Rafaela: yo también soy pobre
Ya saben lo que dice, que aquí en cuanto algo se pone de moda estás perdido. Nos pasamos un año por lo menos en el que todo era misericordia: Domund de la misericordia, sacerdotes para la misericordia, Caritas en la misericordia, religiosos para ofrecer misericordia. Ahora ya no toca. Ahora lo que se lleva es la sinodalidad. Y luego, dice, lo del cambio climático y, por supuesto los inmigrantes.
Tiene razón, doña Rafaela, tiene muchísima razón.
Dice Rafaela que se pasa el día oyendo a curas y obispos, incluso su cura, hablando de los derechos de los inmigrantes, de los MENAS que por lo visto ahora no se pueden llamar así.

Algún día revelaremos el nombre del pueblo de Rafaela, cuando ella lo considere oportuno. Basta saber que hablamos de la sierra. Lo que sí vamos conociendo son algunos de sus vecinos. Habitual Joaquina. Don Jesús es como el párroco de todos nosotros, aunque tenga sus cosas, pero nadie es perfecto. Por aquí aparecieron el señor Mariano y la María, y perdón por el artículo, que ya sé desde la escuela que no es de buena educación anteponer artículo al nombre propio, pero ellos así lo dicen y se me fue pegando. Lo superé en los años de Madrid, pero he vuelto a caer en ello al llegar al pueblo. Ustedes lo disculparán.
Cuando llegué de párroco a mis pueblos me ofrecieron una máxima que conservo entre algodones hasta el día de hoy. Ante cualquier convocatoria eclesial: una persona, normal; dos, buena respuesta; tres, multitud.
Con esto del sínodo de la sinodalidad sinodal se me ha ocurrido echar cuenta de los organismos consultores, consultantes, consultorios y asesores en la Iglesia católica de hoy, y gracias a los cuales, parece que la evangelización de los pueblos, la santidad personal y la gloria eclesial universal tienen una vitalidad extraordinaria. A ver si soy capaz de enumerar algunos:
Aquí los tienen:





