El P. Calvo Zarraute argumenta con todo detalle por qué la guerra de 1936 fue una verdadera Cruzada

Gabriel Calvo Zarraute. Nacido en 1981, es un sacerdote de la diócesis primada de Toledo, España. Desde su ordenación en 2008, ha dedicado su vida al apostolado parroquial, a la alta divulgación, la docencia y la investigación académica, destacándose por su labor como escritor y conferenciante. Diplomado en Magisterio. Licenciado en Estudios Eclesiásticos. Licenciado en Teología Fundamental, con la tesina “Fuentes tomistas del conocimiento teologal en San Juan de la Cruz”. Licenciado en Historia de la Iglesia, con la tesina “Aproximación histórico - teológica a las cartas pastorales del cardenal Gomá 1936 – 1939”. Licenciado en Derecho Canónico, con la tesina “La Filosofía del Derecho en el Padre Victorino Rodríguez OP”. Graduado en Filosofía.

¿Como surgió en usted la idea de escribir este libro y que busca con él?

En primer lugar, lo considero como un deber intelectual del ministerio de enseñanza que le es propio al sacerdote1. En el sentido de que los documentos que he recogido, contextualizados históricamente y explicados pormenorizadamente desde la filosofía tomista, el Derecho natural, la filosofía jurídico-política clásica y la teología moral son absolutamente desconocidos para el gran público. Incluso, una buena parte de ellos nunca se habían publicado íntegramente, limitándose a ser citados por la historiografía -tanto civil como eclesiástica- de forma marginal y descontextualizada, luego mayoritariamente tergiversada y, cuando no, ningún investigador se había molestado en analizarlos orgánicamente en su conjunto y en detalle. Por consiguiente, la finalidad de mi obra es la de rehabilitar estos escritos pastorales de aquellos obispos, porque continúan siendo un criterio seguro de auténtica doctrina católica moral, política y jurídica, cuyos principios fundantes no pueden ser modificados por las circunstancias históricas. Además, apoyándome en la filosofía básica del principio de no contradicción, planteo si dichos teoremas son conciliables o discordantes con el discurso oficialista de la Iglesia desde 1965.

En segundo lugar, he escrito esta obra como un deber moral, al haber sido objeto de trueque la basílica pontificia del Valle de los Caídos, por parte del papa Francisco y la Conferencia Emasculada, con los herederos del Frente Popular para su posterior profanación y puesta al servicio de la institucionalización de la mentira, trocando la historia por la ideología. Se trata de un asunto crucial no pasional. El Valle de los Caídos es un templo dedicado a la reconciliación de la nación tras una guerra en defensa de la Religión católica y de la civilización cristiana que adquirió los rasgos de una Cruzada, lo cual no es una simple metáfora, sino una clave de comprensión espiritual. En el enfrentamiento se dilucidaba que España pudiera continuar o concluir la singladura histórica (esto es, su unidad católica), iniciada en el III Concilio de Toledo del año 589. El pasado es un instrumento de comprensión y confrontación crítica para evitar la absolutización del presente.

Jovellanos -nada sospechoso de tradicionalismo reaccionario-, en su Exposición sobre la organización de las Cortes (1785), enfrentaba la «Constitución histórica» de España con la Constitución diseñada como artefacto jurídico. Ferdinand Lasalle, socialista judío, en su obra ¿Qué es una Constitución? (1862),distingue entre lo constitucional formal, que es la norma fundamental, aprobada y publicada, y la constitución material, que son los principios y relaciones de poder que de forma efectiva y real rigen una sociedad necesariamente. De ellas forma parte la Conferencia Emasculada desde la promulgación de la Constitución agnóstica y antiespañola de 1978. Por ello, me inclino a considerar que, a pesar de los criterios de conveniencia puramente político-institucional, el hecho de que el funcionariado episcopal asuma como propia y legitime la inicua Ley de Memoria Democrática implica su comprensión de que la historia de la Iglesia y de España pueden ser reescritas en virtud del positivismo jurídico.

No obstante, el énfasis exclusivo de los obispos en materia social con la promoción de la masiva inmigración ilegal y afromusulmana, seguro caladero de votos para las izquierdas; la aceptación pacífica de la normalización social del divorcio, el aborto, la eutanasia y la homosexualidad; su silencio persistente sobre los novísimos y el fin último de la salvación eterna, la gracia santificante y la necesidad de la conversión, la antropología cristiana y la enseñanza moral tradicional, la importancia capital de la oración litúrgica de la Santa Misa y del rezo del Rosario, así como de la adoración eucarística, el sacramento de la Confesión y, en definitiva, de los elementos nucleares de la doctrina católica. Todo ello señala un hecho obvio. El discurso de la oligarquía eclesiástica no es religioso sino ideológico. No busca la salvación de las almas como «suprema ley»2 de la Iglesia, sino la conservación del status político-social de la democracia liberal, que ha llevado a una corrupción ética sin precedentes en la historia española.

