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27.06.21

Mons. Guerra Campos, el alumno más brillante del Colegio Español de Roma. Por el P. José María Serra

Un condiscípulo suyo en la Pontificia Universidad Gregoriana me ha dicho que, en el período de sus estudios en la Ciudad Eterna, era fama entre estudiantes y profesores que Don José Guerra “lo sabía todo”. También se ha dicho que ha sido el alumno más brillante que ha tenido el Colegio Español de Roma, en toda la historia centenaria de la institución. El Cardenal Don Marcelo González Martín, que fue Arzobispo de Toledo y Primado de España, dijo en la preciosa Oración Fúnebre de la Misa funeral que Don José Guerra juntó virtud y ciencia, llevando ambas a un grado eximio; por ello la ciencia se convirtió en él en Sabiduría. No utilizada para vano y estéril lucimiento personal sino para iluminar y hacer bien a los demás, dando así razón de su esperanza (cf. 1Pet 3, 15).

En efecto, su preparación científica -extraordinaria cultura religiosa, sociológica, histórica, arqueológica, filosófica y teológica- hizo de él uno de los más esclarecidos prelados del orbe católico. Por ello, todo ensayo de síntesis de la labor y la significación científicas de Monseñor Guerra Campos como “maestro” es fácilmente desalentador. Se requeriría un maestro para escribir sobre un maestro. Y, en el presente caso, es obvio que las objeciones a esta tarea son insuperables.

Por eso, sólo voy a proponer aquí un breve esquema de los puntos más recurrentes -y, por ello mismo, intuyo que más significativos para el mismo Don José Guerra, pues debían constituir la urdimbre más íntima de su reflexión y de su “teología”- que he podido descubrir estos días releyendo algunas de sus páginas más emblemáticas en el campo del pensamiento teológico.

Frente al Humanismo de exaltación -decimonónico, pero perviviente, de signo optimista pelagiano- y frente al Humanismo de depresión -de nuestros días, caracterizado por el pesimismo calvinista- articula Monseñor Guerra Campos su concepción del hombre, como “persona”, es decir, como hijo de Dios. Para él, quizá la cuestión más radical para el hombre podría formularse así: “¿El universo, en el cual la ciencia descubre un sistema de fuerzas encadenadas con necesidad, está dominado por la ley fatal y ciega, o por una Persona?”. En este nivel, una respuesta afirmativa no es, todavía, suficiente, porque -sigue preguntando- “¿la Potencia Personal, que es Dios, ama a los hombres? Que es preguntar: ¿Podemos esperar que todas las cosas funcionen siempre, en último término, para nuestro bien?". El dilema que propone es el dilema del “sentido de todas las cosas”: “¿hay Inteligencia y Amor en la raíz misma del ser, o no hay más que fuerza brutal, sin más racionalidad que la admirable y terrible que captan las matemáticas?” (Teología de la perfección del cuerpo, 1959, 3). Hoy asistimos “al final de ese ciclo de ilusiones vanas. Cuanto más emprendedor y eficaz es el hombre, más siente en sí mismo el vacío. Se ha hecho evidente la imposibilidad de una esperanza que ilumine la totalidad de la vida; y no es compensada por la mezcla de prosperidad hedonista y de permisivismo irresponsable” (Boletín Oficial del Obispado de Cuenca, 1990, 116).

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17.06.21

Obispo José Guerra Campos: Santo, sabio y valiente. Por el P. Manuel Martínez Cano

Sucedió el día 15 de julio, festividad de San Buenaventura. Me revestía con los ornamentos sagrados para celebrar la Santa Misa, cuando entró rápidamente en la sacristía el diácono Miguel. Mientras abría cajones, nerviosamente me dijo: Busco los santos óleos, D. José se está muriendo o quizás ya está muerto. Aplico la Santa Misa por mi obispo. Y, segundos antes de dar la bendición final, se me acerca Antonio María, alumno de nuestra escuela apostólica, para decirme que el Sr. Obispo ha muerto. Dada la bendición, pido a los fieles que recen por el eterno descanso del alma de D. José Guerra Campos. Abrevio la acción de gracias de la comunión, subo a la habitación donde dormía y beso la frente y las manos, todavía calientes, de mi santo obispo.

