27.09.10

La mano derecha

En el Evangelio según San Mateo, encontramos en el sermón del monte unas palabras de Jesucristo que se dirigen al oyente en particular, en singular, como un consejo personal, una confidencia individual, podríamos decir que es un mensaje para ti, particularmente, o para mí…

Cuando vayas a orar… cuando ayunes… cuando des limosna…: Hazlo en secreto. Romper ese secreto es perder… es una torpeza, buscar el aplauso y la consideración, con razones religiosas o sin ellas. Que nos alaben por nuestros éxitos, que nos admiren… Nada de presumir, señores, como decía San Juan de la Cruz: para llegar al “ser”… hay que pasar por el “no ser”… por eso la mano izquierda no debe enterarse de lo que hace la mano derecha… Es preferible pasar por la vida como un tipo raro, por un loco… a que se descubra públicamente la verdad. Hay un día previsto para la verdad, un día fantástico y glorioso donde se verán nuestras limosnas, nuestros ayunos, nuestras oraciones, el día en que “muchos primeros serán últimos”…

Si a algún obispo se le ocurriera dar todos sus bienes a los pobres y eso se hiciera público… ya tendría su paga aquí, política, pública, institucional, eclesial… aunque le hicieran Papa… todo ese dinero, ese gesto, deja de tener sentido delante de Dios… “muchos primeros serán últimos”.

Quiero decir que no debe enterarse la mano izquierda de lo que hace la derecha. Pues eso.

Queru.

18.09.10

Más solidaridad en Europa

Juan Pablo II estableció unos grandes criterios para el futuro cristiano del viejo continente, poniendo el acento en la importancia decisiva de la caridad, es decir, la solidaridad. Este espíritu, hondamente cristiano, se plantea de modo particular en tres campos: la sociedad, la familia y el trabajo.

A nadie se le oculta el fenómeno del incremento de la soledad en una sociedad cada vez más masificada. Y es paradójico que el progreso científico y económico ha caminado más hacía el individualismo que hacía la solidaridad. Esto ocurría a mitad del siglo XX.

Décadas después, el avance la globalización despertó los impulsos nacionalistas. Un caso reciente lo sintetiza el comentario de la vicepresidenta del gobierno de Bélgica en una entrevista publicada, en la que dice: “donc, oui, il faut se préparer a la fin de la Belgique” (“hay que prepararse para el fin de Bélgica). Sin entrar en valoraciones políticas ni en las razones del secesionismo flamenco, lo cierto es que la sociedad europea tiene déficit de solidaridad.

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14.09.10

Los Ateos toman el Púlpito II

Cuando escribí la primera parte de este artículo, nunca pensé que el título resultase tan profético. A los pocos minutos de publicarse en un portal tan creyente como éste, ya había cola de ateos dándose codazos a ver quién era el primero en coger el micrófono y lanzar sus diatribas antirreligosas. Eso sí que es madrugar como Dios manda.

La mayoría de los comentarios era de gente que se presentaba a sí mismo como ateos más felices que unas maracas que no piensan en Dios casi nunca. Bendito sea el Señor: el día que se escribe un artículo sobre ellos estaban todos leyendo InfoCatólica, que como todo el mundo sabe, aún no ha pedido la entrada en la asociación de Ateos del Mundo Uníos.

La idea del artículo era ésta: los ateos están preocupados por el más allá mucho más de los que ellos confiesan. Y lo escribo en un portal católico destinado a un público abrumadoramente católico, o al menos, de gente creyente. Si yo estoy equivocado, ¿cómo es que la mayoría de los comentarios son gente no creyente, absolutamente feliz en su condición, que han sido llamados a zafarrancho de combate cuando se les ha nombrado? Si no piensan en Dios, ¿qué hacen leyendo webs donde sólo se habla de Él? No me imagino en la misa de doce del domingo llena de ateos que interrumpen la homilía para cuestionar el sermón. O como si una asociación de vegetarianos se presentan cada día, a la hora del almuerzo, en un grill de carne de la pampa argentina para sabotear la carta de platos.

Se nos exige de los cristianos que seamos coherentes con nuestra fe, quizás vaya siendo hora de que los incrédulos nos prediquen, no con la blasfemia o el anatema, sino con el ejemplo. Y aquí entra en juego la tradicional y bien ganada fama de la progresía: respeta lo que yo opino, y yo te respetaré a ti siempre que pienses como yo.

Debo reconocer que algunos de los comentarios de los que no están de acuerdo es de gente sensata con el que se podría discutir serenamente sin que salten los plomos. El problema es cuando entra en escena el mítico copia y pega de los carecen de argumentos propios y recurren a las falacias que circulan por la red sobre la Iglesia y los consagrados, donde se hace sangre con ellos, casi siempre sin razón. Sobre este asunto sólo diré una cosa: Vamos haber si queda claro de una vez por todas: en España, de los impuestos sólo los que quieren pueden destinar parte de ellos a sufragar la obra de la Iglesia. Y yo con mi dinero hago lo que me da la gana. Por el contrario, a los católicos no nos preguntan si queremos financiar todos los chiringuitos anticatólicos que, con dos secretarias metidas en un cuarto trastero fundan cualquier asociación donde se denigre a los creyentes. Financiamos a sindicatos y partidos que nos tienen manía, los mataderos bebés del doctor Morín y otros cofrades, o ayudamos a pagar las bacanales del día del orgullo Gay. Y no me hablen de la cultura, que también con ella nos sentimos insultamos: a cualquier becario sin trabajo y sin talento se le sufraga una exposición fotográfica o de lo que sea si hay de por medio alguna imagen religiosa que sea ultrajada. A falta de santos que canonizar, el progresismo bienpensante ha elevado a los altares del éxito a cualquier mediopensionista anticlerical.