¿Cuál es entonces la clave interpretativa de su obra?

En definitiva, se encuentra en el concepto jurídico y ético de «legitimidad» que se derivó de la Cruzada. Una legitimidad de orden moral -según el Derecho natural y la teología católica- es la que se encuentra en el origen del Alzamiento Nacional del 18 de julio ante la ilegitimidad de origen (elecciones fraudulentas del 16 de febrero de 1936) y de ejercicio del Gobierno del Frente Popular. Aquí se cifra el motivo de la obsesión paranoica de las izquierdas y los separatistas contra el Valle de los Caídos: la legitimidad-moralidad del Alzamiento cívico-militar de 1936 como guerra justa, que dio paso -tras la victoria de 1939- a un régimen legítimo y confesionalmente católico.

Un sistema político que puso fin a la persecución religiosa del Frente Popular (la mayor de toda la Historia de la Iglesia) y que, sin interpretaciones maniqueas, nacía regado: i) por la sangre de miles de heroicos mártires, derramada en expiación por los pecados de los enemigos de Nuestro Señor Jesucristo; ii) por la valentía de los soldados que estaban seguros de ser unos nuevos cruzados salvadores de la Religión; iii) el perdón cristiano concedido generosamente por multitud de víctimas a los asesinos de su seres queridos, y destructores de sus templos y hogares. Durante la generación posterior, en las décadas de 1940 y 1950, la Iglesia en España asistió al más importante proceso de revitalización del catolicismo tradicional de cuantos se produjeron en el mundo occidental durante el siglo XX. Pero el concilio Vaticano II y sus contradicciones internas firmaron su acta de defunción.

Reflexiona usted sobre la historia de España y la de la Iglesia con un lenguaje claro y muy documentado, llegando a la conclusión de que la raíz última de todos los males contemporáneos es el liberalismo. Por otro lado, el comunismo clásico ha mutado en el globalismo totalitario y en lo que usted llama el «comunismo capitalista». Pero el odio al cristianismo persiste… ¿Como se ha producido este fenómeno?

Uno de los grandes dogmas de la ideología liberal es la reducción y privatización protestante de la religión: la fe católica solamente resultaría admisible para nuestra época siempre que permanezca en el ámbito estrictamente privado y no se manifieste públicamente, de modo que no afecte en nada a la vida política y social. Quedando reducida a un mero folclore pintoresco y sometido a las leyes del progreso materialista-consumista. Con escasas salvedades, la totalidad del actual ordenamiento jurídico europeo se basa en considerar ilegal la antropología del Catecismo. Es decir, el vaporoso ideal religioso contemporáneo es una fe vergonzante, ocultada en el armario como un secreto culpable o un polvoriento y arcaico traje regional, que no moleste ni pretenda ser relevante para nadie más que para el propio interesado y sólo sentimentalmente.

La Modernidad de matriz protestante se basa en la idea de que cualquier tipo de doctrina religiosa es una cuestión de mera opinión subjetiva e idiosincrásica, que únicamente tiene un significado privado, lo que tiene su correlato en la subversión del orden moral natural. Esto es, de un orden objetivo, previo y exterior al hombre, al que éste debe adherirse y que fija la moralidad de su comportamiento. A lo que se le llama Ley natural y Derecho natural, porque la moral es el arte de vivir conforme a nuestra naturaleza humana elevada por la gracia divina. La progresiva privatización de la fe propia del protestantismo conduce a poner la religión al servicio de los intereses materiales, de ahí que la mentalidad burguesa eclosionara en los países protestantes y no en los católicos. El papel de la burguesía en el proceso de secularización procede de la ruptura filosófico-teológica y jurídico-política de la Cristiandad, y ésta, a su vez, con los principios que hacen posible su desarrollo. A saber: i) la subjetivación de la fe que divide y enfrenta a la comunidad política; ii) la desvinculación de la autoridad moral de la Iglesia, que somete la comunidad política al Estado convertido en la única fuente de moralidad-legitimidad.

¿Cuales son los principales argumentos que demuestran que la Guerra de 1936 fue realmente una Cruzada? ¿Qué documentos eclesiásticos reafirman esta realidad?