Doce horas antes de entregar su alma a Dios, lo había visto en la capilla de rodillas, estático, preparándose fervorosamente para recibir la Comunión. Era su Viático. Después rezamos las letanías de los Santos y subimos al comedor. Durante la cena leímos la semblanza de Madre Dolores de Jesús, carmelita descalza, alma gemela de Madre Maravillas y santa como ella. Don José comentó aspectos de la vida carmelitana y se retiró a su habitación, con su sonriente “hasta mañana, si Dios quiere". Pero el Señor lo quería en su gloria. Ha muerto el obispo de España. Mi obispo que fue santo, sabio y valiente.

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12.06.21

Carta del P. Antonio Turú Rofes a la Hermandad Sacerdotal tras las muerte de Mons.Guerra Campos

Queridos hermanos de la Hermandad Sacerdotal:

Al comunicarme con todos, con motivo de la muerte de nuestro entrañable Sr. Obispo D. José Guerra Campos, no quiero solamente daros la condolencia por su fallecimiento, sino que quiero también consolar vuestra pesadumbre.

Dejó con pena su amada diócesis de Cuenca. Se vio después aislado, en gran medida, de cuanto le rodeaba y comenzó en precario su traslado a Madrid, al piso que tenía alquilado en la calle Arrieta. Fue entonces, con el traslado, trabajos y soledad, cuando empezaron a manifestarse los males de su corazón. Al aceptar el pregón de la Semana Santa Conquense el mal se le declaró preocupantemente. Le costó lo indecible la subida hacia la vieja ciudad. La hinchazón de las piernas fue enorme.

Diagnosticada la enfermedad cardíaca, un buen amigo lo llevó a Pamplona, donde se le puso un marcapasos en la clínica universitaria. Tuvo una ligera mejoría, pero siguió perdiendo peso y fuerzas de forma alarmante.

En varias ocasiones me trasladé a Madrid para ver su situación. Entonces fue cuando me decidí a proponerle que viniera a vivir con nosotros, dado que su recuperación en Madrid se hacía imposible, teniendo además en cuenta, la irrecuperable enfermedad de la prima Pilar, que le atendía y a la que hubimos de internar. Quedaba sin atención alguna.

Vino feliz, como nos decía, a mejorar entre sacerdotes de la Hermandad y seminaristas nuestros. Una vez llegados al Colegio me dijo: “Vengo como un perriño enfermo que solo busca un rincón para descansar, soledad, silencio y un poco de calor familiar. Bien sabes que la familia espiritual es más para el alma que toda otra familia de la sangre".

Vivió días felices, pero su corazón estaba ya demasiado roto. De nuevo tuvimos que internarlo en una clínica, durante dos semanas. Fue una ligera detención del mal. Volvió a casa, con el ventrículo izquierdo prácticamente paralizado. Fueron tres semanas más de sufrir en silencio la pérdida de energía. Hasta que la víspera de la Virgen del Carmen, al ver que se retrasaba para la Santa Misa, subí a su cámara y lo encontré plácidamente muerto. Recibió la extremaunción aún caliente. Le amortajamos con sus vestiduras episcopales, y ya comprendéis que empezó el movimiento de llamadas a la familia, a la Conferencia Episcopal y al nuevo Sr. Obispo de Cuenca, que determinó que se le llevara allá para ser enterrado en la Catedral.

Os confortará y edificará lo que voy a deciros. Jamás escuchamos de sus labios una queja. Siempre su espíritu de conformidad con la voluntad de Dios y de amor a la Hermandad Nacional, que le había acogido con tanto cariño. Decía afectuosamente: “vine a los míos, y los míos sí me recibieron". Siempre una actitud de piedad, de grandeza, de caridad, de caballerosidad, de elegancia, que hacía más amable aún su virtud, su ejemplaridad de vida. En el altar parecía un ángel. En la Comunión, los días que no pudo celebrar, su recogimiento hacía sentir la presencia de Dios.

