Menuda sorpresa se llevó Chile entero al ver los resultados de la elección de consejeros para la redacción de una nueva Constitución, al dar una victoria tan aplastante al Partido Republicano, lo cual hace surgir varias reflexiones, algunas de las cuales se comparten aquí.
Un primer punto es que pese a existir una notable dispersión de votos (pues al ser tantos los consejeros que se presentan, salvo excepciones, quien gana no obtiene en realidad una tan alta votación), sus resultados estarían mostrando un notable rechazo y castigo a los partidos tradicionales, muchos vinculados o cercanos al gobierno. Y si bien son varias las causas que pueden explicar lo anterior, no cabe duda que buena parte de ellas derivan de la pésima labor que en tantas áreas ha llevado a cabo la actual administración, con todos los graves y urgentes problemas que ello ha producido. Por eso, en parte la última votación viene a ser un termómetro de la tarea realizada hasta el momento por nuestros actuales dirigentes.
Un segundo punto importante que no debe ser obviado es la alta cantidad de votos nulos, cercano al 20%. Este es un asunto no menor, pues indica que una buena parte de la población: 1) o no entiende realmente el mecanismo de este tipo de elección (al margen de las críticas que pueda tener), o 2) está rechazando con dicha nulidad todo el proceso, mostrando con esto su disconformidad con el mismo. Evidentemente aquí no tenemos la respuesta, pero es una arista a la cual debe prestarse atención.
Un tercer aspecto consiste en que de alguna manera, para los verdaderos iniciadores de este proceso (la izquierda, tanto la más radical como la más moderada), la actual composición del consejo viene a ser un auténtico tiro por la culata, situación que se acentúa si se la compara con la integración de la anterior convención constitucional y sus afanes refundacionales. Esto hace vaticinar una notable resistencia de su parte a aceptar tanto el texto que se proponga en definitiva como el proceso en sí, al no sentirse representados en este organismo, situación que en nada los incomodó cuando la situación era exactamente la contraria. De este modo, desde la hiper representación anterior se ha pasado a una hipo representación actual, que seguramente motivará corrientes deslegitimadoras de este proceso.
Un cuarto aspecto derivado del anterior, es qué podría pasar si el texto final es nuevamente rechazado por la ciudadanía. ¿Se abrirá un nuevo proceso constitucional, posiblemente sin plebiscito de entrada y volveremos al ruedo? Y en caso afirmativo, ¿cuántas veces? ¿Hasta que el sector que dio origen a este proceso de cambio constitucional, aún inconcluso y que ya ha consumido cerca de 4 años, quede satisfecho con el mismo?
Finalmente, un quinto problema (que se daría si el cuarto no surge), es que incluso en el evento de aprobarse el texto definitivo, y precisamente por sentirse poco representada, más temprano que tarde la izquierda podría deslegitimar el resultado y presionar, incluso mediante la vía violenta, por lograr otra Carta Fundamental.
Es por todo lo dicho y otras razones, que el proceso constituyente en que nos hemos embarcado se hace cada vez más complejo e imprevisible, lo que obliga a actuar con mucho cuidado y verdadera altura de miras, por el bien del país.
Max Silva
Nota: Este artículo, tomado de Viva Chile, fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.