El subtítulo de mi obra es Historia comparada del pensamiento político de la Iglesia. Lo que significa que es una historia del pensamiento filosófico-político, por ello me he centrado en el estudio y análisis de los documentos, siendo la causa por la cual los reproduzco íntegramente y en orden cronológico. Esos textos son el corazón de la obra, la parte nuclear. Obviamente y como es propio del pensamiento tomista, armonizando lo natural con lo sobrenatural, van acompañados de la necesaria reflexión teológico-jurídica lo que implica un orden metafísico previo. El filósofo puro trata de ser universal a la hora de acercarse a la investigación de la cadena de las causas de la realidad y, en este caso, de los sucesos históricos. Más todavía el filósofo que a la vez es teólogo y también historiador. De lo contrario, asumiríamos indirectamente que el hombre no pueda alcanzar un conocimiento natural de Dios y, por extensión, el conocimiento de un orden moral, que es la ley natural y su extensión en el Derecho natural, que son los que fundamentan la consideración moral sobre la Guerra justa. Una visión estrecha y unidimensional produce una comprensión inadecuada de la historia.

Cronológicamente, los documentos episcopales más relevantes fueron:

1. La carta pastoral Horas graves, del arzobispo de Toledo y Primado de España, Isidro Gomá, el 12 de julio de 1933. En ella denuncia la continua persecución legislativa contra la Iglesia operada por la Segunda República, desde su instauración en 1931, teniendo como finalidad la implantación de «la peste del laicismo»3, contraria a la soberanía social de Cristo Rey.

2. La carta pastoral Las dos ciudades, del obispo de Salamanca, Enrique Plá y Deniel, el 30 de septiembre de 1936. Es este texto, sirviéndose de las obras de Santo Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria OP y Francisco Suárez SJ, se exponen los fundamentos que justifican el Alzamiento Nacional con la doctrina de la Guerra justa, que se encuentra sintetizada en el actual Catecismo4.

3. La Carta colectiva del episcopado español, escrita por el arzobispo de Toledo y Primado de España, el cardenal isidro Gomá y enviada a todos los obispos del mundo el 1 de julio de 1937. Este es el documento más decisivo de toda la contienda debido a su enorme resonancia planetaria, desmontando la versión propagandística del Frente Popular, que presentaba la Guerra —según ellos— como un enfrentamiento entre un malvado fascismo agresor y una inocente democracia agredida.

Los documentos pontificios más significativos fueron:

1. El discurso o Alocución del papa Pío XI a los refugiados españoles en Castelgandolfo, del 14 de septiembre de 1936. En esta ocasión el papa habla del «heroísmo de nuestros mártires» y del «salvajismo de las profanaciones».

2. La encíclica Divini Redemptoris de Pío XI contra el comunismo, del 19 de septiembre de 1937, en la que se señala que esta ideología «intrínsecamente perversa», es hija del liberalismo negador de la soberanía social de Cristo Rey.

¿Y los hechos históricos que la avalan la Guerra como Cruzada?

Dejando a un lado el desencadenante final (el asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de julio a manos de las fuerzas de orden público coaligadas con militantes-pistoleros del PSOE), las causas remotas, pero fundamentales, que produjeron el Alzamiento Nacional no podían ser únicamente sociológicas, económicas o exclusivamente políticas. Lo que se encontraba en el origen de la Guerra era una agresión planificada, constante y crecientemente violenta a la fe y a las tradiciones que habían configurado, la historia y cultura, la vida y el ethos de los españoles durante más de mil años.Y aquí es donde cabe el gran mérito a Comunión Tradicionalista de forzar a que el levantamiento no fuese un simple pronunciamiento militar más, como tantos otros habidos durante el siglo XIX, sino un auténtico derrocamiento del sistema republicano devenido en criminal. En el ánimo de los combatientes, el carlismo imprimió al conflicto un carácter de Cruzada y Reconquista católica, sentando las bases de la nueva legislación centrada en la unidad católica de España. También aportó un elevado número de combatientes voluntarios —los requetés—, de unidades militares —los tercios—, y de armas, posibilitando que el conflicto armado que surgió del fracaso inicial del Alzamiento Nacional, pudiera continuarse hasta la victoria del 1 de abril de 1939.

