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26.03.24

Virtudes Aguilera habla de la reparación eucarística según la beata Alexandrina María Da Costa

Virtudes Aguilera Carrascosa. Casada, madre de 3 hijos varones. Vive en Valencia. Es enfermera y trabaja en el Hospital Clínico Universitario. Unida a Emaús desde sus comienzos en Valencia. Coordinadora del Apostolado de Reparación a Jesús Eucaristía del grupo de oración de la beata Alexandrina María Da Costa en Valencia.

¿Cómo nació su vocación de enfermera y qué supone para usted tratar con los enfermos?

Siempre sentí desde niña la necesidad de ayudar a los demás. Soñaba que me convertía en enfermera como en las películas, que llevaban una capa azul con una cruz roja y que pasaban sus días en hospitales salvando vidas, tendiendo una mano a los más necesitados. Aunque ahora ya no vestimos así.

¿Qué representó para ustedes poder tener adoración en la capilla del hospital?

Fue una alegría inmensa poder tener Exposición del Santísimo dos días semanales. Poder hacerle compañía al Señor ya es en sí todo un privilegio, pero además hacerlo en un lugar tan especial como es la capilla del Hospital, rodeados de enfermos, familiares, donde en ocasiones la vida pende de un fino hilo, donde la alegría y el sufrimiento conviven juntos, fue algo muy bonito para todos. Además la capilla está unida a la Facultad de Medicina y son muchos los jóvenes que se acercan también.

Una vez se vieron privados de la adoración, el Señor le manifestó lo sólo que se sentía en muchos sagrarios. ¿Cómo fue la experiencia?

Así es, durante un largo tiempo debido a cambios en la capellanía, el Santísimo fue retirado de la capilla, fue un duro golpe para todos los adoradores y personas que habitualmente pasaban por allí a estar con el Señor. Yo me había comprometido con Él y sentía que estaba faltando a mi compromiso, por lo que pasados unos meses comencé a quedarme en el mismo horario ante el Sagrario. El Señor no estaba en la custodia, pero sí en el tabernáculo.

Semana tras semana al salir de trabajar acudía a mi turno, sentía que el Señor me esperaba igualmente. Pero un día me embargó una gran tristeza. Primero pensaba que era lógico, antes la capilla estaba llena de gente y ahora apenas entraba alguien. Pensaba que era un sentimiento mío, pero poco a poco esa tristeza fue haciéndose mayor hasta oprimirme el pecho. Comprendí que ese sentimiento tan grande, no era mío, era la tristeza del Señor y provenía del Sagrario.

Semana tras semana al arrodillarme ante el Sagrario comencé a sentir en mi interior:

EL AMOR CON AMOR SE PAGA”

¡ HAZ UNA CRUZADA DE AMOR !

¡ LOCOS POR JESÚS EUCARISTÍA !

Sentía como el Señor me decía que estaba sólo, con la única compañía de la lamparita que había junto al Sagrario. Comencé a ver en mi interior Sagrarios completamente abandonados, algunos en iglesias grandes, muy doradas y ornamentadas, veía como caminaban las personas por su interior, pero el Señor me decía “ESTOY SÓLO” Nadie viene a verme, nadie se arrodilla ante mi presencia y no únicamente los laicos, tampoco los sacerdotes.

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