Creo queridos hermanos que hemos de dar muchas gracias a Dios, por la predilección que nos ha manifestado, entregando a nuestra Hermandad el tesoro de su persona para que le acogiera los últimos meses de su vida, y muriera en su seno, dejándonos llenos a todos de su suave olor a Cristo.

Una de sus ilusiones para con la Hermandad, fue que pudiéramos tener Casa de Formación o Escuela Apostólica, a la manera de los colegios mayores que él había conocido durante su vida universitaria y su docencia en la Universidad de Santiago. Un colegio mayor para la formación preparatoria de los aspirantes al sacerdocio.

Me contaba su hermano D. Manuel Guerra, al decirle él que para qué pensaba en un nuevo Seminario, cuando ahora se cierran tantos, le respondía: “no se trata de seminarios diocesanos. sino de un buen colegio mayor donde se formen los sacerdotes de la Hermandad. Eso quiero".

Sería del agrado de todos que dediquemos un número de nuestro Boletín, a exaltar y evocar su figura excepcional. Con ese motivo pido la colaboración de todos para que, en una simple cuartilla, a los más un folio, expreséis vivencias, recuerdos, consideraciones, alrededor de su ministerio y persona. Podríamos reunir una miscelánea sobre D. José Guerra, que sirviera de recuerdo permanente a los actuales miembros y a los que han de venir por su intercesión. Podríais mandarlo por fax.

Que D. José Guerra Campos nos alcance una parte de su espíritu y un aumento del fervor y la bondad de su corazón que se consumió por amor a la Iglesia y a España.

¡Vuestro en Cristo!

Antonio Turú Rofes, Pbro.

Presidente

5.06.21

Emotivo escrito del Padre Alba sobre Mons. Guerra Campo. En memoria de un santo obispo

No puedo menos de hacer partícipes a los lectores de Meridiano Católico de mi propio testimonio en favor de don José Guerra Campos, obispo de Cuenca durante veintitrés años.

Por una serie de circunstancias que ahora sería innecesario detallar, quiso él que los dos últimos meses de su vida transcurrieran en medio de la pequeña comunidad que dirige el Colegio del Corazón Inmaculado de María, en donde radica también el secretariado de AVE MARÍA. Vino aquí -fueron sus palabras- a “refugiarse como un perrillo enfermo en busca de un poco de reposo, silencio y cariño familiar”.

La muerte le sorprendió en el sueño de la noche, ya de madrugada, cuando todos esperábamos que la afección del corazón herido que se le había manifestado a principios de la primavera, entraría ya en franca convalecencia. El Señor, en su adorable providencia dispuso que pudiéramos ser testigos hasta el fin de la santidad de don José Guerra Campos.

Nos dejó ejemplo de pobreza. Le compramos hasta un pijama para cambiarse el único que poseía. Nos dejó ejemplo de caridad. Siempre tuvo disculpas para todo. Jamás escuché de sus labios una murmuración. Nos dejó ejemplo de amor a la Iglesia. Todo lo de la Iglesia cabía en su gran alma. Por eso gozaba con la lectura de AVE MARIA, y gozó especialmente con el número de julio, que hablaba de su antigua diócesis conquense. Nos dejó ejemplo de piedad. En el altar parecía un nuevo San Luis, y, en las visitas al Santísimo admiraba su recogimiento. Nos dejó el ejemplo de su humildad y sencillez. El Sr. Cardenal Primado de Toledo, hoy ya retirado, dijo de él que era el obispo más sabio de todos los españoles y de los primeros del mundo, teniendo presente que él conocía, por su presencia en el Concilio Vaticano II, a casi todos los obispos del mundo. Pues bien, su conversación con los niños, con los obreros de la casa, igual que con los profesores o sacerdotes, era de una sencillez que seducía en persona de nivel intelectual tan extraordinario.