Las negociaciones previas a la Guerra con el general Emilio Mola evidenciaron que la Comunión Tradicionalista no estaba dispuesta a sumarse indiscriminadamente a un alzamiento que no asegurara un mínimo que pudiera suscribir el legitimismo español. Todo lo contrario. El carlismo exigió a Mola, en todo momento, que el Alzamiento cívico-militar tuviera por objetivo la instauración de un régimen transitorio de corte antiliberal, antiparlamentario y católico, que prepara la restauración de la sociedad orgánica y corporativa, junto con la recuperación de la tradicional bandera bicolor, es decir, la rojigualda. Por otra parte, estas negociaciones no supusieron un obstáculo para que la Comunión Tradicionalista continuara preparando su propio plan insurreccional autónomo. Es decir, la posibilidad de un levantamiento exclusivamente carlista, que arrastrara a la parte «sana» del Ejército y de la sociedad española, a pesar de que, muy probablemente, hubiera estado abocado al fracaso a causa de la falta de recursos, como en el caso de las tres guerras carlistas en el siglo XIX.

No obstante, sin el concurso de las fuerzas tradicionalistas, el Alzamiento Nacional y la posterior Guerra de Liberación habrían tomado un cariz bien distinto. En definitiva, sin la firmeza y la altura de miras de los voluntarios carlistas y los falangistas; sin la generosidad, de miles de familias católicas que entregaron sus bienes y sus vidas en la lucha contra los enemigos de Dios y de España, la historia de la patria y de la Iglesia echaría en falta una de sus más gloriosas y dolorosas páginas que, sin embargo, ha quedado grabada para la posteridad. Sirvan estas pobres palabras tanto para expresar mi gratitud hacia aquellos valerosos cruzados que lucharon por Dios y por España, como de modesto acto de reparación por el desprecio y el olvido de la Iglesia a la que salvaron del exterminio.

La Cruzada de 1936 en España estuvo totalmente justificada como autodefensa de la Patria y la Iglesia, cuyo exterminio a manos de las izquierdas fue el detonante del Alzamiento Nacional. ¿Por qué los obispos reniegan de ello hoy en día?

Es causa de su corrupción intelectual y moral debida a las transformaciones sufridas por la Iglesia Católica desde el Vaticano II, esto es, a su protestantización. Pueden citarse también como motivos auxiliares: a) la supeditación amoral de la fe al oportunismo o pragmatismo político maquiavélico; b) la mediocridad y cobardía institucionalizadas del episcopado; c) la acomodaticia y sumisa dependencia económica estatal. Sin embargo, éstos últimos motivos -siendo todos ellos reales- son secundarios y consecuencia de la razón previa que acabo de indicar: un cambio doctrinal, una ruptura completa con la Tradición católica en el campo del Magisterio político, aunque no sólo.

La prioridad de la doctrina se comprende en todo su sentido al considerar la naturaleza de la voluntad y de las acciones que de ella se derivan. Como enseñaba el papa León XIII siguiendo a santo Tomás de Aquino: «Pero el movimiento de la voluntad es imposible si el conocimiento intelectual no la precede iluminándola como una antorcha, o sea, que el bien deseado por la voluntad es necesariamente bien en cuanto conocido previamente por la razón. Tanto más cuanto que en todas las voliciones humanas la elección es posterior al juicio sobre la verdad de los bienes propuestos y sobre el orden de preferencia que debe observarse en éstos. Pero el juicio es, sin duda alguna, acto de la razón, no de la voluntad. Si la libertad, por tanto, reside en la voluntad, que es por su misma naturaleza un apetito obediente a la razón, se sigue que la libertad, lo mismo que la voluntad, tiene por objeto un bien conforme a la razón»5.

La acción es consecuencia de la voluntad, y la voluntad persigue lo que el intelecto juzga como bueno. Por lo tanto, el hombre no puede querer correctamente, y sus acciones no serán buenas en sus efectos, a menos que los juicios del intelecto sean correctos. Los modernistas creen que lo importante no es lo que uno cree (relativismo), sino hacer lo correcto (subjetivamente) y tener buena voluntad (emotivismo). Pero la realidad es que si lo que la persona cree es falso, su voluntad no puede dirigirse a lo que es realmente bueno, y lo que haga no podrá ser lo correcto salvo por accidente. De ahí que la sana doctrina sea crucial para querer y actuar correctamente. Esto hace inteligible por qué, aunque el cisma es un pecado muy grave, santo Tomás enseñe que la herejía es aún peor6.

¿Por qué sostiene que la Iglesia Católica se sometió, a partir del concilio Vaticano II, a las reglas de la democracia liberal que siempre había rechazado?

