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5.01.20

Me inquieta el futuro

O me preocupa o me… lo que sea. El caso es que pasado mañana martes, si Dios no lo remedia, tendremos en España un nuevo gobierno. Por primera vez, desde los años treinta del siglo pasado, tendremos un gobierno de coalición socialistas - comunistas, apoyados por lo mejor de cada casa: independentismo radical y terrorismo etarra. 

Me preocupa nuestro futuro como Iglesia católica, porque hay cosas que chirrían y mucho. Vamos a pasar de estado aconfesional a estado laico, es decir, que lo religioso quedará proscrito de la vida social. La clase de religión desaparecerá en la práctica, porque una asignatura con una horita semanal, sin alternativa y nota ya ven lo que puede dar de sí. Nos acercamos, además, a una nueva desamortización consistente en la reversión de lo escriturado e inmatriculado en los últimos años. La vida humana más en peligro que nunca, con blindaje para el aborto y una ley de eutanasia que se espera amplísima. 

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2.01.20

My tailor is rich

Posiblemente hoy haya sido día de verduritas y plancha. Quizá incluso hasta de intenso paseo. Me dicen que Rafaela y Joaquina se han acercado hasta el río, y no pilla cerca. Y hasta un pajarito me ha contado que esta mañana ha sido sorprendido el señor Ramón buscando, un año más, su librito de Assimil con la sana intención de pasar por una vez del “my tailor is rich”, a la vez que depositaba tabaco y mechero en la papelera más próxima, que su señora, Marcela se ha apresurado a recoger sabiendo que muy posiblemente volvieran a ser imprescindibles en días u horas.

Es la resaca del uno de enero y los buenos propósitos urgidos por unos pantalones que, misteriosamente, tienden a estrecharse tras las navidades (y nos queda el roscón).

Año nuevo, vida nueva. Buenos propósitos para cuidar un cuerpo y cultivar una mente con fecha de caducidad, esperemos que no próxima.

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30.12.19

No quieran buscar una segunda intención

Los responsables de aquel comercio no daban crédito a lo que veían sus ojos. Su tienda iba de capa caída. Es verdad que mantenían a duras penas una clientela de toda la vida y con eso aún justificaban su existencia. No se lo explicaban, porque de verdad que eran amables, cariñosos, besaban a cada viejecita, fiaban hasta fin de mes, regalaban globos a los niños los jueves y hasta montaban sus tertulias en la trastienda. Tertulias, eso sí, cada vez más escasas, pero entendían que profundas y casi imprescindibles.

Y el caso es que cerquita, casi a lado, un establecimiento aparentemente como el suyo, y dedicado al mismo tipo de productos, subía como la espuma: hasta jóvenes entraban, e incluso alguno de sus clientes de toda la vida había cambiado de hábitos de consumo.

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