No os gusta la Iglesia, pero no dejáis de imitarla. Se pide certificados de apostasía, pero para rellanar el hueco se inventa el bautismo laico, la primera comunión laica, el entierro laico, y Dios nos libre de que algún haragán se le ocurra fundar la Iglesia Laica, porque ya me veo a Zerolo de cardenal primado.

Uno de los comentaristas escribió: “La religión prohíbe, restringe mi vida”. Estoy convencido que ésta es la clave para entender el ateísmo. El debate se debe centrar en qué creen los ateos, y mejor dicho, ¿el problema de los ateos es que no creen en Dios, o que no quieren creer en Él?, o más precisamente, ¿no será que necesitan que Él no exista? Si no te importa la moral de la Iglesia, si te da igual lo que diga, por qué te opones a ella. Y cuando habla la Iglesia, habla para los católicos.

Cuando el creyente se pone a enfrentar su fe con el que no cree, espera de éste que explique por qué es un descreído, cuáles son los pilares sobre los que asienta su posición. Pero ya vemos visto que casi toda su munición agnóstica se basa en prejuicios, en refritos volterianos, lugares comunes antirreligiosos, medias verdades y mentiras flagrantes; en pocas palabras, no en mostrar por qué piensan así sino más bien qué es lo me fastidia de Dios. Si se me aceptara el consejo, les pediría a los no han sido agraciados con el don de la fe, que no manchen el sagrado nombre de Dios con la blasfemia o el insulto a lo sagrado, porque ya habías quedado que no creías en Él. Y, por favor, daos cuenta de que cuando habláis de teología hacéis el ridículo. Sería bueno primero aprender, por lo menos, el padrenuestro.

No se me ha pasado nunca por la cabeza visitar foros de agnósticos o ateos. No necesito acudir a ellos para confrontar la resistencia y el músculo de mis convicciones. Mi fe en Jesús es tan sólida como para no tener la tentación de darme una vuelta por allí. El día que lo haga será porque mis creencias se sostienen sobre el delgadísimo hilo de un cabello.

Rosendo Melián

10.09.10

Fray Leopoldo, el limosnero de Granada

Muchas veces de una manera irreflexiva, tendemos a pensar que los santos fueron seres más espirituales que humanos, casi ángeles, que vivieron en la tierra en perpetua levitación arrobados en misticismo, que tienen poco en común con el resto de los mortales. Nada más erróneo . Por poco que nos adentremos en las vidas de la mayoría de ellos, nos sorprenderá comprobar que fueron gente como tú y como yo, de carne y hueso, con sus necesidades y sus problemas, sus alegrías, tristezas, dudas, pecados y crisis, como cualquier otra persona y que si hicieron algo extraordinario, si se superaron a sí mismos, sólo fue por su fe en Dios , por creerse el inmenso Amor que Dios tuvo con ellos como con cada una de sus creaturas. Sólo eso fue el motor que les hacía ser seres extraordinarios, nada más. Y, naturalmente, también el caso de Fray Leopoldo de Alpandeire.

Conocí a Fray Leopoldo siendo yo muy niño. Por cuestiones del trabajo de mi padre que andaba de traslado frecuentemente, me dejaban largas temporadas en casa de mis abuelos, en Granada capital. Como era el primer nieto, estaban deseando tenerme con ellos esas temporadas y yo encantado de la vida, porque ellos ejercían de abuelos y yo lo pasaba en grande .
Mis abuelos eran gente religiosa, en su casa se rezaba en familia el rosario todas las tardes, la lectura de la biblia alguna noche y la misa todos los días de precepto, sin contar con las novenas que de vez en cuando hacían a los santos de su particular devoción. Creo que por aquel entonces aquella religiosidad era bastante común en Granada, al menos recuerdo que sus vecinos tenían una práctica religiosa parecida.

De vez en cuando, aparecía por casa de mis abuelos un viejecito, y yo, con la particular curiosidad de los niños, le observaba detenidamente sin perder detalle.

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8.09.10

Los Ateos toman el Púlpito

Me parece que fue Henrich Böll el que dijo que no le gustaban los ateos porque se pasaban el día hablando de Dios. Algunos de ellos como el biólogo británico Richard Dawkins poseen en propiedad una cátedra de ateísmo en la Universidad de Oxford, y no para de escribir libros y dictar conferencias donde proclama que Dios es sólo un espejismo. Resulta una divertida paradoja: alguien que no cree en el Altísimo ha logrado acumular una gran fortuna a costa de él.

Nunca he creído que el destino me pudiera ser revelado consultado el horóscopo o que la buena o la mala ventura lograsen ser descifradas leyendo las rayas de la mano. No creo en escobas voladoras, varitas mágicas, unicornios ni caballos alados. Nunca me convencieron los que afirman haber sido abducidos por extraterrestres, los que dicen haber visto al monstruo del lago Ness, los que se fueron de acampada con el Hombre de las Nieves o los que aún esperan que entre los escombros de alguna ruina antiquísima encuentren la huella del minotauro. Que cada lunático le encienda una vela a su extravagancia de cabecera.

Pero lo que no se me ocurriría nunca es fundar la asociación contra los Chalados que creen en el Unicornio, prohibir los cuentos de hadas o ponerle un piso a un club de fans del agnosticismo donde pudieran reunirse dos o más científicos que, en el nombre de la razón, lucharan por prohibir las leyendas urbanas o desenmascarar al Hombre del Saco. Para los incrédulos es tan esperpéntico creer en Dios como en el Ratoncito Pérez, de ahí que no salgo de mi asombro cuando observo que son legión los ateos profesionales que derrochan tiempo y fortuna tratando de convencer y convencerse de que vivir religiosamente es tan inútil como ladrarle a la luna.

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