La fuerza de la Iglesia reside en la Verdad absoluta que es Nuestro Señor Jesucristo, no en el consenso con el mundo moderno, indiferente, descreído y enemigo del Hijo de Dios. La doctrina católica no es propiedad del papa, ni de los obispos, ni de los sacerdotes, ni de los fieles, sino que se ajusta a la Revelación divina que fue dada a los hombres mediante la Palabra de Dios escrita o Sagrada Escritura, y la Palabra de Dios transmitida o Sagrada Tradición, que nadie puede cambiar porque se encuentra cerrada desde la muerte del último Apóstol. La enseñanza continua de la Iglesia es clara y evidente, su Magisterio tiene el deber, en nombre de Dios, de desenmascarar las ideologías ateas que se basan en una falsa imagen de la humanidad y de proteger a las personas de los efectos devastadores de una falsa política que ha destruido la sociedad humana. Desde el Vaticano II las jerarquías de la Iglesia optaron por sumarse al Espíritu del tiempo con su amplio catálogo de errores, en lugar de convertirse en la alternativa a la Modernidad. Haciendo un paralelo histórico, vendría a ser como si en la antigua Roma pagana, los primeros cristianos hubieran optado por congraciarse con el poder político pagano y las mayoritarias costumbres sociales depravadas y decadentes, en lugar de confrontarlos para configurar -como modelo civilizatorio alternativo- la sociedad cristiana que floreció posteriormente: la Cristiandad.

En su libro documenta usted textos de encíclicas papales de hace un siglo y las compara usted con las del papa Francisco y el resultado es desolador. ¿Cómo la Iglesia ha decaído tanto?

En términos generales, se puede decir que el pontificado de Francisco ha sido totalmente revolucionario (disruptivo y dialéctico) como ningún otro en toda la historia de la Iglesia, debido a su persistencia en el error. Incluso más que el de Pablo VI, no obstante, sin el giro antropocéntrico llevado a cabo por el Vaticano II, el papa Francisco no hubiera llegado al solio de san Pedro. Francisco promovió una serie de cambios radicales que no significan una evolución homogénea, sino una ruptura abrupta y heterogénea con la continuidad orgánica e ininterrumpida en la doctrina y la praxis de la única Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Desde los inicios de su pontificado en 2013, Francisco contó con el apoyo y respaldo decidido de los sectores políticos y mediáticos más antagónicos con la Iglesia. El papa jesuita siempre se mostró muy cómodo en su papel de líder espiritual de la izquierda global con la que siempre se mostró tan cercano, de ahí que las distintas izquierdas por todo el mundo lloraran amarga y desoladamente su muerte. Del mismo modo, la Gran Logia masónica de Italia sintió enormemente su pérdida. Basta un rastreo rápido por la hemeroteca de Infocatólica para comprobar que no estoy utilizando hipérboles.

Seamos honestos intelectualmente, admitamos y pongamos de manifiesto la dificultad que hay de interpretar el rumbo de la Iglesia salida del Vaticano II en línea con la Tradición católica. Aunque a nivel teorético no se zanje definitivamente la cuestión, no existen razones de peso para rechazar los hechos consumados: contra facta non valet argumenta. En la historia, nunca el marxismo socialista o comunista, así como la masonería lloraron la muerte de un Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y estos hechos históricos no se puede fingir obviarlos u olvidarlos en nombre de una falsa visión de fe. Mientras que a los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI se le considera acertadamente de orientación conservadora, el del papa jesuita ciertamente ha sido revolucionario, lo que supone diluir la esencia de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica.

Haré un breve listado: i) la farsa ideológica de la sinodalidad cuando toda decisión se centró más que nunca en la persona de Francisco, pasando reiteradamente por encima del Derecho Canónico y regando de insultos a quienes consideraba sus enemigos; ii) la aceptación indirecta de la homosexualidad como parte normal de la vida humana; iii) el seguimiento de las agendas globalistas de las Naciones Unidas (Agenda 2030), del Foro Económico Mundial de Davos (The Great Reset), de la Cumbre de París (Cambio Climático), de las Big Pharma, etc.; iv) la clara e inequívoca adhesión a grupos y personalidades políticas claramente alineadas con el progresismo globalista anticristiano y antihumano; v) una ausencia de cualquier consideración y condena oficial (más allá de las efímeras entrevistas televisivas o aéreas) del mayor y más salvaje de todos los crímenes universalmente perpetrados contra la humanidad. Es decir, el holocausto demográfico y genocidio del aborto, que cada año elimina aproximadamente a más de 70 millones de niños no nacidos; vi) el nombramiento para diversos cargos en los dicasterios vaticanos a personas que se adhieren fervientemente a ese genocidio prenatal, así como a la promoción de la sodomía; vi) la reducción de la fe y de la Iglesia Católica a la profesión de un credo y a una práctica que está al mismo nivel que las demás falsas religiones, puesto que, como dijo Francisco: «todas las religiones conducen a Dios» (13-IX-2024).

