(Kath.net/InfoCatólica) En una entrevista concedida al boletín diocesano de Münster «Kirche + Leben», advierte de que la situación «se está volviendo seria» en la redacción del estatuto para el órgano sinodal a nivel federal. Según Schüller, los obispos pretenden que este organismo quede reducido a una función meramente consultiva, sin competencias para tomar decisiones.
El canonista subraya que este planteamiento «queda por debajo de lo que ha sido válido hasta ahora para el Camino Sinodal», de lo aprobado en el Sínodo de los Obispos de 2024 y de lo ya recogido en el derecho canónico. En particular, denuncia la opacidad económica de los obispos: «No quieren mostrar sus cartas en lo que respecta al dinero». La Asociación de Diócesis de Alemania (VDD), entidad jurídica de la Conferencia Episcopal Alemana (DBK), «no quiere renunciar a su poder, aunque decide sobre los impuestos eclesiásticos, es decir, sobre el dinero de los fieles». En este contexto, anticipa que la próxima reunión del Comité Sinodal en noviembre en Fulda será «muy difícil» y reconoce que el proceso sinodal «está en la cuerda floja».
Critica a todos
Schüller tampoco se contiene en sus críticas hacia los protagonistas del propio Camino Sinodal. Recuerda que los estatutos del Camino Sinodal y del Comité «no vinculan a ningún obispo diocesano. Cada uno puede hacer lo que quiera». Esa debilidad, explica, fue «el precio de un estatuto» impulsado en su día por el cardenal Reinhard Marx, entonces presidente de la DBK, y por Thomas Sternberg, entonces presidente del ZdK, porque «no les convenía la forma vinculante de un sínodo nacional».
El canonista señala, además, que en el «episcopado alemán, dividido», no existe «ninguna personalidad integradora, ni mucho menos un presidente con la fuerza y la autoridad moral necesarias para unir a los obispos enfrentados entre sí». De este modo, dirige una crítica implícita al actual presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo Georg Bätzing.
Su experiencia dentro del Comité Sinodal tampoco ha sido positiva. Elegido con retraso, confiesa haber comprobado que «los que llegan desde fuera más bien molestan. La perspectiva externa, al parecer, no es deseada; lo que se ha logrado con esfuerzo en el Camino Sinodal se declara sagrado, aunque ya de por sí sea cuestionable y endeble». El ambiente, admite, es desalentador, marcado por la «frustración y la resignación».
Respecto a los obispos, Schüller asegura que «la mayoría están espiritualmente agotados y cansados». Según él, están hartos de tener que afrontar con los fieles, de manera participativa, cuestiones esenciales de la Iglesia, o incluso de tener que decidirlas conjuntamente con ellos.
Los líderes seglares no tienen nivel teológico
El canonista también apunta contra la presidenta del ZdK, Irme Stetter-Karp, y su secretario general, Marc Frings, aunque sin citarlos expresamente por su nombre. A su juicio, el Comité Central de los Católicos Alemanes carece de la formación teológica necesaria y rechaza exigencias fundamentales: «Hace falta una buena teología que sepa distinguir lo que puede cambiarse de lo que no es negociable, por ejemplo, la estructura sacramental básica de la Iglesia católica. Lamentablemente, estas exigencias son rechazadas como molestas por la presidenta y el secretario general del ZdK, que no cuentan con experiencia teológica».
Entre sus críticas más directas, Schüller vuelve a arremeter contra uno de sus adversarios más habituales: el cardenal de Colonia, Rainer Maria Woelki.
A pesar de este diagnóstico sombrío, o más bien luminoso para el bien de la Iglesia, el canonista todavía confía en que el papa León XIV pueda dar un nuevo impulso favorable al Camino Sinodal alemán.