Con esa sencillez, después de habernos deseado que descansáramos, se fue al Cielo aquella noche, en la víspera de la Virgen del Carmen.

Que estas apresuradas líneas den a toda la familia de Meridiano Católico la aseveración. el testimonio de haber conocido de cerca, hasta la hora suprema de su muerte, la verdad de un obispo de la Santa Iglesia, apóstol, sabio, humilde, pobre y santo.

+ P. José María Alba Cereceda, S.I.

“Todavía estamos esperando el nacimiento definitivo, y a él contribuye misteriosamente nuestra Señora. Si es así, mis queridos hermanos no levantemos la voz, creamos de verdad (sintamos miedo sí nos da vergüenza el creerlo) que vamos todavía en el seno de la madre; creámoslo con santa ilusión con santo orgullo”.

Monseñor D. José Guerra Campos, Obispo

25.05.21

Bill Gates ¡Reset!, nuevo libro de Carlos Astiz sobre una de las cabezas de la dictadura globalista

Carlos Astiz es periodista y analista, doctor en Ciencias de la Información y profesor universitario. Ha trabajado en diversos medios de prensa, radio y tv, así como en distintas universidades, de España y otros países. Ha firmado trabajos sobre Política internacional, Comunicación Digital, Situación política e ideología, Arte, Comunicación Política y Corporativa, Implicaciones sociales de las nuevas tecnologías… Además, ha impulsado varias empresas y es miembro de diversas fundaciones, Laboratorios de ideas y ONG. En esta entrevista reflexiona sobre su último libro Bill Gates ¡Reset!, una magnífica iniciativa de la editorial Libros Libres.

Después de un libro sobre Soros, ¿Por qué ahora uno sobre Bill Gates?

Asistimos a un cambio fundamental del mundo, de la sociedad que conocíamos por parte de los grandes billonarios, que ahora se disponen a construir una sociedad según sus designios, bajo su control directo y de alcance planetario. La globalización industrial ha dado paso a la globalización financiera y política, más allá del alcance de las naciones o de sus tribunales.

Es importante identificar a los enemigos de la libertad y de la humanidad porque estos mismos magnates pretenden sustituir las democracias nacionales por organismos supranacionales, más allá de la voluntad popular y que solo responden a los intereses de sus amos: los grandes capitales especulativos y financieros que ya no se limitan a apoyar a políticos que defiendan con mayor o menor claridad sus intereses sino que los colocan, directamente, bajo una agenda que es la de los globalitarios. Si no lo evitamos, solo tendremos ocasión de elegir a los gestores de las políticas que nos impongan esas entidades sin poder discutir las políticas mismas. Y tenemos que ponerles nombre: la familia Soros, los Gates, los Rockefeller, Los Ford…

¿Quién es realmente Bill Gates?

Sorprende el enorme número de aduladores que afloran en medios de comunicación, e instituciones supuestamente respetables y que rozan lo ridículo, con alabanzas a su “inteligencia superior” o ficciones sobre “el niño pobre que construye un emporio desde el garaje de su casa”. Pero son eso, ficciones porque la realidad es que pertenece a una familia muy acomodada (su abuelo le legó un millón de dólares), su padre dirigía un importante bufete de abogados y su madre no era la maestra que nos cuentan sus panegiristas sino una importante directiva que llegó a dirigir la mayor entidad de beneficencia de EEUU, usando sus contactos para que su hijo pudiera firmar su primer contrato con IBM, entonces la mayor empresa informática del mundo y que no estaba al alcance de cualquiera.

Ello no supone restar ningún mérito al gran empresario que contribuyó decisivamente a configurar el mundo de la informática que es casi como decir el mundo en sí y que demostró su inteligencia y valentía para aprovechar las oportunidades, pero hay que dar el panorama completo y esos valores se ensombrecen cuando descubrimos que intentó todo tipo de maniobras ilegales para eliminar a la competencia y que le llevaron a una sucesión de demandas ante las autoridades, tanto en Norteamérica como en Europa, con grave quebranto de su imagen y la de Microsoft y multas millonarias.

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