¿Cual es su valoración general del concilio Vaticano II?

Objetivamente, es decir, históricamente, ha supuesto un fracaso total y completo sin paliativos, por un simple motivo empírico-estadístico que nadie puede negar: i) la desaparición de la Religión católica; ii) de los católicos; iii) de la vida católica. Desde entonces, la Iglesia se encuentra hundida en una profunda crisis en todos los campos, de la cual, no sólo no consigue remontar, sino que se sigue ahogando en ella cada vez más. A nivel práctico, todas las realidades eclesiales se han desplomado:

i) las misiones, convertidas en simples ONG socialistas y filantrópico-masónicas; ii) las vocaciones sacerdotales, desapareciendo con rapidez vertiginosa; iii) el sacerdocio mundanizado; iv) la vida consagrada extinguiéndose muy satisfecha de su suicidio; v) la liturgia, deformada en la pura arbitrariedad del espectáculo, el sentimentalismo y el folclore más palurdo; vi) la catequesis devenida en actividades de entretenimiento intrascendente con niños y jóvenes; vii) la teología, limitada a decadentes recitales poéticos, emotivistas e irracionales, repitiendo los mismos mantras de la «adaptación al mundo» desde los años 70; viii) los centros educativos de la Iglesia, ayunos de la evangelización más básica de los alumnos; ix) el Derecho Canónico, considerado como un objeto inexistente e irrelevante para ninguna consideración práctica; x) un episcopado mayoritariamente sin formación ni vida espiritual, acomplejado y acomodado, además de colaboracionista con el enemigo del cristianismo.

A nivel superficial y oficioso, pero operativamente, el Vaticano II es considerado como el único y el superior a los 20 concilios dogmáticos anteriores que supuestamente habría subsumido y sublimado. Sin embargo, teológicamente sólo Dei Verbum y Lumen Gentium aportan profundizaciones de cierta relevancia. En el resto de los documentos, lo que es bueno no es nuevo y lo que es nuevo no es bueno. El problema de fondo es la pretensión de imponer ideológicamente y mediante el abuso de autoridad, un simple concilio pastoral, luego no dogmático. Es decir, carente de la infalibilidad y la perpetuidad que son las dos notas que acompañan al dogma y que vinculan obligatoriamente al fiel mediante definiciones dogmáticas que se han de creer con fe divina. Por consiguiente, no es más que un concilio sometido a la temporalidad propia de aquellas rancias recetas pastorales de la lejana época de los años 60, las cuales han fracasado todas estrepitosamente desde entonces.

Por Javier Navascués

1Cf. CIC, cann. 747 y 762.

2CIC, can. 1752.

3Pío XI, Quas primas, 1925, n. 23.

4CEC, n. 2309.

5León XIII, Libertas, 1888, n. 5.

6Cf. S. Th., II-II, q. 39, a. 2.

15 comentarios

  
Juan Mariner
Comparo la Guerra Civil española con el "proces" catalán. Cada uno buscó su bando, quedamos cuatro gatos que no nos comprometimos en nada. Sepa el Padre Calvo Zarraute que, cuando ya se asesinaban sacerdotes en Tarragona o eran perseguidos a sangre y fuego, los liberales, después aplaudidores de Franco en la Diagonal de Barcelona, celebraban con toda tranquilidad el Dijous Gras previo a Carnaval. Cuando toco el turno a los liberales, las cosas cambiaron. Durante el franquismo hasta iban a Misa. Los liberales quedaron encantados con la restauración de la monarquía, que era lo que pretendían los alzados.
10/07/25 10:02 AM
  
Urbel
Sólo puedo decir dos cosas.

La primera y principal: Amén.

Y la segunda: qué alegría que, en la Iglesia y España en ruinas de nuestro tiempo, un sacerdote tenga la santa osadía de escribir y hablar así sobre la Cruzada Nacional, el Vaticano II y la hecatombe posconciliar hasta nuestros días.

Gracias, don Gabriel.
10/07/25 10:02 AM
  
Jordán
Entrevistado:

Sin embargo, teológicamente sólo Dei Verbum y Lumen Gentium aportan profundizaciones de cierta relevancia. En el resto de los documentos, lo que es bueno no es nuevo y lo que es nuevo no es bueno.


:::::::::::::::::::::::::::::::::



Pues mire usted D Gabriel !


