregunto. No fallan.
Lo primero que me dicen es que ellas tienen muchas ganas de decir cosas, que siempre las han tenido, pero que no hay forma. Los curas escuchamos “iuxta modum", es decir, si queremos, a quien queremos, cuando queremos y lo que queremos para, a continuación, hacer lo que nos da la gana. En tiempos tuvieron en el pueblo no saben bien si consejo, junta parroquial o cosa similar, pero con resultados iguales, es decir, nada de nada. Me acuerdo, dice Rafaela, cuando don Benito decidió quitar el púlpito. Preguntó, consultó, todos dijimos que lo dejara y lo quitó igual. Pues eso.

No se me confundan que ya me conozco la película. Estoy de acuerdo en que tenemos un gravísimo problema que consiste en la no aceptación del concilio Vaticano II por una buena parte de la Iglesia. Lo que hay que ver ahora es, exactamente, qué parte de la Iglesia es la que no acepta el concilio. Y a eso vamos.
La gente se me queda a cuadros cuando les digo que desde la pandemia dedico bastante tiempo al teletrabajo. Comprendo que pueda resultar extraño, pero es lo que hay. Hablo de esto para que seamos conscientes de las posibilidades que las redes sociales ofrecen para el trabajo pastoral.
Si es que te provoca Rafaela para escribir y ya va todo seguido…
Ya ven mis amigos lectores que llevo tiempo sin escribir. Parte por unos días de vacaciones, parte, mayor en este caso, de cansancio eclesial, con mezcla de autocensura, comodidad y hartazgo. Pero Rafaela es mi debilidad, y si la encuentro, no digo cabreada, que eso significa que no pierde vitalidad ni ganas de vivir, sino abatida, me preocupa más, y lleva varios días muy tocada.