San Juan Pablo II, como Karol Wojtyla, fue un profundo conocedor y promotor de la Gaudium et Spes, la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual. Él consideraba que la Gaudium et Spes era fundamental para comprender la relación de la Iglesia con el mundo contemporáneo y para orientar la acción pastoral en ese contexto. Su pensamiento y magisterio estuvieron marcados por la riqueza de esta constitución, especialmente en temas como la dignidad humana, la justicia social, la vocación del hombre y la relación entre fe y cultura.

En decenas de documentos el Santo recurre habitualmente a Gaudium et Spes y otras.

https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1986/documents/hf_jp-ii_aud_19860618.html




Me quedo con la opinión de San Juan Pablo II, la suya me da mala espina.
10/07/25 12:10 PM
  
Pedro
Muchas gracias por su esfuerzo, P. Calvo Zarraute. Que Dios lo bendiga y le ayude a seguir escribiendo para poner negro sobre blanco la verdad de España y de la Iglesia Universal para alimento del espíritu de los españoles y de quienes aman a la Iglesia verdadera.
Este libro es sensacional y necesario. Es mi lectura recién iniciada, y para las próximas semanas, después de leer otros libros anteriores del P. Calvo.
10/07/25 12:13 PM
  
Urbel
Yo me quedo con la opinión de Ratzinger:

"El texto de Gaudium et spes desempeña el papel de un contra-Syllabus en la medida en que representa una tentativa de reconciliación oficial de la Iglesia con el mundo tal y como se presentaba desde 1789".

(Joseph Ratzinger, Teoría de los principios teológicos, ed. Herder, Barcelona, 1985).
10/07/25 12:25 PM
  
Emilio
Y Francisco, y Francisco. Sobre todo Francisco.
Que la proximidad no te deje ver el bosque.
10/07/25 1:57 PM
  
Juan Mariner
Hubo una minoria de catolicos con los rojos (militares, peneuvistas o democristianos de UDC) y una mayoría de ateos con los nacionales ( militares y liberales represaliados).
10/07/25 2:03 PM
  
Jordán
Urbel
Yo me quedo con la opinión de Ratzinger:

"El texto de Gaudium et spes desempeña el papel de un contra-Syllabus en la medida en que representa una tentativa de reconciliación oficial de la Iglesia con el mundo tal y como se presentaba desde 1789".

(Joseph Ratzinger, Teoría de los principios teológicos, ed. Herder, Barcelona, 1985).

---------------------------------


Correcto, como siempre usted prefiere la opinión de un teólogo en un libro ajeno al magisterio en contra de documentos magisteriales y audiencias y catequesis de un papa que ya es Santo, aunque usted lo desprecie e insulte cada vez que puede, se burle de sus profecías y dude de su canonización.

Cada día más en el abismo Urbel !
10/07/25 2:05 PM
  
Pablo
El Concilio Vaticano II fue un esfuerzo enorme de adaptar al mundo a una crisis cada vez mayor de la cultura occidental, el fenómeno del ateísmo y la presencia en contextos sociales diversos y cambiantes. El problema con el mismo fue que se convirtió en el pretexto de los progresistas para hacer una reformulación de la fe católica desde sus expresiones y el llamado "espíritu del Concilio", que no es sino una expresión bastante antojadiza y que puede utilizarse con el significado que uno busque. Lo otro que arrastramos hasta hoy es el testimonio personal de Pablo VI, que hizo cosas buenas como la Humanae Vitae, pero que perpetuó un ejercicio abusivo de la libertad en la Iglesia. De todas las crisis gestadas o logradas con él aún no salimos del todo, pese a los esfuerzos de Juan Pablo II y Benedicto XVI porque no se han ejercido sanciones más eficientes contra la teología de disenso, y no se promueve una espiritualidad sana. No hay vocaciones porque no hay experiencia de Dios, y no hay experiencia de Dios porque no se fomenta una espiritualidad de profundidad en la Iglesia. Y eso apunta directamente al sistema mundial de iniciación cristiana que parece estar en manos de laicos voluntarios, que en mi opinión, y pese a sus buenos esfuerzos, suelen ser ignorantes e inconversos. Esa etapa crucial de la formación cristiana inicial debe estar a cargo de sacerdotes o religiosas o consagrados o líderes laicos con experiencia en retiros de conversión y todos de probada ortodoxia, sino el sistema se cae o sigue cayendo a pedazos. Si aprendemos de los protestantes (como el administrador astuto del Evangelio) que además de enseñar doctrina hay que formar en el carácter de Cristo, en la oración y el acompañamiento personal con una persona de confianza y madura en la fe (no siempre hay suficientes sacerdotes o clérigos para esto), esto cambia en 180 grados.
10/07/25 2:51 PM
  
Urbel
Si se trata de invocar palabras de papas de nuestros desgraciados tiempos en favor de "Gaudium et spes", me quedo con las siguientes de Pablo VI:

"A partir del Concilio se ha propagado en la Iglesia una onda de serenidad y de optimismo, un cristianismo estimulante y positivo, amigo de la vida, de los valores terrenales ....

Una intención de hacer el cristianismo aceptable y amable, indulgente y abierto, desembarazado de todo rigorismo medieval, de toda interpretación pesimista de los hombres, de sus costumbres."

Pablo VI, audiencia general, miércoles 2 de abril de 1969.

Hasta hoy.


10/07/25 4:38 PM
  
Urbel
"El vocablo "novus" se encuentra doscientas doce veces en el Vaticano II, con frecuencia desproporcionadamente mayor que en cualquier otro Concilio.

Pablo VI ha proclamado repetidamente lo novedoso del pensamiento conciliar:

"Las palabras más importantes del Concilio son "novedad" y "puesta al día". La palabra "novedad" nos ha sido dada como una orden, como un programa" (Osservatore Romano, 3 julio 1974)."

Romano Amerio, "Iota unum, estudio sobre las transformaciones de la Iglesia católica en el siglo XX" (edición original en italiano, 1985), Salamanca, 1994, p. 89.

A confesión de parte, relevación de prueba:

"La palabra "novedad" nos ha sido dada como una orden, como un programa".
10/07/25 6:25 PM
  
Emilio
Urbel:
El que dijo aquello de "quién soy yo para..." podía haber dicho: yo no sé para qué me han elegido. Y después de ni siquiera haber contestado los "dubia" se inventa la sinodalitis.
Sagradas Escrituras y Tradición como fuente de la doctrina católica y de inspiración teológica, es lo que necesitamos.
10/07/25 10:08 PM
  
Emilio
Urbel:
El que dijo aquello de "quién soy yo para..." podía haber dicho: yo no sé para qué me han elegido. Y después de ni siquiera haber contestado los "dubia" se inventa la sinodalitis.
Sagradas Escrituras y Tradición como fuente de la doctrina católica y de inspiración teológica, es lo que necesitamos.
Gracias por la entrevista tan interesante una vez más, D. Javier.

10/07/25 10:11 PM
  
Néstor
La plena comunión con la Iglesia Católica pasa hoy por la aceptación del Concilio Vaticano II como legítimo Concilio Ecuménico, porque así lo ha reconocido siempre la Iglesia real, la del Papa y los Obispos.

Eso no quiere decir que en el futuro no se pueda y deba corregir aquellos pasajes menos claros de los documentos del Concilio, ni que se deje de reconocer el desastre que fue el post-Concilio para la Iglesia, ni que se ignore la orientación poco ortodoxa de muchos de los grandes promotores y protagonistas del Concilio.

Ni mucho menos que ahora el único Concilio que cuente sea el Vaticano II.

Pero está en juego lo fundamental: la comunión con la Iglesia real, en tanto que distinta de la imaginada.

Saludos cordiales.
12/07/25 1:48 AM
  
Urbel
Cierto, Néstor, el Vaticano II fue un concilio legítima y válidamente convocado por Juan XXIII y cuyos documentos fueron legítima y válidamente aprobados por Pablo VI.

También fue el único concilio ecuménico o general que, a diferencia de los veinte precedentes, no quiso hacer uso de la autoridad infalible del irreformable magisterio solemne. Sino que inauguró un nuevo género de magisterio predominantemente pastoral.

Ello no le priva completamente de grados de autoridad relativa, según los documentos y según los términos, pero permite a los católicos discrepar por razones más o menos graves, según los documentos y según los términos.

Hay causas del desastre posconciliar antecedentes al Vaticano II: el segundo modernismo condenado por Pío XII (por cierto, propio de autores que fueron rehabilitados por Juan XXIII y peritos en el Vaticano II); el primer modernismo condenado por San Pío X; el liberalismo condenado por los papas del siglo XIX; la Revolución francesa; las filosofías racionalistas; los protestantismos; el nominalismo ... y así para atrás hasta llegar al pecado de nuestros primeros padres y la rebelión de los ángeles malos.

Pero la cuestión es si el Concilio Vaticano II sirvió de detonante para un estallido mortífero en la Iglesia, como la Revolución francesa en el mundo. Muchos creemos que sí.
12/07/25 8:51 AM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.